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Un final que quemó todos los papeles

*Por Pablo Ibáñez. Los siete mil votos con los que el PJ destronó, el domingo, a la UCR en Catamarca fueron el combustible original de una hoguera donde se incineraron diagnósticos y estrategias que la Casa Rosada y los clanes opositores trazaban sobre la maratón electoral que deriva en octubre.

La biopsia de la elección forzó a ganadores y a perdedores a resetear todos los planes. El Gobierno, inoculado de triunfalismo, se tentó con imaginar un tránsito menos accidentado hacia la reelección, que creen irreversible, de Cristina de Kirchner.

La oposición empezó a palpitar un cataclismo. Catamarca, como una pequeña Perico -aquel pueblo jujeño que, cómicamente, el menemismo invocó para tratar de disimular una derrota- brotaba como una trinchera para frenar, en las urnas, los aires de favoritismo K.

Una derrota de Lucía Corpacci -sin explorar, incluso, los componentes particulares- hubiese servido, como mínimo, para contradecir el teórico renacer kirchnerista. La victoria del peronismo, cuyo origen no es unívoco, derrumbó aquella fantasía.

Apenas 20 días atrás, la Casa Rosada y, sobre todo, los cuarteles anti-K, pronosticaban un inicio perdidoso de la Presidente: debut con derrota en Catamarca, goleada en contra en Chubut y luego un triunfo ajeno, en Salta, de Juan Manuel Urtubey.

Ese derrotero empujó a Cristina, por sugerencia de Florencio Randazzo y de Juan Carlos Mazzón, a modificar el calendario histórico de La Rioja: Luis Beder Herrera, a priori imbatible, convocó las elecciones para mayo para contrarrestar esa ola negativa.

Todo cambió o, por lo pronto, quedó en suspenso. Por eso, para el colectivo opositor, Mario Das Neves aparece, en estas horas, como un cruzado, como si fuese la última muralla para impedir que la marea K se expanda sin contemplaciones, de punta a punta.

Das Neves, ayer, explotó ese antagonismo. «Voy a vencer a Cristina para que quede claro que yo soy el único dirigente que le puede ganar», ensayó una ofensiva el gobernador. Le habló al universo anti-K, con el que comparte una incierta interna del Peronismo Federal.

Anoche, en Casa Rosada, eufóricos por el festejo de Catamarca, repasaban el ajedrez chubutense. Tabularon la provincia según las ciudades de más peso. Se detuvieron en un factor: a diferencia de la provincia norteña, en Chubut el peronismo está dividido.

Sobre ese ejército, en estos días la Casa Rosada desplegará un menú de seducciones. ¿Cómo resistir, se autoconvencen los operadores K, esas tentaciones? «A los peronistas -se ufanó un experto en esos encantamientos- nos cuesta mucho estar lejos del poder».

Un paseo por Catamarca confirma la tesis. La intriga sobre cómo se ordenará, en el Gobierno, el mix de sectores y jefaturas que es el PJ local la resolvió un cacique con una cita sui géneris a El Padrino. «Prefiero tener que pelear sobre cómo repartimos el poder antes que pelear sobre por qué perdimos».

A modo de ejemplo, advierten sobre los movimientos de Felipe Solá. Mencionan su determinación de no competir en la disputa del Peronismo Federal -interna que bracea contra el peligro de la intrascendencia- y revelan que el ex gobernador retomó antiguas confidencias.

Calendarios

En Gobierno esperan, con las semanas, dominar otras rebeliones. Una llega desde Córdoba. En esa provincia Juan Schiaretti y José Manuel de la Sota discuten la conveniencia de su calendario electoral: desdoblar o empalmar la votación con la presidencial.

El borrador que tiene el gobernador anota dos fechas: 31 de julio o 7 de agosto. Tensiona, en tándem con De la Sota, para resolver un entuerto: la pretensión de la Casa Rosada de darle una colectora K a Eduardo Acastello.

Una boleta bis, en paralelo a la nacional, derrumbaría las pretensiones del peronismo de retener el control de la provincia. Anticipar la elección lo podría privar del potencial arrastre de la candidatura de Cristina y dejar el Gobierno en manos de Luis Juez o el radicalismo.

Ayer, luego de repasar el caso Catamarca, Mauricio Macri clausuró el debate por la simultaneidad porteña. Dijo, ante su círculo de colaboradores, que «lo natural» es que la Ciudad vote en fecha distinta a la presidencial y que, por ahora, así se hará.

¿Fecha? Planea formalizarlo al regreso de su viaje por EE.UU. y Francia, pero sería después de que voten Santa Fe -24 de julio- y, si adelanta, Córdoba. «Yo soy candidato a presidente», repitió, ayer, ante dos auditorios distintos: su gabinete y su mesa política.

Más intensa fue la reacción de la UCR. Ernesto Sanz tuvo un domingo fatídico: sus candidatos perdieron las internas radicales de San Luis y de Río Negro -donde ganó un radical K, asunto que encendió alarmas cerca de Carlos Soria- y viajó a Catamarca a un festejo que nunca fue.

Sanz derramó sobre el papel el aprendizaje de ese día bravo. Hizo, con sus modos educados, un llamado a unir a toda la oposición. «Para ganarle al oficialismo en octubre, tenemos que hacer más y sumar más». Voceó, además, lo que se percibía pero que en Catamarca explotó en la caída de la UCR: «Solos con el radicalismo no llegamos».

Chubut revelará la dimensión de otras soledades.