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Susana Malcorra candidata a secretaria general de la ONU: Marcos Peña, su vocero

Lo que busca en estas horas el gobierno es el formato del anuncio, porque debe hacerlo con la elegancia de quien juega una carta que, si fracasa, no debe tener costos.

Marcos Peña será el vocero, en las próximas horas, del respaldo del gobierno a una candidatura de Susana Malcorra a secretaria general de la ONU, proyecto que preexiste a la actual administración pero que la Casa de Gobierno considera suyo. En la última semana, después de recibir señales positivas desde Londres, el oficialismo se ocupó de plantar el tema en la agenda en la última semana con un énfasis poco común. Sólo lo explica la búsqueda de prestigio en un terreno que aprecia mucho la constituency del macrismo, las relaciones internacionales, en particular con llamado primer mundo.

En dos reportajes que dio la canciller en la residencia del embajador en Londres que se conocieron (que ayer visitó un campamento de refugiados en el Líbano, foto)el fin de semana - El País, por John Carlin, Clarín, por María Laura Avignolo - Malcorra dijo que "el presidente va a decir algo sobre eso en los próximos días", presumiblemente el viernes. Anoche en el cóctel de la embajada de Italia en honor de la representación de empresarios de ese país, los más enterados avalaban que quien hablará de eso será el jefe de gabinete.

Lo que busca en estas horas el gobierno es el formato del anuncio, porque debe hacerlo con la elegancia de quien juega una carta que, si fracasa, no debe tener costos. En temas internacionales, el fracaso siempre está cerca del ridículo y es lo peor para un gobernante. La elección del/la secretari@ general de la ONU ocurrirá recién en noviembre y nadie tiene seguridad de que esa postulación prospere, El gobierno medirá las palabras para decir que el nombre de Malcorra tiene el apoyo del gobierno para una dignidad altísima y que el hecho mismo de que esté en carrera ya es un triunfo de la diplomacia argentina en el mundo Y si sale mejor, pero que, si no sale, no debe verse eso como un fracaso.

En estos días Malcorra recorre los países que pesan en el Consejo de Seguridad, cuyos miembros tienen poder de veto sobre el nombre de los postulantes. En el gobierno ponderan la visita que hizo la funcionaria a Londres, en donde el canciller inglés se interesó sobre esa candidatura. Nadie dirá qué opinión dio el anfitrión, Philip Hammond, pero al salir había regocijo en la delegación.

Tanto como si le hubieran dado un apoyo. Preguntamos por las razones, y la respuesta es resbaladiza: porque los ingleses creen que Malcorra representa en muchos temas la visión de Gran Bretaña, incluso sobre la de los Estados Unidos, país al que la han vinculado sus críticos. For the record: debe haber ayudado una frase que dijo la funcionaria a otro reportaje, esta vez al Financial Times: ""Malvinas no es más el tema principal con Gran Bretaña". Por si quedasen dudas, avanzó con audacia: "Las islas son aún una prioridad porque están en la constitución. Si abandonase el reclamo, estaría poniéndome contra la constitución". Es algo así como que en el tema Malvinas actúa porque la obliga el reglamento. Y remató: "Pero tenemos que explorar el diálogo y la complementación más allá de Malvinas".

En ese diálogo Malcorra se permitió una crítica a su amiga Cristina de Kirchner - que antes de dejar el gobierno había mandado a la cancillería a buscar votos para su candidatura a la ONU - cuando dijo que el gobierno anterior se había " "over focused" con las Malvinas.

Logrado el apoyo inglés, el gobierno habilita la vocería para comprometerse con el proyecto Malcorra, que preexiste al actual gobierno, y así se lo dijo la canciller a Macri cuando le ofrecieron el cargo. El presidente aceptó la condición de la postulante de seguir con su candidatura; que aceptase el cargo valía mucho más que esa restricción. De hecho, fue la designación más celebrada por el público de todo el gabinete por el prestigio de la empresaria. Además, ¿qué mejor para un presidente que un ministro le avise que en cualquier momento se irá en un gremio en el cual a los funcionarios hay que sacarlos con la policía de sus poltronas?

La importancia del respaldo inglés es tal que explica la multitud de reportajes y algunas presencias en la comitiva de Malcorra, como la del secretario presidencial Fulvio Pompeo, el comisario de Macri sobre la corporación diplomática.

