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Tres ciudades linderas al polo petroquímico reclaman una mejor calidad de vida

Una vez más el problema de los malos olores inquietó a pobladores de la Región en un fenómeno que fue atribuido a emanaciones del polo petroquímico local y que movió a la intervención de distintos organismos municipales y provinciales.

Como se sabe, se trata de un problema recurrente que debería ser objeto de rigurosos análisis para determinar de dónde provienen y adoptar, de acuerdo con esas comprobaciones, las medidas que resulten necesarias.

En esta oportunidad un olor ácido y penetrante invadió a distintos barrios y provocó irritaciones y picazones en muchos pobladores, algunos de los cuales sufrieron mareos y molestias en el estómago. Tal como lo señalaron a este diario, los vecinos se comunicaron con Defensa Civil y el 105, la llamada línea verde de la Agencia Ambiental platense.

Esta dependencia, a su vez, convocó al lugar de las denuncias a un laboratorio móvil del Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS). Los técnicos de la repartición bonaerense testearon la eventual presencia de compuestos contaminantes como amoníaco, sulfuro de hidrógeno, dióxido de azufre, acetona, ácido clorhídrico, mercaptanos y benceno entre otros, con resultados negativos, según se informó extraoficialmente.

Al mismo tiempo un fiscal platense inició de oficio investigaciones tendientes a determinar si las emanaciones pudieron ser consecuencia de la comisión de algún delito, de un derrame, vuelco o de un venteo indiscriminado de alguna sustancia tóxica o residuo contaminante.

Sea como sea, la preocupación de los vecinos resulta comprensible y justificada. Los penetrantes olores que invadieron la atmósfera podrían tener origen tóxico y efectos nocivos. Al desconocerse su procedencia, cualquier conjetura resulta válida y alimenta la inquietud.

En muchas ocasiones anteriores, en los que se constataron emanaciones similares, tampoco se pudo precisar cuál fue la fuente contaminante. Ello, a pesar de que lo que está en juego es una cuestión altamente sensible. Buena parte de nuestra región convive con el temor a las consecuencias de la contaminación ambiental y la reiteración de estos episodios potencia esa sensación. Además, podría ser que efectivamente se trate de una amenaza para la salud pública. No se trata, entonces, de ser alarmistas sino de exigir una intervención oportuna y eficaz de los organismos de contralor para despejar dudas.

Cabe esperar que -más allá de este caso concreto- la experiencia contribuya a ajustar los sistemas de control y verificación para que, en esta materia vinculada a la protección de la salud y del medio ambiente, se puedan ver progresos tangibles. Linderas a un enorme polo petroquímico, La Plata, Berisso y Ensenada reclaman certezas y, también, mayores márgenes de seguridad que garanticen su calidad de vida.