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Un organismo más

La Celac –la recién creada Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños– no es la primera agrupación fundada con el propósito explícito no sólo de impulsar la unidad regional sino también de mantener alejados a Estados Unidos y Canadá y es muy poco probable que sea la última.

A través de los años se ha formado una variedad impresionante de asociaciones de este tipo –las actualmente mejor conocidas son el Mercosur y la Unasur– que, al dotarse de estructuras burocráticas, han sobrevivido a todos los intentos de remplazarlas por otras supuestamente más apropiadas. Aunque dichos organismos sirven para justificar cumbres, como la que acaba de celebrarse en Caracas, en que los asistentes pueden formular declaraciones para el consumo interno e intercambiar opiniones con sus pares, su influencia en la evolución de los distintos países latinoamericanos y caribeños ha sido escasa. Bien que mal, no existen demasiados motivos para suponer que a la Celac le aguarda un destino diferente.

En Caracas, los más interesados en promoverla como si se tratara de una iniciativa radicalmente nueva eran los presidentes Hugo Chávez de Venezuela y Rafael Correa de Ecuador que, lo mismo que el boliviano Evo Morales, querían asestar más golpes virtuales contra el "imperio norteamericano" armando lo que decían sería una alternativa a la Organización de Estados Americanos (OEA) que, desde luego, está dominada por Estados Unidos a tal punto que a juicio de muchos es una mera dependencia del gobierno de Washington. Por tratarse de una potencia que es mucho más rica que todos los demás países del hemisferio sumados, es sin duda natural que Estados Unidos desempeñe un papel preponderante en la OEA. Por lo demás, procurar "aislar" a los norteamericanos no tiene mucho sentido, ya que por mucho tiempo más seguirán contando con recursos materiales muy superiores a los del resto del hemisferio y a veces lo harán notar.

Aunque es del interés de los norteamericanos disfrutar de buenas relaciones con sus vecinos del "patio trasero", por razones evidentes América Latina no les es prioritaria: tienen forzosamente que preocuparse más por el Oriente Medio, Pakistán, China, otros países de Asia Oriental y Europa, además, claro está, de concentrarse en los problemas económicos internos que tantos dolores de cabeza les están ocasionando. Si bien muchos norteamericanos, y latinoamericanos, se han habituado a pedirle al presidente Barack Obama hacer un esfuerzo auténtico por "acercarse" a América Latina, como juró que haría antes de trasladarse a la Casa Blanca, asegurándole que de lo contrario Estados Unidos experimentaría una dura derrota geopolítica, el que la región no figure entre sus prioridades puede considerarse muy positivo.

De todos modos, en Caracas los únicos mandatarios regionales que cayeron en la tentación de hacer gala de su hostilidad hacia Estados Unidos fueron los ya comprometidos con la "revolución bolivariana" de Chávez. Los demás prefirieron hablar del peligro planteado a la región por la grave crisis financiera que, con su epicentro en la Eurozona, amenaza con modificar radicalmente el panorama económico mundial y con tener repercusiones fuertes en países que se han visto beneficiados por los cambios de los últimos años. Aunque, como es normal en reuniones de esta clase, los asistentes subrayaron la importancia de cerrar filas y de estimular el comercio entre los distintos países de la región con la esperanza de que una mayor integración sirva para atenuar el impacto de la eventual pérdida de mercados en Europa y de una desaceleración del crecimiento chino, es de prever que los acuerdos alcanzados sean bilaterales. Asimismo, puede darse por descontado que, en ausencia de Estados Unidos, de consolidarse la Celac quienes llevarían la voz cantante no serían los bolivarianos, cuyos países no están en condiciones de contribuir mucho a la prosperidad regional, sino los brasileños. Sin asumir posturas agresivamente contrarias a Estados Unidos, los sucesivos gobiernos brasileños siempre han favorecido las asociaciones regionales limitadas a los países latinos y caribeños por entender muy bien que los ayudarán a establecer su hegemonía, pretensión que, desde luego, nunca ha contado con el apoyo de la Argentina.