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Radicales inconformes, peronistas perdonables

Bipartidismo alterado por el macrismo y el kirchnerismo.

escribe Oberdán Rocamora
, especial
para JorgeAsísDigital

Dos corrientes alteran el inacabable bipartidismo peronista/radical.

Primero, el macrismo que gobierna. Es el depositario de las calificadas ilusiones de normalidad. El PRO absorbe lo que queda de la Unión Cívica Radical, el "partido centenario" que contiene militantes desconformes que se rebelan. Movilizados por la utopía de conseguir mayor participación. Puestos ejecutivos de responsabilidad. Al menos para justificar la estampilla que les pega el portal, a través de la suave ironía que no les divierte.

"Cada vez que los radicales leen Tercer Gobierno Radical insultan", confirma la Garganta radical. Legislativa.

Aunque un antiguo caudillo algo deteriorado agrega la autocrítica:
"Pero si gobernáramos los radicales el gobierno estaría mucho peor".

Segundo, el kirchnerismo acosado que oposita. Es la vertiente patológica del peronismo. En su bochornosa caída, arrastra al peronismo que hoy se empecina en negarlo. Ningunearlo. Espantarlo. Con la autocrítica también latente:

"No podemos ahora desentendernos", confirma la Garganta peronista.
Desde aquí también se impugna al cronista. Sobre todo porque escribió sobre la táctica eficaz del adversario. Puso:

"Atacar al kirchnerismo para acabar con el peronismo".
Como si la patología de la vertiente resultara fundamental para acabar con el cuerpo que la contuvo.

La derecha impotente, la izquierda marginal

En los respectivos extremos, suelen desgastarse la derecha impotente y la izquierda marginal.
Mantienen, en común, cierta carencia de representación, mientras el bipartidismo de centro, radical/peronista, se fragmenta.

Les falta la representación natural que produzca liderazgo. Entonces, a derecha e izquierda, alquilan los líderes. Los toman prestados.

Lo más denso que logró construir la derecha repentinamente democrática, hasta aquí, fue la clásica Unión de Centro Democrático. La UCD de la familia Alsogaray, sinónimo del liberalismo.
Aquella derecha de la UCD necesita hoy invariablemente reencontrarse en Macri.

Por otra parte, sexagenarios de la izquierda desencantada, obstinada en el pragmatismo progresista, supieron entusiasmarse con Kirchner, quien les retribuyó con retórica humanitaria y cientos de presos. De los presos de Lesa, que no se habla (cliquear).

Hasta que llegaron a diseñar a Kirchner como un "líder de culto", un revolucionario. Líder prestado que les cumplía.

Ahora, en la caída, esta izquierda más desencantada trata de encontrar, con suerte imposible, su lugar. Es tarde.

Y es precisamente en esta caída del progresismo kirchnerista cuando la otra izquierda convencida, la marginal, de obrerismo trotskista, supone encontrarse en las vísperas de otra oportunidad histórica. Alucinaciones permanentes derivadas de la idea de la permanente Revolución.

El desplazamiento

Pero aquí se produjo un desplazamiento superior. Es el tránsito de Macri.
Desde la prioridad inicial de construir el frente con los peronistas, Macri salta hacia la prioridad del frente con los radicales.

La voltereta de Cambiemos desubicó con exclusividad a los peronistas perdonables que lo acompañaban a Macri para hacerlo cabeza de su frente.

Son los que legitiman la persistencia en la adscripción a Macri en virtud del mal. Como consecuencia del mal. O sea del kirchnerismo.

Por la mera presencia de kirchneristas que se aferran al peronismo invertebrado, sin identidad (cliquear).

Pero el desplazamiento audaz de Macri influye también en los liberales que supieron emocionarse antes con Menem. Hasta ser atraídos, en cierto modo, por la explosión cultural del peronismo.

"El Turco Menem era otra cosa, un peronista distinto", confirma la Garganta Liberal.
Para huir espantados del peronismo, después de Kirchner.

Ahora, por el viraje de Macri, los culposos derechistas liberales deben compartir, con los radicales, las nociones precipitadamente aprendidas de economía de mercado. Sin definirse, siquiera, como derecha. Como si asumieran, en la batalla conceptual, la derrota.

