Noche de locura en Huracán: Guns N' Roses volvió a la Argentina e hizo delirar a una multitud
El rock volvió a latir. Dos noches, un estadio y una sola verdad: ellos siguen siendo los dueños del fuego.
Los dueños de las introducciones con silbidos icónicos y de los mejores punteos de la historia volvieron a Buenos Aires este fin de semana en el marco de su gira "Because What You Want & What You Get Are Two Completely Different Things Tour" ("Porque lo quieres y lo que obtienes son dos cosas completamente diferentes"). El viernes 17 y el sábado 18 de octubre fueron un delirio. De esos lindos, de los que no querés salir. Parque Patricios se llenó de rock, de power ballads y de locura con la llegada de Guns N’ Roses una vez más a la Argentina.
Rock, rock y más rock. Pogo, gritos y temas inolvidables. Camperas de cuero, lookazos y tipos de más de 60 que siguen enamorando a los de su generación y a los más jóvenes. Es que no es cuestión de tiempo, es cuestión de actitud. Una energía inigualable de Axl, Slash, Duff y Dizzy, miembros originales de la banda, fue la que se potenció con Richard Fortus en la segunda guitarra, Melissa Reese en los teclados e Isaac Carpenter en la batería.
Brillos, tachas y canciones eternas. Sus visitas son un flash. Nos dejan a todos con ganas de más. No nos alcanzan las más de tres horas seguidas que tocan cada vez que vienen, sin intervalos, sin pausas. Ellos se suben y tocan. De verdad. Sin autotune. Sin nada más (ni nada menos) que sus voces, sus instrumentos y todo su talento y carisma.
Si bien el sábado durante los tres primeros temas los fanáticos temimos que Axl se fuera del escenario por problemas con el sonido, todo se solucionó y la arenga al líder nacido en Indiana lo hizo aflojar tensiones tras el berrinche noventoso que nos regaló. Verlo revolear el micrófono, los auriculares de retorno y patearle el bombo de la batería a “Mr. Carpenter” porque le estaba “rompiendo la cabeza”, nos preocupó un poco, pero también fue un grato déjà vu para quienes hace tres décadas éramos muy chicos para ir a ver a la banda más caliente del planeta.
Sin dudas, para los más fanáticos el momento en el que sonó Estranged fue inolvidable. Ver a Axl y Slash juntos en ese tercer cambio de melodía me llevó directo a ese Use Your Illusion II (sí, el disco azul) que tenía rayado de tanto escucharlo. A una adolescencia con un álbum que ya tenía unos diez años, pero seguía sonando nuevo para mí. Descubrir esa canción fue un flash. De nuevo.
Y cuando arrancó November Rain, se detuvo el tiempo. Miles de celulares encendidos, luces, emoción, abrazos y lágrimas. Porque no importa cuántas veces la escuches: siempre te atraviesa distinto. Slash con su sombrero y su Les Paul dorada bajo la lluvia artificial, y Axl al piano, como si el tiempo nunca hubiera pasado.
El cierre vino con Paradise City y ahí ya no había garganta que aguantara. Esa comunión hermosa que solo el rock logra. Tres horas de un viaje que no querés que termine, con un sonido demoledor y una energía que te deja el alma vibrando.
Podrán pasar los años, las modas y las nuevas bandas, pero ellos siguen ahí, intactos. Con la misma rebeldía, la misma potencia y esa mezcla de descontrol y perfección que solo ellos tienen.
Porque los Guns no se explican. Se viven. Y si tuviste la suerte de estar ahí, sabés que no hay nada, pero nada, que se les parezca.
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