DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Triste récord: ¿por qué el caso de Nahir Galarza podría quedar en la historia de la Justicia argentina?

Desde la vigencia del Código Penal actual, nunca una chica de menos de 20 años fue condenada a perpetua en la Argentina.

Por Héctor Gambini, extraído de Clarín

Cuando le disparó a su novio, una noche de verano en Gualeguaychú, Nahir Galarza no imaginó que podía entrar en la historia criminalística argentina.

Clorinda Sarracán tenía 26 años cuando un tribunal porteño decidió que sería colgada en la Plaza de Mayo. Se salvó porque los vecinos de Buenos Aires juntaron 7.000 firmas -de los 90.000 habitantes que tenía la ciudad en 1856- y porque su hábil abogado -Carlos Tejedor, luego autor del Código Penal- deslizó que la condenada podría estar embarazada.

Clorinda estaba casada con un artista italiano de 60 años con el que vivía en Santos Lugares. Tenía 5 hijos y un amor secreto con el capataz del campo, un hombre más joven, con quien planearon el asesinato del pintor.

Los sentenciaron a la horca, pero la hipótesis de un embarazo en curso hizo posponer la decisión hasta que se cambió la ley y se derogó la pena de muerte. Clorinda terminó condenada a 10 años de cárcel.

Cuarenta años después, en Quequén -una localidad rural frente a Necochea-, una mujer llamada Francisca Rojas fue hallada herida en la garganta junto a sus dos hijos muertos, en su casa. Ella acusó a un vecino de haberlos atacado a los tres con una pala, luego de que ella se negara a entregarles a sus hijos, un varón y una nena de 6 y 4 años, para que el hombre se los llevara a su ex marido.

En el relato de los hechos, agregó que el asesino se había apoyado en la puerta de madera antes de irse. Y allí estaba la marca de cuatro dedos ensangrentados.

Lo que Francisca no sabía era que la Policía de la Provincia estaba desarrollando un sistema creado por un joven oficial nacido en Croacia como Iván Vucétic -anotado en la Argentina como Juan Vucetich- para identificar a las personas por las huellas digitales.

Las marcas en la puerta eran de ella y Francisca terminó condenada: al verse descubierta, confesó que ella misma mató a sus hijos para no dárselos a su ex marido y que luego intentó suicidarse pero sólo se hizo un corte superficial en la garganta porque no se animó.

Como la pena de muerte había sido derogada tras aquel caso de Clorinda Sarracán, la condenaron a "penitenciaría por tiempo indeterminado". Tenía 27 años y fue la primera persona condenada en el mundo por la evidencia de sus huellas digitales. Después de eso, el método infalible de Vucetich -las huellas dactilares son únicas de cada individuo y no se repiten ni en los gemelos idénticos- fue adoptado por el sistema penitenciario de Nueva York (1903), por el Ejército de los Estados Unidos (1905) y esparcido mundialmente por la Academia de Ciencias de París (1907).

Noventa años después, Claudia Sobrero, de 21 años, se transformó en la primera mujer en ser condenada a perpetua más reclusión por tiempo indeterminado contemplada en el Código Penal actual, que no existía cuando fue condenada Francisca Rojas, en 1894. El Código Penal -que quizá se reforme este año- fue promulgado en 1921.

Claudia participó del asalto y asesinato al dibujante Lino Palacio y su esposa, en 1984. Estuvo presa 21 años, hasta que salió en libertad condicional en 2006 y volvió a ser detenida al año siguiente por un robo callejero.

Cuando salió otra vez, en 2012, se transformó en la mujer en pasar más tiempo encarcelada en la Argentina: 27 años.

Nahir Galarza enfrenta ahora la posibilidad de una condena a perpetua con sólo 19 años, algo que nunca ocurrió antes para una mujer. Eso podría darse únicamente si la Justicia determina que ella tenía una "relación de pareja" con la víctima o si actuó con premeditación.

El juicio en Gualeguaychú fue una verdadera lucha dialéctica de la defensa de Nahir por negar la relación de pareja y afirmar la situación "accidental" de los balazos, aunque la pistola 9 milímetros del padre de Nahir fue disparada dos veces. La segunda bala que "se escapa por accidente", según Nahir, es el punto más flojo de su posición.

Esta estrategia acerca de que "todo fue un accidente" -desde una relación que Nahir encasilla casi "casual" con la víctima (aunque fueron juntos de vacaciones a Rio de Janeiro con la familia de ella) hasta la secuencia de los disparos- no termina de encajar en los argumentos de su defensa acerca de que se trataba de una relación atravesada por la violencia de género.

Un accidente es un accidente igual aunque la autora de los disparos fuese maltratada por su novio. La presunta relación tormentosa que Nahir se empeñó en describir -desmentida por unos testigos y apoyada por otros- explicarían un asesinato intencional (por defensa, por emoción violenta, por estado de shock ante el maltrato constante) pero no un accidente.

La violencia de género sería un atenuante para un homicidio intencional, y eso hundiría la controvertida hipótesis del accidente pero a su vez correría a Nahir del fallo histórico de la perpetua hacia una pena menos dramática.

Tan lejos de los tiempos de Urquiza (presidente durante el caso Sarracán) Sáenz Peña (presidente durante el caso Rojas) o Alfonsín (cuando mataron a Lino Palacio), la Justicia de Gualeguaychú decide este martes si esa adolescente rubia que lloró, jugó con su pelo o se pintó las uñas frente al tribunal durante las últimas semanas entra a formar parte de la historia criminalística argentina. O se queda en la puerta.