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La razón paranoide

Por Claudio Fantini* ¿Es paranoide sospechar que no fue un error médico anunciar públicamente un diagnóstico equivocado sobre la Presidenta?

"El paranoide vive un infierno; el infierno de la desconfianza", escribió Benito Peral. En su ensayo "Piensa mal y acertarás", el psiquiatra español describe la mente que mira todo con "oscuras sospechas", viendo siempre "segundas intenciones" en una realidad donde "nada es lo que parece".

¿Es paranoide sospechar que no fue un error médico anunciar públicamente un diagnóstico equivocado sobre la Presidenta?

Tal vez, pero no es descabellado preguntar por qué se informó directamente como cáncer lo que era más lógico anunciar como neoplasia, en todo caso añadiendo a renglón seguido la posibilidad de implicar un carcinoma.

La regla es que los anuncios públicos sobre la salud de los gobernantes, sin caer en la mentira o el ocultamiento, procuran resaltar lo que tranquiliza por sobre lo que conmociona. En cambio, resaltando la palabra "cáncer" por sobre "neoplasia", el diagnóstico actuó de modo inverso.

Ergo, siendo perfectamente adecuado para el caso el uso de la terminología menos impactante, se recurrió a la palabra que más conmociona. Y se mantuvo la terminología alarmista por más tiempo que el necesario porque, como explicó el periodista Nelson Castro, quien además es médico, el comunicado aclarando que no era cáncer se emitió recién cuatro días después del alta médica.

¿Singular punto de vista o pequeña negligencia de la Unidad Médica Presidencial? Es posible, pero lo evidente y comprobable es que la palabra cáncer, con su poder conmovedor, desplazó automáticamente de la agenda periodística la ola de cuestionamientos que había desatado la Ley Antiterrorista, así como también los conflictos que sacuden a provincias y municipios sin fondos para pagar sueldos.

Hace dos años, cuando Nelson Castro explicó la gravedad de la disfunción cardíaca que padecía Néstor Kirchner afirmando que debía reposar de la actividad política, desde el Gobierno y el aparato periodístico oficialista se decía que no era nada y se acusaba al médico y analista político de alarmista conspirando para sacar al ex presidente de la escena.

La muerte de Kirchner dio trágicamente la razón a Nelson Castro, pero nadie en el Gobierno y en el aparato de difusión oficialista se autocriticó haber alentado al líder a caminar por la cornisa de la que finalmente cayó.

Ahora la desmesura se dio al revés y, por intentar dilucidar ese alarmismo inútil, el aparato oficialista describió a Castro como aquellos abyectos que escribían "viva el cáncer" cuando agonizaba Evita.

"La única verdad es la realidad", decía Perón citando a Aristóteles, y la realidad es que la shockeante palabra "cáncer", innecesariamente utilizada, sacó de las portadas de los diarios un cúmulo de temas desagradables que van desde jóvenes de La Cámpora diciendo que el fallecido Iván Heyn se sentía "muy decepcionado" hasta las decenas de heridos que dejó en Santa Cruz la represión a la protesta contra el ajuste, pasando por una Ley Antiterrorista que parece hecha para aterrorizar.

Plataforma 2012. También justifica una mirada paranoide lo que ocurrió con Plataforma 2012, el recién formado grupo de intelectuales críticos del kirchnerismo. A sólo 24 horas de hacerse pública su existencia, uno de los miembros renunció de una manera estridente.

Es posible que el escritor Guillermo Saccomanno sienta un aborrecimiento incontenible por Beatriz Sarlo. Pero manifestarlo en la forma y el momento en que lo hizo implicó una detonación destructiva en el grupo recién formado, con una onda expansiva que dañó al resto de los intelectuales firmantes.

En síntesis, un estallido demasiado inmediato y demasiado furibundo como para no sospechar que, en realidad, el blanco no era sólo la socióloga tan ferozmente atacada, sino el colectivo intelectual que acababa de formarse.

O sea, sospechar que se actuó como quintacolumnista, o como esos kamikazes sunitas que se infiltran en la multitud de peregrinos chiítas para que el estallido provoque el mayor daño posible.

Sería descabellado atribuir a una conspiración kirchnerista las peleas tipo tres chiflados que tan patéticamente protagonizaban los líderes opositores. Los codazos entre Alfonsín y Sanz, los piquetes de ojo entre Duhalde y Rodríguez Saá, los cross de izquierda que se dieron Binner y Pino Solanas, así como los ganchos de derecha que intercambiaron Macri y De Narváez, y las patadas voladoras de Carrió contra todos los demás fueron exclusiva consecuencia de la mediocridad opositora.

Pero este caso requiere una mirada paranoide, porque el aparato mediático oficialista se dedica con particular saña a la destrucción de todos los críticos que no son de derecha.
El encarnizamiento con Jorge Lanata y con Ernesto Tenembaum lo prueba. Y nada tiene de derechista el conglomerado de intelectuales que cuestiona la imposición de una mirada binaria y hegemónica, denunciando también oscuras alianzas entre el Gobierno y poderosos grupos empresariales, además de contar las muertes por represión ocurridas en estos años.

Un ejemplo es Maristella Svampa, cuyo prestigio académico en el terreno de la sociología es tan indiscutible como su posición política. Basta como muestra su libro La sociedad excluyente , valiosa comparación del país devastado por la ortodoxia neoliberal con la Argentina notoriamente diferente de este tiempo.

En Carta Abierta hay quienes se pronuncian desde un absurdo púlpito de superioridad moral, pero también hay muchos que, como Eduardo Jozami, defienden con humildad, lucidez y honestidad intelectual a un Gobierno que tiene muchas razones para ser defendido.

Se puede coincidir o no, pero Carta Abierta hizo un aporte significativo al debate político argentino. Ese debate se enriquece con la aparición del colectivo intelectual que denuncia, desde posiciones en absoluto conservadoras, las notorias falsificaciones ideológicas que difunde el aparato de propaganda oficialista. Por eso, su desgarro interno tan inmediato y estridente parece decir "piensa mal y acertarás".