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¿Tanto te piden?

“Aquellos que pueden hacerte creer absurdos,  pueden hacerte cometer atrocidades” - Voltaire.

Tenés que estar dispuesto a todo. A arrastrar por los sumideros de la Historia cuarenta años de profesión; a despilfarrar ese módico  prestigio que da una que otra frase feliz. Te tiene que importar tres belines someter a tu familia a la burla y el escarnio; echar tu apellido a la mayor deshonra; claudicar en casi todas tus ideas y convicciones; volverte un obsecuente impúdico; mostrarte como un vil, melindroso y temblante. Tenés que predisponerte a casi cualquier cosa… menos a meter la mano en el bolsillo. Porque eso si, ambicioso ante todo. ¿Qué digo ambicioso? Codicioso. Angurriento. Avaro.

Todo eso tenés que ser… y más, para, por ejemplo, asegurar queA Nisman lo mataron… lo sé porque no estaba vestido para suicidarse”. De esta manera, palabras más, palabras menos, el escritor Federico Andahazi, (best seller premiado en su momento por su novela El Anatomista) explicó -en un programa televisivo que no vale la pena mencionar-, su teoría sobre el asesinato de Nisman

Lo mismo ocurre con un tipo que hace más de 35 años que anda girando por las redacciones de algunos medios gráficos (yo lo tuve de colaborador en Play Boy) pero que hace bastante tiempo ya, ha recalado en La Nación. Hablo del funesto Pablo Sirvén, quien pasó de hacer crítica de televisión a analista político sin estaciones intermedias.

En la última semana publicó un tuit que rezaba: “
No se me ocurriría decir que @alferdez (cuenta de twitter del presidente Alberto Fernández) está de vacaciones porque se queda en Mar del Plata hasta el lunes. Lo llamativo es que no lo marquen los que antes se rasgaban las vestiduras cuando Macri iba un finde a Chapadmalal”. Claro que Fernández no estuvo ni 12 horas en Chapadmalal y las usó para reunirse con referentes de la industria del espectáculo y analizar la temporada, o sea, laburo, no reposera. Y se lo aclaró al periodista de la Tribuna de Doctrina: “@psirven, sin ánimo de abrir una polémica. Fui y volví en el día a Chapadmalal. No busco discutir cómo se califica ese viaje en el que tuve, también reuniones de trabajo. Sólo busco proponerte que colabores en poner fin a los debates que dividen. Solo eso. Muchas gracias”. Lo que provocó un rotundo mutis por el foro, ya que de teatro estamos hablando.

Y hay mas, muchas más, de estas rodadas de personajes reconocidos. Algunos de ellos considerados notables (aunque no me parece que pasen de notorios) como, por ejemplo, el escritor Juan José Sebreli, quien el un reciente reportaje volvió a la carga con su idea de que “El peronismo va a desaparecer” y, aclaró que está seguro que va a ocurrir porque “no hay cosa que dure cien años”… Por suerte nadie salió a responder a esa verdad tan científicamente probada. Nadie le dijo que la intelligentzia vernácula hace más de 70 años que viene anunciado ese final, sin suerte. Es más, nadie le recordó que, como oráculo, él viene fallado. 

Otro notable al borde de un ataque de nervios resultó del el “buenazo” de Luis Brandoni, que se desgañitó gritándole “asesina, asesinaaa” a la vicepresidenta Cristina Fernández durante la marcha que realizaron las viudas de Nisman en ocasión de conmemorarse un nuevo aniversario del memorable día en que Sara Garfunkel, sacó toda la plata y la documentación de las cajas de seguridad que compartía con el fiscal suicidado (anche la colita de cuadril del freezer… ¡qué símbolo!). 

Lo notable es que éste y otros tantos casos de personalidades que se han construido durante décadas, se timbéen su buen o mal nombre (andá a saber), en una apuesta tan absurda como estéril. Porque, aunque Andahazi haya cobrado 10 millones de pesos por 9 capítulos de un programa que nadie vio, o Sirvén haya pasado de tachero a astronauta sólo por decir “toc toc soy la Historia” en un reportaje que a María Eugenia Vidal le debe haber costado buena parte de los 5.000 millones de pesos que dilapidó en cuidar su imagen, nadie puede creer que por esos compromisos vencidos les exijan tanto. Lo mismo al Beto -que supo ser un buen dirigente sindical del gremio de actores-, ni al filósofo de la homosexualidad en las hinchadas de futbol.  La tarea de troll humano no debe ser grata para nadie salvo que se la alimente de un mix de corruptelas varias sazonada con extrema posición ideológica sobre un colchón de finos odios. 

Así y todo, es difícil comprender cómo estos individuos, y muchos otros, más o menos famosos, más o menos conocidos, mantengan encendido el fuego de un discurso provocador y beligerante, alimentando esas llamas con su propia honra. Cómo no pueden ver que se incineran a lo bonzo y, que a los pocos a los cuales la historia recuerde, será para tratarlos poco menos de idiotas útiles al servicio de otros que nunca se ensuciarán ni las manos ni la reputación. 

Mentirosos en tiempos de posverdad, alborotadores módicos que la van de demócratas, republicanos a los que las res pública les res-bala, productores de efectos para que los medios concentrados construyan un concepto, casi siempre destituyente, casi siempre antipopulista. Parafraseando al propio Brandoni, “Ahí los tenés, a los…” 



 

 

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