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Los límites de la Presidente

El Gobierno apunta más a que las esquirlas del affaire Ciccone no alcancen a la propia Presidente...

... con una estrategia judicial que hasta el momento resulta contundente. La administración kirchnerista consiguió apartar al juez federal Daniel Rafecas de la investigación del caso Ciccone, ayudados por la desprolijidad del magistrado.

A muchos les dio la sensación, incluyendo a unos cuantos que estaban en el palco central del acto, que la Presidente fue excesivamente mesurada a la hora de festejar la recuperación de YPF, pese a que el marco multitudinario de la cancha de Vélez le ofrecía una buena oportunidad para encender la pirotecnia verbal.

Con esa actitud, deliberadamente medida, la Presidente puso un límite -para los que estaban allí, pero también como un mensaje para los que la seguían por televisión, sin adherir a su proyecto político- a la asimilación chavista del cristinismo, que comenzó a flotar en el microclima político cuando Axel Kicillof tomó posesión de las oficinas de YPF con un decreto de intervención.

"Los más grandes me dicen que tengo que estar tranquilo, que esto es peronismo puro. Y yo lo siento así", comentó a este columnista un joven intendente del Gran Buenos Aires, para quien no caben dudas de que Cristina Kirchner encarna el modelo siglo XXI del movimiento que armó Juan Domingo Perón con sabiduría política y disciplina militar.

Claro que no todos opinan lo mismo, sino vayan a preguntarle a Hugo Moyano, quien pugna por mantenerse al frente de la CGT aún cuando sabe que la Casa Rosada ya le bajó el pulgar. Y que fue desplazado del entorno presidencial por una dirigencia juvenil que, si en algo se asimila a la gesta fundacional del peronismo, es en el encuadramiento sin medias tintas ni condicionamientos.

Por eso en la cancha de Vélez Cristina levantó el brazo de Andrés Larroque, el diputado camporista, como un agradecimiento a esa fidelidad que no pone reparos frente a las órdenes. Y también destacó a Emilio Pérsico, el dirigente del Movimiento Evita, aunque no les dio la oportunidad de hablar ante la multitud. Cristina marcó así el límite de la radicalización oficialista.

UN ALIVIO PARA BOUDOU
Pocos metros detrás de la jefa, en un plano destacado pero subalterno, aparecieron Amado Boudou y Guillermo Moreno. El vicepresidente sigue empeñado en evitar que el affaire Ciccone dañe su figura, aunque a esta altura el Gobierno apunta más a que las esquirlas no alcancen a la propia Presidente, con una estrategia judicial que hasta el momento resulta contundente.
De otro modo no podría considerarse al hecho de haber conseguido apartar al juez federal Daniel Rafecas de la investigación del caso, ayudados por la desprolijidad del magistrado, y de poner en duda la continuidad del fiscal Carlos Rívolo en el expediente, algo que se conocerá hoy miércoles, tras los feriados por el Día del Trabajo.

Los operadores oficialistas están tan envalentonados con la ofensiva de Boudou -a caballo del efecto político que produjo la expropiación de YPF- que ya están haciendo los números para avanzar en el Senado con la designación del kirchnerista Daniel Reposo como procurador general, en reemplazo del renunciante Esteban Righi, a pesar de la resistencia de la oposición.
Es que en el Senado, donde la pasada semana se buscó "proteger" a Boudou con inusuales medidas de restricción al trabajo de la prensa, el escenario se presenta muy favorable al oficialismo luego de que el proyecto por YPF fuera apoyado por 63 de los 72 representantes de las provincias argentinas. En esa votación, uno de los dos únicos ausentes fue el riojano Carlos Saúl Menem.

Pero el ex presidente no tuvo empacho en blanquear que hubiera votado a favor de la expropiación, pese a que durante su mandato (1989-1999) impulsó y concretó la privatización de YPF. "Han cambiado las circunstancias", intentó explicar Menem. Otros legisladores peronistas, como el senador Miguel Angel Pichetto, tampoco tuvieron reparos a la hora de justificar la voltereta.


INCOMODIDAD OPOSITORA
La recuperación de YPF para el patrimonio del Estado también incomodó a dirigentes como Moyano, a quien se le hace cada vez más difícil cuestionar al Gobierno por su escaso apego a la liturgia peronista, cuando al mismo tiempo levanta consignas como la eliminación del impuesto a las ganancias, algo que sería positivo para los trabajadores que mejores salarios perciben en el país. Pero Moyano lleva consigo la genética de la supervivencia política y no duda en propiciar acuerdos aún con dirigentes de la oposición que, a primera vista, podrían ubicarse en las antípodas de su pensamiento. En este sentido, ya es un comentario generalizado su pacto tácito con el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, quien busca formar la pata peronista del PRO.

No pasó inadvertido, la última semana, el hecho de que Macri haya cedido el estadio del Parque Roca -dependiente de la Ciudad, donde se suele jugar al tenis por la Copa Davis- para que Moyano hiciera allí una convocatoria al gremio de Camioneros. Tampoco se dejó de tomar nota que esa novedosa buena onda se plasmó tras un acuerdo que beneficia a Moyano en la recolección de la basura porteña.

Por eso, pasado el chubasco de los primeros meses del segundo mandato de Cristina, por demás ajetreados para el Gobierno, el oficialismo comenzó a menear nuevamente la idea de una reforma constitucional. Por ahora no incluye en los debates incipientes la posibilidad de impulsar una rereelección, pero la historia política argentina enseña que será cuestión de tiempo. Los límites, como en el acto de Vélez, los marcará la propia Presidente. Si es que así de-sea hacerlo.