DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Prohibido pasar al baño

Por Giuliana Salguero. Los recursos que vedan el ingreso van desde claves de seguridad hasta fichas prepagas. La pregunta incómoda: ¿me permite pasar al baño?

Cada vez son más los locales comerciales que acerrojan sus baños con tecnología cifrada, para mantenerlos bajo el uso exclusivo del consumidor.

Eduardo es corredor de seguros. Todos los días sale de su casa en Villa Domínico a las 6.30 de la mañana y llega a Constitución alrededor de las 9. Desde ahí se toma el primero de cuatro colectivos para visitar a sus clientes, en un recorrido que incluye seis barrios del Sur de Capital Federal. Mariana es promotora en la vía pública, y está parada en un stand de jugos de 11 a 17 hs en plaza Las Heras. Al lado está Sofía, atendiendo consultas de la gente en un parador saludable. Sergio es policía de la Metropolitana y está de consigna de lunes a sábado en Pichincha y Adolfo Alsina, entre las 8 y las 20 hs.

Los cuatro tienen en común dos cosas: están todo el día en la calle; y por lo tanto en algún momento necesitan ir al baño.

En Buenos Aires, a pesar de que la Resolución municipal 46.798, contempla la posibilidad de hacer uso público del baño en locales comerciales, se mantiene un discrecional permiso de ingreso, por parte de algunos vendedores resistentes a la idea de “abrir las puertas a la necesidad”. En el último tiempo; bares, confiterías, estaciones de servicio, supermercados y patios de comida -por no mencionar la improbable tarea de pasar al baño en un banco-, han sofisticado sus controles de acceso con la implementación de nueva tecnología, e incluso convirtiendo las instalaciones sanitarias en un negocio suplementario. 

El tradicional cartelito: “el baño es exclusivo para clientes”, que en ocasiones fuera reemplazado por un rudimentario candado, dio paso a dispositivos inteligentes con códigos de seguridad de cuatro a seis dígitos cuya combinación cambia diariamente para no avivar giles.

En la estación de Servicio Shell de Libertador al 7900, los empleados tienen estricta orden de no “confesar” la clave numérica del día, a menos que la persona sea cliente y se pueda verificar que está cargando combustible. El artefacto, dispuesto en la puerta de entrada al baño, remite a una pequeña caja de seguridad con botones que van del 1 al 4. Si se ingresan en el orden correcto establecido para ese día, tal y como si se accediera a un tesoro, se enciende una luz verde y “el sésamo se abre”.

No muy lejos de ahí, en Av. Santa Fe y Callao, la cafetería Starbucks, que originalmente mantenía la política americana de controles menos estrictos, e indiferenciados entre clientes y no-clientes, dispone ahora de un mecanismo parecido al de las estaciones de servicio, pero con una vuelta más en la estrategia disuasoria. Para asegurar que la utilización de los sanitarios corresponde a un consumo, el password de acceso es: personal, aleatorio y viene impreso en el ticket de compra. Idéntica escena se repite en la cadena de comidas rápidas Burger King.

Los comerciantes, cada vez más mezquinos para gestionar sus baños -privilegiando a una minoría consumidora- obligan a su contraparte a desarrollar nuevas destrezas para violar la veda. 

“Es un garrón que hayan puesto eso de la clave” dice Mariana. “Como estoy parada muchas horas no hay forma de evitar que vaya al baño, varias veces no una... Y como en general o no te lo permiten, o es a regañadientes, voy a los baños de la Iglesia de Loreto. Hago como que entro a rezar, me persigno y todo. Ya fui tantas veces que deben pensar que soy practicante religiosa”, agrega la promotora mientras sonríe. Eduardo antes iba a cualquier estación de servicio: “ahora se complicó todo” cuenta. “A veces el playero no puede hacer nada; el pibe te mira y te dice: ‘preguntale al encargado, porque si no me tiran la bronca a mí’.¡Y vos te sentís un salame cuando hay tanta gente involucrada!” 

En las estaciones de servicio, la gente encontraba históricamente una salida gratuita a la emergencia. Ahora muchas de ellas tienen en la entrada al toilette, un cofre tipo monedero, que hace obliga a pagar la ficha para acceder al uso. En una sucursal Petrobras de Av. Rivadavia el valor del cospel prepago es de $2 pesos. 

Sergio, que es oficial de la comisaría 7ma, relata que si está cerca de su zona le pide pasar a los vecinos; pero si anda más lejos va a los “baños de Once”. “Ahí por suerte no hay problema; y mira que la gente hace cualquier cosa. Se baña, se cambia… por eso yo al comerciante que no quiere prestar el baño en el fondo lo entiendo ¡Imaginate que vos entras y hay un tipo bañándose!”

Hasta aquí la tendencia progresivamente extendida a “encofrar” los baños de formas cada vez más novedosas y superadoras. Por otro lado, una batería de recursos popularmente conocidos puestos a disposición para desalentar la urgencia del no-cliente: llaves atadas a un bidón de nafta, sellos en la muñeca, picaportes sueltos, etc. 

¿Qué dice la Ley?

La Resolución 46.798 con publicación en el boletín Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, del 10/03/94, dice que: “El Poder Ejecutivo intimará a los propietarios de confiterías, bares, restaurantes, etc. para que liberen el uso de las instalaciones sanitarias a toda persona que lo solicite haya o no efectuado consumición”. La norma nunca fue derogada y la Ciudad es continuadora de la Municipalidad, es decir que a la fecha se encuentra vigente. 

Dejá tu comentario