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La voluntad de desarmarse

La recolección de armas de fuego debe continuar, con la conciencia de que no resuelve el problema de la inseguridad y manteniendo su carácter voluntario para no afectar derechos individuales.

El Programa Nacional de Desarme Voluntario de Armas de Fuego ha producido interesantes resultados desde su lanzamiento, a fines de 2007, en el marco de la ley 26.216.

El último informe del Registro Nacional de Armas de la República (Renar) señala que se recolectaron 107.761 armas, lo que representa el 10 por ciento de las que el organismo tiene registradas. Casi 10 mil de ellas se receptaron en Córdoba, lo que la coloca en el segundo lugar, después de Buenos Aires y delante de Santa Fe.

Según la ley, el programa tiene por finalidad la disminución del uso y proliferación de armas de fuego; la reducción de accidentes, hechos de violencia y delitos ocasionados por el acceso y uso de armas de fuego; la sensibilización acerca de los riesgos y la promoción de una cultura de la no tenencia y no uso de las armas de fuego.

No se puede sino estar de acuerdo con esos objetivos planteados en una ley que declara la emergencia nacional en materia de tenencia y fabricación de armas y que, en su artículo 12, prohíbe la fabricación de armas de juguete.

Es decir, todo lo que se haga para restar instrumentos letales en sociedades como las actuales, cada vez más violentas, debe ser bienvenido. Sobre todo si se tiene en cuenta que el 64 por ciento de los homicidios dolosos en la Argentina no se da en ocasión de robo ni delito sino en circunstancias de tensión personal (conflictos familiares, entre parientes o entre amigos).

Es difícil que el ciudadano común, aquel que vive atemorizado por la inseguridad y que desconfía de la capacidad de las fuerzas del orden, piense en defenderse con armas. Si bien no hay datos estadísticos que lo confirmen, constituye, en su mayoría, el sujeto dispuesto a desprenderse de esos artefactos a los que considera factores de riesgo. Pero resulta ingenuo pensar que sólo con esta campaña de entrega voluntaria de armas se pueda combatir la inseguridad, aunque las estadísticas de Brasil digan que el desarrollo de una campaña que logró recolectar 440 mil armas coincidió con una disminución del ocho por ciento de los delitos cometidos a mano armada.

No faltan quienes opinan que el resultado de la campaña será desarmar a quienes tienen armas legales y no a los delincuentes que, por más recompensas que se ofrezcan, no entregarán sus "instrumentos de trabajo".

Además, si bien la entrega no es obligatoria, organismos como la Asociación de Legítimos Usuarios y Tenedores de Armas de la República Argentina (Alatura) defienden el derecho de los ciudadanos a poseer armas de fuego, ya sea para su defensa, el esparcimiento o el deporte.

La recolección de armas de fuego debe continuar y profundizarse, con la conciencia de que es un paso adelante, pero no resuelve el problema de la inseguridad. Y manteniendo, en forma cuidadosa, su carácter voluntario para no afectar derechos individuales.