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Mal de amores para Lázaro Báez y Milagro Sala: el karma por la codicia desenfrenada

¿La trampa que le tendieron a José López, ex número dos de De Vido, para sacar la fortuna a la calle y atraparlo fue parte del acuerdo no declarado de Báez con el fiscal Marijuan?

Por Jorge D. Boimvaser

@boimvaser

Leonardo Fariña aprendió a los golpes que la ostentación es como el canto de sirenas de la mitología. Una embustera que te hace encallar para que te devoren los monstruos. Cuando dijo hace horas "vivo comiendo  asado todos los días" no significa literalmente que encienda la parrilla de lunes a lunes. Al precio que está la carne eso significa una fortuna al mes. Fue un mensaje para los Báez queriéndole decir "mi calvario ya termina, el de ustedes recién empieza".

Nos lo cuenta su operador de cabecera. No siempre hablar en metáforas es bien interpretado en el lenguaje popular.

El calvario de los Báez es el precio que pagan en la vida, el karma, por la codicia desenfrenada. La familia está hecha añicos. Martín llevaba a sus niñitos al jardín maternal y los padres y vecinos le decían cosas feas. Los tuvo que retirar. Lázaro se está enterando que su novia de los últimos tres años ya no quiere saber nada con él, y está estrenando nueva relación.

Fea noticia para recibir en la celda. Al parecer su derrotero de arrepentido está en sus primeros pasos. Lo de José López no fue casual. Un dato surgido en una escucha telefónica porque "alguien" señaló que iba a hacer lo que al final hizo. Llamar al convento y decir a qué hora "pasaba a rezar".

Si la "amigovia" de Lázaro -Liliana-  ya anda por nuevas sendas del corazón, y su familia está destruída, es una lección de vida inolvidable.

También en Jujuy hay mal de amores en el corazón de la ya inexistente "Tupac". Milagro Sala había echado a los gritos, en enero, a su esposo amenazando contar todo. El hombre hizo las valijas y se fue detrás de un beso nuevo, con sus tres hijos. Milagro era la madre del corazón de esos niños.

También está con depresión de alta gama. Todos a quienes ella les llevaba los retornos -los bolsos y valijas- la dejaron sola. La conocemos personalmente, cuando se larga a hablar puede estar horas y no es lenta para nada. Si no le seguís el ritmo te perdés la mitad del relato. Antes se decía en ciertos ámbitos de seguridad... "hay que pegarle para que hable y después pegarle para que se calle".

Aquí no hay lugar para golpes, solo encender la mecha y que suelte la lengua.

"Penas del corazón... que duelen siempre menos... que las de la prisión", cantan Los Redondos en "Murga Purga".

Lo más justo para finalizar este relato.