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Miradas opuestas al Pato Fontanet

*Por Adrián Arrascaeta y Carlos Schilling. ¿Está bien que Patricio fontanet siga actuando tras la sentencia de la justicia que lo condena? Dos opiniones.

Puede resultar antipático y aborrecible ver cómo Patricio Santos Fontanet arma una gira nacional con su nuevo grupo de nombre controversial. Pero por cínico que aparezca ante nuestra consideración, el vocalista cuenta con el aval del derecho a la expresión, el que mantendrá aun cuando quede firme la sentencia a cinco años de cárcel que se le impuso en el juicio de la causa Cromañón.

Porque si a "Pato" se le ocurre seguir con su actividad musical aun recluido, puede hacerlo. Claro que con los límites que supone estar preso. No podrá tocar afuera, pero sí en el penal que se le asigne. Incluso, Fontanet cuenta con la posibilidad de engrosar su cancionero tras las rejas; es decir, su actividad editorial no está jaqueada ni mucho menos; al contrario, goza de garantías constitucionales para desarrollarla.

Es así, en algunos casos: el derecho está por encima de cuestiones morales o emocionalmente correctas.

Así las cosas, no queda más que tolerar que Casi Justicia Social surque las rutas argentinas hasta el fin como si fuera un grupo vigente.

De todos modos, es oportuno señalar que el seguimiento que algunas madres y padres de Cromañón hacen de este artista es más responsable que intolerante. Por ejemplo, Mirta Miralles se toma el trabajo de relevar en qué lugares tocará Fontanet, en qué condiciones lo hará, bajo qué paraguas legal en materia de habilitaciones. Su actitud, por más que muchos quieran reducirla al revanchismo, termina siendo solidaria con los intereses de los fans de Fontanet.

Lo que pasó en Córdoba es el mejor ejemplo: si no fuera por la movida de esta mujer, que obligó a un cambio de sala, ante el menor problema quedaban expuestos funcionarios, propietarios del espacio y, una vez más, el mismo Fontanet.

Actos y actitudes

Antes que nada, hay que decir que Patricio Fontanet tiene todo el derecho del mundo a seguir tocando en vivo. Es su sustento económico y su forma de expresión. Aun cuando la Justicia haya dictaminado que tiene un grado equis de responsabilidad en la tragedia de Cromañón, eso no implica que haya que cerrarle por decreto o sin decreto las puertas de los escenarios del país.

Por supuesto, también tiene derecho a pensar lo que quiere y decirlo como quiere. Un derecho que comparte con quienes no piensan como él, sean estos periodistas, abogados o padres de las víctimas del incendio del boliche de Once. Lo que debe discutirse no son los derechos del ex líder de Callejeros, sino precisamente sus ideas. Y algo que está entre las ideas y la realidad: la actitud.

Fontanet, quien también perdió a seres queridos en la tragedia, se ha comportado con una rudeza y un orgullo que no parecen dignos de las personas que murieron por verlo cantar. El razonamiento es simple: como no vivimos en un mundo de intenciones sino de hechos, la ética se revela en los gestos. Son los actos los que nos hacen más o menos humanos. Y entre los actos, no vienen mal los buenos modales. Nadie le exige a Fontanet un eterno mea culpa, sólo un poco de humildad y preocupación.

Su nueva banda (cuyo nombre, Casi Justicia Social, suena como un desafío adolescente) estuvo a punto de actuar en un local con habilitación transitoria. Por fortuna, los dos conciertos se trasladaron a otra sala.

No obstante, uno no puede dejar de preguntarse qué hubiera sucedido si una madre de Cromañón no se ocupaba de contactarse con los funcionarios de Espectáculos Públicos de la Municipalidad de Córdoba y alertaba a la comunidad sobre el peligro inminente del show.