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Qué este fin de año no te agarre mal parado

Juani Fernández. Lo que resta de 2019 no será fácil para la Argentina. Afortunadamente, existen inversiones en las que podés resguardarte ante la incertidumbre en este contexto, te las presento a continuación.

Independientemente de la vereda ideológica en la que uno esté parado, existe algo en lo que cualquier persona que habite en suelo argentino estará de acuerdo: nos espera un sinuoso camino hasta el final de este año, signado por una coyuntura, no solo altamente recesiva, sino también preocupantemente incierta.

Esta incertidumbre no solo se resume a las preocupaciones típicas de un año difícil. Incluye preocupaciones viscerales. Profundas. Por ejemplo, a nivel a nivel regulatorio.

Si bien es cierto que parte de la incertidumbre se disipó con la instauración del “cepo cambiario”, en su versión hardcore, tampoco podemos pecar de inocentes. Dada la criticidad del escenario actual, hay todavía un sinfín de medidas posibles que podrían tener lugar en los próximos 18 meses.

De hecho, tomando algo de perspectiva histórica creo uno tiene que remontarse al año 2001 para encontrar otro momento caracterizado por un calibre similar de incertidumbre.

Datos relevantes del contexto

Quiero mencionar algunos eventos que creo ayudarán a dimensionar la gravedad del escenario actual.

1. En primer lugar, Argentina todavía no ha dado cuenta de que está en default. Y uno general. Al igual que ocurre con una persona poco lúcida, cuya falta de lucidez lo inhibe de darse cuenta, justamente, de su falta de lucidez…a la Argentina parecería estar ocurriéndole algo similar. El mercado descuenta un default de los papeles locales (recordemos que el riesgo país en 2.500 puntos para el momento en que escribo estas líneas); nadie nos presta, ni siquiera el FMI. Ya rompimos algunos contratos locales y además, incluso aunque quisiéramos, estamos a años luz de tener una situación fiscal y macroeconómica que nos permita repagar la deuda en sus términos originales. Al menos a 6 o 7 puntos fiscales de manera sostenible.

2. El Banco Central está quebrado. Literalmente, el Patrimonio Neto de dicha institución, es decir, el diferencial entre activos y pasivos, es negativo. Si se tratase una empresa privada, se tendría que pedir la quiebra y/o una convocatoria de acreedores, como mínimo.

Esto es históricamente relevante. Ni siquiera en 2001 el BCRA pasó por una situación similar. No me tomé el trabajo de reconstruir la data histórica, pero a ojo te digo que es algo que no ocurre desde entre fines de los 80 y principios de 90, a la salida de la hiperinflación alfonsinista.

3. El déficit fiscal sigue siendo elevado. Contrario a que el oficialismo predica, el déficit fiscal en términos del PIB sigue siendo elevado, ya que cerrará en valores cercanos al 4%. O sea, incluso con el tremendo ajuste que ha caído sobre el sector privado, el déficit del sector público está lejos de su erradicación. Todo en un entorno de una presión tributaria feroz y una economía que no reacciona.

Posibles novedades de acá a diciembre

Moviéndonos un poco al futuro inmediato, lo cierto es que podríamos subdividir el asunto en dos subtipos de novedades:

1. Datos de la coyuntura económica.

2. Novedades regulatorias y políticas.

Con respecto al primer punto, no hay mucha sorpresa. El año cerrará con una inflación en el rango de entre 55% y 60%, el PIB tendrá la segunda peor caída desde la salida de la convertibilidad, mientras que el tipo de cambio resulta todavía una incógnita.

A corto plazo, el dólar oficial podría mantenerse en niveles en torno a ARS 65, pero eso resulta engañoso. Siendo este un mercado tremendamente restringido, cada vez dicha cifra será menos relevante para fijar expectativas.

Así como ocurrió en 2015, el mercado irá mirando cada vez con más atención a la cotización paralela, ya que la misma se erigirá como el real termómetro de la economía local. Habiendo dicho esto, y dada la coyuntura inmediata, lo más esperable sería un escenario con una brecha cambiaria de dos dígitos para finales de este año (de hecho, estimo será de tres dígitos para cuando esté bien entrado o finalizando 2020).

