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Perejiles

Por Carlos Caramello. Porque esta nueva destrucción que le infringe el neoliberalismo a un país (en nuestro caso por lo menos por tercera vez) requiere de culpables.

“Se pasa de inocente a culpable en un segundo. El tiempo es así, torcazas que cantan en un árbol cansado.” Juan Gelman

¿Quién pagará los platos rotos? La pregunta, que corroe los cimientos mismos de la entente del gobierno en retirada es, por ahora, la única y verdadera gran preocupación de la mayoría de quienes integraron o integran Cambiemos. Los pases de facturas, las rencillas sotto voce, las alianzas tardías, el reclamo de reconocimientos, las misse en escene de algunos de los bufones mayores, las operaciones mediáticas, las reconfiguraciones del menguado poder y hasta la deshilachada campaña en sí misma son apenas artilugios para conseguir una mejor ubicación en el ranking de culpabilidad que ya se está armando, de cara a la próxima derrota del 27 de octubre.

Porque esta nueva destrucción que le infringe el neoliberalismo a un país (en nuestro caso por lo menos por tercera vez) requiere de culpables: víctimas propiciatorias que carguen con el peso de la catástrofe económica y social y liberen al Mercado de la mayoría de las responsabilidades. Hombres y mujeres de carne y hueso que paguen con sus carnes y en sus huesos (como exigía el viejo Shylock), los males que ocasiona una teoría tan perversa como el modelo neoliberal.

Lo he escrito y dicho en tantas ocasiones y lugares en los últimos cuatro años que a veces siento que estoy plagiando a otro. Pero es así: si se consiguen 4 o 5 perejiles que vayan a la cárcel por un tiempo; si se obtienen un par de auto destierros y se imparte un poco de escarnio público a los mascarones de proa, las políticas de ajuste, saqueo, fuga de capitales, hambreo del pueblo, represión y muerte volverán, más temprano que tarde, disfrazadas de promesas de desarrollo y mejoras para los que, finalmente, volverán a ser sus víctimas.

“Los que hoy determinan la política en nuestro país, lo han hecho, con contados intervalos, desde 1810. Siempre han beneficiado sus intereses económicos y de clase. Lo han hecho los Anchorena, los Brown, los Peña, los Bullrich, los Sáenz Valiente, los Pinedo, los Rodríguez Larreta etc. Nunca les molestaron la corrupción ni los crímenes de ningún gobierno, mientras que este no perjudicara sus oscuros negocios”, sintetiza el periodista Sergio Zurano en una nota publicada por EL CACTUS, un medio autogestivo de zona oeste.

Los apellidos y las formas se repiten, los instrumentos han cambiado (¿han cambiado?). Antes eras las armas, el poder de fuego y hoy es la concentración de medios de comunicación, urbi et orbi… y si no, preguntale al pueblo ecuatoriano. 

Como fuere, la suerte de algunos perejiles está echada. Para empezar la del perejil mayor, que hace comentarios sobre casas en España e Italia pero no está seguro, en el fondo, de poder salir del país ni bien termine su mandato (eso si no se fuga antes). A él. El establishment local lo ha condenado por boca del politólogo Luis Tonelli que, casi en acto de contrición, le confiesa al Financial Times que “la percepción ahora es que Macri es un idiota que no tiene sensibilidad hacia las personas, es de clase alta y no entiende nada”. Y tiene razón: la sociedad argentina, en su conjunto, lo ve así. Pero no ve la otra cara de la luna: Menem y De la Rúa terminaron estigmatizados más o menos de la misma manera. Y entregaron sus propios perejiles para salvarle la ropa al FMI, a Wall Street, a Threadneedle Street de Londres o al Central District de Hong Kong. Y Macri sigue ese camino.

Quiénes oficiarán esta vez de patos de la boda, no se sabe. Pero está claro que no será ninguno de los representantes de las familias patricias. Porque es más fácil meter preso a un Alonso que a un Martínez de Hoz, o a un Vidal que a un Rodríguez Larreta o un Peña Brown.

Lo que sí se sabe es que, a esta altura de la  campaña, ya gira loco el bolillero del sorteo. Y hay algunos nombres que tienen casi todos los números.

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