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La popularidad del gobierno ruso

Las recientes elecciones parlamentarias muestran al oficialismo más debilitado y al pueblo cada vez más indignado

Como se esperaba, el oficialismo se impuso en las recientes elecciones parlamentarias de la Federación Rusa. La victoria del partido oficial, Rusia Unida, ha sido poco convincente. Sin embargo, respecto de lo sucedido hace apenas cuatro años, en 2007, los resultados muestran un significativo deterioro expresado en la pérdida de nada menos que 77 escaños en la Duma, de los 450 que la componen. El oficialismo, por esto, tendrá ahora mayoría parlamentaria simple, pero no ya los dos tercios con los que antes contaba.

Vladimir Putin camina ahora decidido hacia las elecciones presidenciales del próximo mes de marzo, pero visiblemente debilitado, con apenas el 49 por ciento del favor popular, pero con un mandato ahora ampliado a seis años. Y con los inmensos recursos financieros de los que sólo dispone el poder para promover a sus candidatos.

Existe una economía estancada y un visible rechazo popular hacia el tramposo mecanismo de retención del poder puesto en marcha con la complicidad de su escudero político, Dimitri Medvedev, con el que realmente se ha defraudado a los votantes. La dupla de gobierno que hoy ostenta el poder se mueve en un esquema al que algunos han calificado gráficamente de autoritarismo patrimonial, rodeada de empresarios que se han beneficiado inmensamente por su cercanía operativa con las autoridades.

No obstante, lo cierto es que la plutocracia rusa gobernante ha debido recurrir al fraude para poder proyectar una apariencia que sugiera que aún mantiene la cuota mínima de poder sin la cual gobernar a su país se transformaría en una empresa particularmente compleja.

A ello se suman, lamentablemente, distintos ataques, incluidos algunos cibernéticos, a las fuerzas de la oposición y hasta a las organizaciones no gubernamentales dedicadas a tratar de asegurar la transparencia del proceso electoral. Esto mina naturalmente su legitimidad. Pero no es un fenómeno inesperado, puesto que las encuestas anteriores a las elecciones sugerían que había ya entonces un 42 por ciento de los rusos que no creían en la limpieza de las elecciones que se aproximaban.

El comunismo obtuvo esta vez el segundo lugar en las recientes elecciones, demostrando que uno de cada cinco rusos lo añora. Y que el período de relativa libertad en el que han vivido en los últimos años no ha conformado a muchos.

Curiosamente, en época de los soviéticos todos los medios se deshacían en loas al poder. Ninguno criticaba. Los años han pasado, pero los métodos no. Desde el actual cuasi monopolio de los medios de difusión masiva, las loas siguen apoyando al gobierno. Pero ocurre que la gente ya no se engaña ante tamaña desfiguración de una realidad en la que vive, bien distinta de la que, en cambio, pinta cotidianamente la prensa sumisa al poder. Un sistema político opaco ha comenzado ahora a mostrar algunas grietas profundas que anticipan un futuro inmediato en el que el actual autoritarismo continuará, aunque quizá con alguna cuota de inusual fragilidad política.