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Un cambio de época

*Por Luis Esterlizi. Es fundamental tomar conciencia de que este cambio de época ha llegado para quedarse y que será imposible gobernar sin el protagonismo de la sociedad.

En la historia de los pueblos, el transcurrir de acontecimientos de gran magnitud, sobre todo de orden político-social, que horadaban las condiciones existentes en el mundo y pergeñaban cambios estructurales de carácter general, constituyó lo que muchos denominaban una "época de cambios".

Esos procesos preanunciaban mayoritariamente instancias favorables a la evolución de los pueblos en la lucha por su plena realización, casi siempre interrumpida o descalificada por el obrar de oscuros designios, propios de los hombres alejados de sus esencias humanas y cristianas.

El individualismo sobrevaluado por una ambición enfermiza fue dándole forma al accionar clasista y sectario de grupos y corporaciones que, asumiendo el papel rector en el mundo, en un país o región, terminaron por ser claras expresiones de una ideología propia de las elites y netamente contraria al pensamiento y obrar de los pueblos. Por eso, debemos hablar ahora de un cambio de época; época que instala la hora de los pueblos.

Etapa tradicionalista. En la actualidad, vivimos la etapa "tradicionalista", casi calcada de anteriores experiencias democráticas, en las que, más allá de algunos cambios en la formalidad de los procedimientos electorales, las decisiones importantes siguen dependiendo –en la mayoría de los casos– de algunos grupos privilegiados.

¿Es posible gobernar sin el concurso organizado de la sociedad o comunidad? ¿Es factible establecer un plan de metas para el crecimiento y desarrollo de un municipio o de una región sin que esté contemplada la participación y el involucramiento de la sociedad? ¿Pueden los candidatos y los votados ser los mesías salvadores que, por sus condiciones excepcionales, pongan fin a la inseguridad, restituyan la escala de valores perdidos, produzcan el reordenamiento de las actividades integrando de manera equitativa a todos los sectores, recuperen las administraciones del Estado con actitud de servicio, sin que la sociedad sea el factor principal y excluyente de los nuevos tiempos, que marca efectivamente un cambio de época?

Algunos siguen hablando de una época de cambios, aunque la realidad nos muestra un panorama similar a épocas pasadas, más allá de los que intentan subsistir mediante modelos en apariencia innovadores y progresistas.

Con la comunidad. Más allá de valorar el crecimiento económico y las metas conseguidas, es necesario prever lo que nos puede deparar un mundo en conflicto y las consecuencias derivadas del reacomodamiento internacional.

Frente a este dilema, los que gobiernen deberán habilitar el camino del trabajo mancomunado entre el Estado y la comunidad nacional, para concretar las transformaciones estructurales que son imprescindibles, si es que existe la decisión de terminar con las políticas que destruyeron la escala de valores, las sanas tradiciones, el sentido de la familia, la solidaridad social, los sueños de grandeza y un Estado de bienestar.

Es fundamental tomar conciencia de que este cambio de época ha llegado para quedarse y que será imposible gobernar el presente y diseñar el futuro sin el protagonismo consecuente de toda la sociedad, única posibilidad de superar de manera definitiva los umbrales de la decadencia ética y moral que sacude a los regímenes que se apoyan en la decisión de unos pocos, muchas veces acometida por intereses ajenos a los que verdaderamente expresan sus propias comunidades.