Con respecto al segundo punto, dada la salud económica, y el cambio de perfil del gobierno, ya eso de por sí implica un elevado grado de incertidumbre. Resulta obvio que el escenario actual, visto por ojos del PJ, requiere medidas. El inminente default es una de ellas.

El asunto es que a eso se le sumó un segundo factor, que es el hermetismo en relación a la conformación del equipo de Alberto Fernández, lo que no ayudó en nada a despejar al menos parte del tema anterior.

Más allá de eso, es altamente probable que haya novedades con respecto a los siguientes elementos:

a) Concretamente, se intentará negociar una quita agresiva de la deuda, incluyendo capital. Todo indica que con Nielsen a la cabeza. Si sos tenedor de bonos, estás complicado.

b) El desarme de lo último que queda de las LELIQ posiblemente pueda implicar un canje compulsivo de depósitos por bonos.

c) El “cepo cambiario hardcore” se mantendría, e incluso podría profundizarse, limitando y/o encareciendo el costo de los consumos en el exterior con tarjeta de crédito.

d) Probablemente antes de fin de año tengamos también anuncios vinculados a las subas de retenciones al campo y mayores subas en impuestos inmobiliario rural.

e) También tendrá lugar el tan esperado descongelamiento de los combustibles, por al menos 15% hasta el final del año.

f) Al tiempo que se descuenta un aumento de bienes personales, que incluiría una cláusula especial para los tenedores de activos en el exterior. Un atropello civil y financiero inédito por estas latitudes.

g) Con respecto a la anunciada intención de “desdolarizar” las tarifas de servicios públicos, todo parece indicar que recién habrá novedades a principios de 2020, y se iría “contrato por contrato”. La intención del próximo gobierno es congelar todo lo posible, incluso rompiendo contratos actuales y con el riesgo de profundizar las chances de desabastecimiento a mediano plazo.

h) Se apelará sin tapujos a la emisión monetaria para financiar el mientras tanto, de manera deliberada. Eso se le sumará a los últimos misiles monetarios que disparará el macrismo sobre la ciudadanía, en un contexto donde no nos podemos defender, dado este cepo cambiario hardcore. El fusilamiento inflacionario continuará sobre el final de año, y extendiéndose todavía con más fuerza en 2020.

¿Qué hacemos con todo esto?

Habiendo repasado algunos aspectos relevantes de la difícil coyuntura que estamos atravesando, no parece nada obvio qué hacer con nuestros ahorros. Parecería que nos encontramos indefensos ante semejante fusilamiento por parte de la clase política.

Pero la buena noticia es que todavía hay algunas opciones para defendernos de estos embates:

1. Dólar blue: el dólar blue, en mi opinión, será la estrella de las inversiones por -al menos- los próximos 12 meses. Dado el cepo cambiario hardcore, los misiles monetarios en proceso y por llegar, y la caída de la demanda de dinero, lo cierto es que la brecha cambiaria será explosiva. Esto quiere decir que el blue está baratísimo, en comparación con el valor que tomará a mediano plazo.

2. Dólar oficial: obviamente, recomiendo blue, porque solo podés hacerte de USD 200 mensuales de oficial. Está claro que, antes de recurrir al blue, tenés que agotar el cupo oficial, que es el más barato de todos. Por las dudas vale aclarar.

3. Los plazos fijos ajustados por UVA no son una mala opción, dado que esperamos una aceleración inflacionaria en 2020, con tasas de interés negativas en términos reales. El asunto es que, como comenté más arriba, los depósitos a plazo fijo tienen el riesgo vinculado al desarme de las LELIQ. Si Alberto y su equipo implementan algo similar a un BONEX, corren peligro. O sea, es un buen plan si no toman ese tipo de medida.

4. Bonos CER: Con estos papeles ocurre algo similar, son una muy buena opción pero el asunto es que estamos virtualmente en default. O sea, es posible que no los paguen, o los paguen en cómodas cuotas. Eso los inviabiliza.

Estás avisado, que este fin de año no te agarre mal parado.

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