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La polémica alrededor del pediatra Ricardo Russo: ¿cómo siguió con su vida normal luego de ser allanado en noviembre de 2018?

Luego de que la Policía secuestrara la evidencia de pornografía infantil en su casa, la vida del pediatra acusado no cambió nada.

Es miércoles. El dólar está a 36. Efectivos de seguridad tocan el timbre y allanan tu casa. Sos un referente en pediatría, con un puesto jerárquico en uno de los hospitales más respetados del país, pero ellos sospechan que sos un pedófilo, que desde hace años trafica pornografía infantil. Se llevan tus computadoras. Con ellas, cientos de imágenes y videos con cuerpos de bebés y chicos: tus pacientes. Los policías recorren tu living con mirada acusatoria. Sabés que quizás no vuelvas a trabajar de médico jamás, que podrías ir a la cárcel. Ser considerado un ser abominable.

¿Cómo se tiene una vida normal al minuto siguiente? ¿Y el día después? ¿Y 182 días después? Ricardo Russo pudo. Cada mañana desde el 28 de noviembre, cuando la policía especializada en ciberdelitos secuestró sus computadoras, se levantó, desayunó, fue a trabajar. Cruzó las puertas del Hospital Garrahan y atendió pacientes. Dirigió como si nada el área de Inmunología y Reumatología. Posteó trivialidades en las redes sociales.

El miércoles quedó detenido, acusado de haber producido, guardado y difundido cientos de imágenes de pornografía infantil. Si se comprueban las denuncias, tal vez sea un poco más entendible su comportamiento incólume. El gesto despreocupado de estos meses. El aparente desinterés al momento de su detención.

Osvaldo Varela, titular de la cátedra de Psicología Jurídica de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, subrayó el carácter estructural (esto es, no voluntario) de la patología del pedófilo, eso que desde el psicoanálisis suele pensarse a partir de una "ley", la ley del perverso. Es decir, la necesidad imperiosa (indeclinable) de seguir una máxima personal; gozar hasta el límite el cuerpo del otro.

Cauteloso, Varela explicó que "una persona que acopia y distribuye material pornográfico podría hacerlo con fines meramente económicos. Es cierto que la experiencia indica lo contrario. O sea, que quien acopia y distribuye suele tener un interés de consumo, pero hay que ser cuidadosos en casos así".

Si se prueba que las fotos eran para él, para su consumo, la personalidad de Russo empezará a evaluarse como "mórbida". De esa alteración patológica se deriva un rasgo perturbador: "El perverso sabe qué cosas están mal, pero están mal para los demás, no para él. Por eso continúa, como un adicto, acopiando y consumiendo aquello que desea".

Según Varela, "es una suerte de psicopatía. La persona sabe que lo que hace está mal, pero no le importa. Es más fuerte el deseo de apetencia sexual. En este caso, sobre personas que no han tenido su desarrollo secundario, es decir, de los 15 años para abajo".

El experto agregó que "esto se ve muy bien en los casos de abusos de menores a nivel intrafamiliar, de parte de padres, tíos, primos, hermanos. Las reglas ahí claramente son para los demás, no para ellos. Entienden la ley, pero no la tienen internalizada".

¿Qué hacer frente a casos así? Varela introdujo una cuestión para nada zanjada en los ámbitos de la psicología y la psiquiatría: "Uno entiende por perversión aquello que se desvía del instinto sexual natural. Ahora bien, qué es el instituto sexual natural es una cuestión muy discutida y que va cambiando culturalmente".

La segunda problemática, señaló Varela, es que "se pone al desnudo que el derecho penal es un derecho castigador. Sin embargo, castigando este tipo de personalidades no conseguimos mucho... sólo demorar su práctica. No es que el encierro vaya a producir una 'recapacitación' en el pedófilo. No hay tratamientos que hayan realmente logrado algo así".

(Fuente: Clarín)