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A los botes - ¿Los porteños pagamos el karma de nuestro profundo egoísmo?

Siempre inocentes pagando los platos rotos y esta catastrófica lluvia es otra vez sopa, lo mismo pero peor y agravado. Como una maldición bíblica, prestémosle atención a las señales antes que sea tarde.

Por Jorge D. Boimvaser

@boimvaser

info@boimvaser.com.ar

(Pronto todos a los botes y no se asusten / que la marea ayudará...Les pido que recen - Todos a los botes, Indio Solari)

No vamos a caer en la "Gran Claudio María Domínguez" de explicar lo inexplicable, tal como el sufrimiento de los inocentes y la suma de padecimientos de los más débiles y vulnerables.

El pensador espiritual Deepak Chopra (el hombre es médico, tiene un cerebro científico con la cual su mirada del ciclo de la vida es más significativo) al menos lo explica en su obra "Sincrodestino" al decir que en el Universo y en nuestras vidas tanto individuales como colectivas, nada es casual. Todo es "causal", producto de aquella antiquísima ley del karma que afirma que todo lo que va, vuelve. Se cosecha lo que se siembra, decía Jesús.

Las historias bíblicas y de otros libros sagrados relatan infinidad de catástrofes en las que siempre hubo inocentes pagando los platos rotos de las maldades de los gobernantes de turno. Sean historias reales o metafóricas, algo nos quieren decir esas enseñanzas que por algo han perdurado a lo largo de milenios. Salvo el Diluvio Universal que está descripto en todos los relatos de civilizaciones aunque el más conocido sea el texto bíblico, hay otros escritos que pueden ser tenidos en cuenta. Las plagas sobre Egipto –en especial, la muerte de los primogénitos- cayeron sobre todos los habitantes por la obstinación de un Faraón que se empecinaba en tener al pueblo de Israel en estado de esclavitud.

A eso le agregás la destrucción (¿nuclear?) de Sodoma y Gomorra, el mandato en el Libro de Jonás para advertirle a una ciudad egoísta –Nínive- que deje de serlo y repetimos –sean relato metafóricos o mitológicos- en el fondo dejan una enseñanza a favor de la solidaridad aunque no tenga explicación el sufrimiento de los inocentes.

El dicho famoso de todo el interior de la Argentina respecto a que "Dios está en todas partes pero atiende en la Capital Federal" tiene un alto contenido de sabiduría.

Los porteños tenemos una forma de egoísmo que es casi brutal. Y si en estas lluvias aparecen ejemplos terribles como que los inodoros de muchísimas viviendas evacuaron hacia adentro de las casas lo que se llevó hacia los desagües, o apareció una serpiente en medio de la ciudad, te flashea la idea loca que algún mensaje nos tiene que estar dando el Universo, a los gobernantes primero y a los ciudadanos después.

Un ejemplo que me sigue aturdiendo mal cada fin de año. Habían pasado apenas horas de la masacre de Cromañón, se sabía que una bengala fue la causante de la muerte de más de 200 pibes, y a la medianoche del año 2004 la ciudad se colmó de fuegos artificiales y demás pirotecnias que fueron el máximo colmo del egoísmo porteño.

Los familiares de las víctimas llorando y buscando a sus chicos en medio del escombro del boliche de Once o por los hospitales y centros de salud (y en la morgue), y en medio de ese sufrimiento sentir los estruendos de petardos y cañitas voladoras a las 12 de la noche fue agregar más pesadilla al sufrimiento de las víctimas.

Nos queremos convencer que somos una sociedad solidaria porque en tiempos de crisis máxima –como en la guerra de Malvinas- una colecta masiva recaudó fortunas que obviamente nunca llegó al destino que estaba fijado.

Es como que lavamos nuestras conciencias haciendo un minuto de silencio en los estadios deportivos, y después continuamos nuestro individualismo acérrimo.

Damos el ejemplo de la pirotecnia después de Cromañón o el de la colecta en época de Malvinas pero hay cientos de otros casos que preferimos no relatar para evitar intoxicarnos más con esos sinsabores.

En todas nuestras tragedias los gobernantes estaban como el Faraón egipcio. Metidos dentro de su egoísmo y dejando a la población a merced de los cataclismos que siempre pagan los inocentes y vulnerables.

Dejar a los pibes sin clases es una forma de catástrofe aunque las consecuencias no sean físicas sino de formación. Desatender la educación y la salud es tan genocida como otra forma de terrorismo de Estado.

Una ciudad poblada de Poncio Pilatos –donde todos se lavan las manos- tiene estos días la consecuencia fatal que estamos viendo y soportando.

La ley del karma de nuestro egoísmo atroz la pagan los inocentes, porque los Faraones de hoy siguen mirando para otro lado.