El proyecto ONU tiene la provisoriedad de toda apuesta al futuro. Malcorra tiene que superar la condición, incontrolable para el gobierno, de que la candidatura de Irina Bokova por los países de Europa del Este (región de turno para proveer el cargo de Ban ki Moon) caiga por falta de apoyos. También el arbitraje de su candidatura -en caso de que el turno pasase a América Latina - con otras damas como la mexicana Alicia Bárcenas, la colombiana María Ángela Holguín o la también argentina Virginia Gamba, que no tiene por ahora el apoyo de la Argentina, pero que cuenta con un tácito aval del Consejo de Seguridad, que la ha designado a cargo de la comisión de Inteligencia para investigar delitos con armas químicas en Siria.

Esta candidatura entusiasma al gobierno porque lo muestra jugando en las grandes ligas. Cree que es una pelea digna de disputarse e imagina que sería un beneficio objetivo para la Argentina tener ese cargo, como lo es que Francisco sea Papa, que la Corte Penal Internacional sea presidida por Silvia Fernández de Gurmendi o que Messi sea Messi. Pero también levanta el ánimo de muchos que quieren provocar la vacante en la Cancillería para ocupar la posición. Gira una ansiosa calesita de nombres reclama dosis reforzadas de lexotanil. Sobran candidatos a canciller y se acumulan las facturas hacia Malcorra, que se ha distanciado de quienes la llevaron al cargo, que le reprochan la exagerada pasión que le pone a su proyecto ONU y algunas medidas que ha tomado.

Algunas son responsabilidad de ella, como recostarse sobre la familia radical de la cancillería, que es muy importante. De otras, sólo paga el costo, porque siguió instrucciones de Olivos. Es el caso del bochornoso retiro de la candidatura del médico Claudio Zin para ser embajador en Suiza. El gobierno de ese país observó los títulos del ex ministro de Salud de Daniel Scioli por su condición senador italiano en representación de los emigrantes de América Meridional. O es una cosa, o es otra, y más cuando el mandato no ha terminado (con cinco años, vence en 2019) dijo el suizo, y retiraron los papeles. Además, preguntaron, ¿es italiano o argentino? Decídanse. Le cuesta al temperamento helvético entender que en países de inmigrantes - algo que en Suiza está cerca del tabú - o con conflictos que motivan exilios, las nacionalidades sean cambiantes. Carlos Bettini fue embajador argentino en España con la nacionalidad española; Héctor Timerman fue embajador y canciller, pero después de renunciar a la ciudadanía estadounidense que había adoptado cuando se exilió.

La vacante en esa legación fue comentada anoche en la embajada italiana porque es muy atractiva para los diplomáticos de carrera y también para los de paseo. Para éstos es una beca en un hermoso país, que está en tope de los países con mejor calidad de vida del mundo. Para los primeros, es el centro de grandes debates, aunque en ese país los concentra la representación ante los organismos internacionales en Ginebra.

Para ese reemplazo se escucharon anoche nombres notables. Uno es el de Guillermo González, que fue representante en Ginebra (presidencias Menem-De la Rúa), embajador en Estados Unidos (De la Rúa) y también en Suiza (gestión Duhalde). Es una de las estrellas de la profesión, respetadísimo, y Malcorra lo convocó para el servicio activo apenas asumió. Si no va a Suiza, por lo menos será consultado.

Otro nombre que se escuchó para esa embajada fue el de Virginia Gamba, que en setiembre termina su misión en Siria y que tiene experiencia en desarme y ha tenido funciones en la ONU en Ginebra. Hoy reparte sus tareas en la investigación de los delitos en Siria entre Nueva York y Holanda. Allí tuvo el último contacto con el gobierno, cuando estuvo en esa ciudad el vicecanciller Carlos Foradori.

Zin había recibido la nominación como un premio por la colaboración que dio a la candidatura de Cambiemos moviendo votos que lo habían apoyado a él y al diputado por los oriundi Ricardo Merlo, que también tiene una factura (política) a cobrar por esa changa. El consuelo para Zin es que el sueldo de senador italiano es mucho más alto que el de embajador argentino. Su primera demanda fue por la embajada en Roma, pero enviaron allí a Tomás Ferrari, quizás por las mismas razones que frustraron el cargo suizo.