Es llamativo, o por lo menos es curioso. Pero los sobrevivientes de aquella derecha de Alsogaray se llevan mejor con el populismo de los peronistas que con la socialdemocracia de los radicales.
"Con los radicales no podés avanzar nunca", continúa la misma Garganta. "Sólo quieren cargos".

Por lo tanto es significativo que los radicales se sientan doblemente desconformes. Entramados en un gobierno de derecha que no los representa, pero que tampoco les cede espacios. Y paulatinamente los vacía.

Entonces los radicales inconformistas se alarman cuando Macri, como su par la señora María Eugenia Vidal, demuestran que se sienten mucho mejor con los peronistas. Los que les llegan, por la ventana, con el cuento de la gobernabilidad. Y les retribuyen con más lugares de privilegio.

Ahora, acaso para apretar, los radicales inconformistas amagan ir con fórmulas propias en las próximas elecciones. En 2019, pero también -aprietan- en 2017.

Ensalada del bipartidismo

Prosigue, en el fondo, la ensalada del bipartidismo radical/peronista. Pero mezclada hasta la desprolijidad o la confusión. Es un conglomerado que no termina de clarificarse con la infructuosa búsqueda de una renovada identidad.

Como lo indica el recetario macrista, con su recurrente vaciamiento ideológico:
"La nuestra es una nueva manera de hacer política".

Extrañamente superadora del radicalismo anquilosado y del peronismo sin rumbo.
Como si Macri, desde la insustancialidad (cliquear), estuviera más cerca que aquel Alfonsín. De conformar el Tercer Movimiento Histórico.

Aparte, los peronistas y los radicales se retroalimentan recíprocamente a través del fracaso del otro.
Con el riesgo pavoroso de admitirse que el máximo mérito del Tercer Gobierno Radical -que preside Macri (con los radicales inconformistas y los peronistas perdonables)-, consiste en el efecto desastrosamente comparativo (cliquear). En un contrapunto con lo anterior. El contraste redituable con la patología perniciosa del gobierno kirchnerista. El mal.

"Este será un gobierno de pavos pero es mucho mejor que el anterior de los cretinos", confirma otra Garganta.

Abrumados por las sucesivas chambonadas del TGR. Por el amateurismo que se atenúa gracias a los generosos escándalos del epílogo kirchnerista.

Fastidiados con las recurrentes improvisaciones, que se simbolizan en el laberinto absurdo de las cuentas de gas.

Papelones de similar intensidad

En efecto, el papelón inicial del gas lo conduce a Macri a equipararse con aquel papelón inicial de Kirchner.

El cuento de los chinos (los tahúres que venían de Macao. Los que llegaban con 20 mil millones de dólares, para salvarlo).

Pero Kirchner, desde el poder, logró recomponerse pronto del papelón que rebelaba la grave potencia de sus limitaciones.

Desde el poder, Macri también puede recomponerse pronto de la idea tan deplorable que hoy brinda su gobierno "de ensayo y error".

Como la idea que descalificaba a Kirchner. La versatilidad para el desconocimiento.

En Macri impera la deleznable convicción de generar un gobierno de improvisados.

"Menos mal que no estamos en guerra. Si estos ni pueden avanzar con el aumento del gas. Se traban", descalifica otra Garganta.

Inexorablemente, con la exhibición impiadosa de voluntaristas empeñados en el aprendizaje desde la gestión, comienza atenderse al posible recambio. A la oposición peronista que se encuentra en la plenitud de la desbandada.

El peronismo invertebrado ya no consigue ni repeler ni absorber. Ni aunque sea a anular. A la vertiente patológica del kirchnerismo, que se desintegra mientras lo arrastra.

El obsesivo tratamiento de los medios remite a las calamidades del pasado reciente. El que los peronistas no pueden enfrentar. Prefieren eludirlo.

El desfile implacable de los escándalos consolida el objetivo espantoso de la resignación. Para que se aguanten, en silencio, las frivolidades del Tercer Gobierno Radical.
"Más soportables que los cretinos".

Macrismo y Kirchnerismo, por lo tanto, alteran peligrosamente el bipartidismo peronista/radical. Y en el medio, flota un abnegado Sergio Massa, que busca también su lugar, con pasión enfermiza por el centro del escenario. Sometido a la crueldad de ambas borrascas, que pueden llevárselo -previsiblemente- puesto.

para JorgeAsisDigital.com