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Una estrategia de largo plazo con China

Por Daniel Montamat. A un país pujante, no se lo puede seguir abasteciendo de proteína vegetal en bruto. El Mercosur debe acceder a las góndolas de las nuevas y promisorias cadenas de distribución del gigante asiático

Algún día la economía china se va a desacelerar y seguramente tendrá traspiés en su rápido y sostenido ascenso al desarrollo, pero su peso relativo en la economía mundial seguirá creciendo. La Argentina y Brasil no pueden perder la oportunidad de negociar un acuerdo estratégico de largo plazo con el gigante asiático.

La gran recesión del 2008, de la que la economía mundial no se recuperó (hoy padecemos una recidiva de una enfermedad mal diagnosticada y peor tratada) no fue hasta ahora traumática para los chinos. Cayeron las exportaciones pero intensificaron el proceso de inversión interna. El ahorro interno se volcó a la construcción y a las grandes obras de infraestructura que dominan la escena en las ciudades y articulan el paisaje rural. La tasa de inversión bruta en estos últimos años alcanzó el 50% del producto. El estímulo a la demanda agregada vía inversiones permitió a los chinos mantener la tasa de absorción de la cantera de trabajadores rurales y el superávit de sus cuentas externas, que una súbita apreciación del yuan (pedida a coro por europeos y americanos) hubiera puesto en juego.

Va a costar convertir a los chinos al consumo bulímico posmoderno. Si se resisten, y logran dosificar el paso a un mayor consumo de características modernas, van a terminar consolidando en dos décadas una estructura económica sólida, con algunas grietas sociales (inevitables en todo proceso de desarrollo) y cierta incertidumbre sobre el giro político que tomará el sistema de partido único.

Las tasas chinas de crecimiento sostenido van a desacelerarse cuando empiece a agotarse el stock de mano de obra rural de baja productividad que se traslada a ocupaciones productivas en los centros urbanos, y la expansión económica pase a depender más de la productividad total de los factores.

Las autoridades chinas lo prevén, por eso la fuerte apuesta a la educación de calidad, al sistema meritocrático de selección de universidades y especialidades (a partir del ciclo preuniversitario), y la obsesión por acceder a las tecnologías de punta.

China ya produce trenes de alta velocidad y los exporta, está diseñando aviones de pasajeros para competir con Boeing y reactores nucleares para desafiar a Westinghouse Electric y Toshiba. En menos de 7 años ha construido una red de trenes bala mayor que las que Japón y Alemania tardaron décadas en instalar. Y apenas va por la mitad de un plan de 15 años para tender un total de casi 16.000 kilómetros de vías de alta velocidad que conectan a 24 ciudades grandes.

En Shangai opera el único tren en el mundo que utiliza tecnología electromagnética para desplazarse y recorre un circuito de 30 kilómetros en 7 minutos (con velocidades pico de 440 km por hora). La tecnología es de Siemens, pero China ya investiga cómo reducir costos de manera de lograr más difusión comercial del producto.
Por supuesto, también siguen produciendo seda, textiles de distinta calidad, los tradicionales juguetes y copias de marcas afamadas. Pero la apuesta de largo plazo a la innovación, a la calidad de los recursos humanos y a las tecnologías blandas de organización y sistemas de calidad promete frutos duraderos.

A esta China pujante, la de hoy y la que se viene, no podemos seguir abasteciéndola de proteína vegetal en bruto. Brasil y Argentina, el Mercosur en su conjunto, van camino a convertirse en las “repúblicas sojeras” del siglo XXI. Urge negociar en conjunto una estrategia de largo plazo de mutuo beneficio. El objetivo primario es vender en China proteína vegetal transformada en proteína animal (pollos, cerdos, carne vacuna, leche, manteca, quesos, etcétera) y biocombustibles; el objetivo secundario es acceder a las góndolas de las nuevas y promisorias cadenas de distribución del gigante asiático (“las góndolas de Shangai”). Todavía los productos alimentarios de la región brillan por su ausencia, con la honrosa excepción de algunos vinos chilenos.

China ya está presente en estas latitudes con apuestas de largo plazo en emprendimientos vinculados a infraestructura y recursos naturales. Está presente en la provisión de manufactura tradicional, pero también de turbinas y material ferroviario; y va a competir en la provisión de algunas tecnologías de punta. Hay empresarios y empresas argentinas y brasileñas vinculados a empresas y empresarios chinos. Falta la visión estratégica y la decisión política de avanzar en un acuerdo conjunto de largo plazo que será clave para relanzar la verdadera integración económica de la región.