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la gaceta Ríe, payaso

El juego de la política diaria impide, a veces, ponerse en el lugar de los ciudadanos. El aumento del cospel dejó abierto un debate necesario

sobre el servicio que se brinda a los usuarios. Contradictorios nombramientos.

Hay un momento inesperado. Es el instante en el que el payaso se saca la máscara. Es cuando las lágrimas le corren el rímel. Es entonces cuando aparece lo humano. Conocí un abogado que solía decir que cuando los payasos se ponían serios todo se desbarataba. Tenía razón. Se rompía la magia: el payaso, tan luego, dejaba de hacernos reír y nos estrujaba el corazón. Dejaba de ser payaso para convertirse en un ser humano común y corriente.

La vida pública pone en el escenario a muchos payasos, que en el afán de cumplir con el papel ordenado se olvidan de sus esencias humanas. Cuán diferente sería todo si estos en algún momento se permitieran romper la magia y hablar común y corriente.

El aumento no es nada
En los últimos días se conoció el aumento de la dieta de los legisladores. Si pudieran sacarse la máscara podrían reconocer que los $ 17.000 que figuran ahora entre sus emolumentos nada tienen que ver con la verdadera posibilidad de recepción de fondos que tienen los representantes del pueblo. Si aquello ocurriera, sus voces y sus criterios serían más creíbles. Es sabido -comentado por los propios legisladores- que una vez al mes los hombres y mujeres de la Cámara llegan hasta el mágico armario del que se sacan los fajos de billetes, y luego firman un simple recibo que les sirve para que el Tribunal de Cuentas no les diga nada y para que en la contabilidad interna no se pierda nada. Aquellos billetes se apodan "gastos sociales"; y el monto depende de la cara del cliente. Si los payasos pudieran ponerse serios no ganarían menos, (porque un elegido de entre 1,5 millón de habitantes lo merece), pero tampoco tendrían que andar con maquillaje para explicar lo inexplicable o para ocultarse.

Dinero, sólo dinero
En el Concejo Deliberante de la capital, finalmente, se aprobó el aumento del cospel. Los ediles -cuya mayoría necesita y hace uso y abuso de las unidades de colectivos en cada acto, reunión o encuentro que se les ocurre hacer- no se pusieron serios. Siguieron en la misma tesitura de siempre. Hay una pantomima ya establecida respecto del incremento del precio del viaje en ómnibus. La preocupación y los discursos pasan por justificar el valor del boleto, no el del servicio. Hasta los propios directivos de la Asociación de Empresarios del Transporte Automotor de Tucumán (Aetat) buscan darle razonabilidad a los montos que ellos exigen. Así, los concejales, los empresarios y el intendente estuvieron de acuerdo en que, como hace dos años que no se toca el precio, ya era hora de hacerlo. Sin embargo durante ese tiempo no se hizo un estudio profundo para que el funcionamiento del transporte se vuelva eficiente. Si se sacaran el ropaje de payaso y se subieran al ómnibus, como lo hace el vecino, encontrarían frecuencias irreales, unidades impresentables, horarios irregulares, choferes que paran a varios metros del cordón y otras cuestiones que, al lado de los millones que justifican el incremento, parecen minucias. Las deficiencias del transporte público han sido un elemento más que contribuyó a la utilización de motos, que tanto trastorno le está trayendo al tránsito tucumano. Y ni hablar de los riesgos que todo esto ocasiona. Los ediles no pensaron en que los vecinos podrían viajar más cómodos y en que las unidades podrían variar frecuencias de acuerdo a los horarios, por ejemplo. No hubo una devolución de una propuesta para que no pierdan tanto y no se afecte tanto el bolsillo del vecino.

Todo pudo haber sido acordado también con la Unión Tranviarios Automotor (UTA), que a pocas horas de aprobado el incremento ya advierten que no recibirán dinero junto con el cospel. Aguantarán hasta el 28 del corriente. Los concejales se olvidaron del problema global y se ajustaron a la coyuntura, como el payaso que sale a escena, cuenta el chiste y sale corriendo para hacer otras cosas en el circo. Los usuarios merecen otro trato. Las ideas, la imaginación y las innovaciones han sido derrotadas por las chicanas.

Sincericidios
El gobernador interino (gracias a Angola) tuvo un instante de payaso serio y se corrió las pinturas para reconocer que Beatriz Alperovich va a ser la candidata oficialista a gobernador. Hasta esta semana nadie lo expuso públicamente. Fue el presidente subrogante de la Legislatura, Regino Amado, quien esta semana que se fue blanqueó las ambiciones alperovichistas. Por el contrario, no pudo hacerlo cuando se le consultó sobre los emolumentos que reciben los legisladores. Dijo que los montos eran acuerdos pre-establecidos (¿?) por el ministro de Salud de la Nación que, además, es vicegobernador licenciado de Tucumán. Es decir, el titular del cuerpo actúa a control remoto del enriquecido Juan Manzur, y no tiene posibilidades de actuar per se en la Cámara.

Ella y él
Las instituciones también mantienen su cara de payaso y no siempre puede tener su minuto para sincerarse. Pilar Amenábar se convirtió este martes en la primera magistrada que llegó a su cargo sin aprobar el examen escrito del proceso de selección en el Consejo Asesor de la Magistratura. La postulante debía quedar afuera del concurso para cubrir cuatro vocalías en la Cámara Civil y Comercial Común -como sucedió, por ejemplo, en el caso del juez Carlos Arraya-, pero los poderes Judicial (primero) y Ejecutivo (después) intervinieron para salvar su postulación y convertirla en jueza por delante -o por encima- de Edgardo López Herrera y de Jesús Lafuente, dos aspirantes que sí habían aprobado sus oposiciones y que estaban mejor ubicados en el orden de mérito definitivo.

Contra viento y marea, contra la razonabilidad e, incluso, contra la dignidad que la magistratura supone o debería suponer, el poder se las ingenia para hacer lo que le plazca con las reglas de juego y las instituciones que las aplican. En un extremo de esa ecuación está Amenábar. En el otro, Carlos Eduardo López y López Herrera, que aprueban de sobra los exámenes, y cuya idoneidad para el cargo de jueces parece que asusta al poder político.

La semana pasada, mientras Amenábar se vestía de togada, López se animó a cuestionar formalmente al gobernador con un recurso por medio del cual pretende saber por qué este lo rechazó seis veces. Los topos del alperovichismo dicen que su pasado -en la secretaría de la ex Fiscalía Anticorrupción- lo condena. Si aquello fuese cierto, entonces López es castigado por investigar al poder, cosa que todo fiscal -incluso de oficio- debería hacer. Si aquello fuese cierto, entonces el Gobierno se estaría cuidando a sí mismo antes que a la ciudadanía que debe proteger (incluso de sus propias corrupciones). Si aquello fuese cierto, entonces habría que decir que el minúsculo deseo de venganza del gobernante de turno se ha llevado por delante a la democracia y a la república.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que la motivación (es decir explicar el por qué) de las decisiones que adopten los órganos internos que pueden afectar Derechos Humanos deben estar debidamente fundadas pues, de lo contrario, serían arbitrarias. El alperovichismo se aferra a decir que siempre se ajustó a la ley. Lo cual es absolutamente cierto. Pero López ganó seis concursos. ¿No debería explicarse por qué esta media docena de veces se optó por el "menos mejor"? Tal vez no haga falta explicar cuando se elige al primero, pero sí cuando no se lo hace. Las instituciones estarán agradecidas.

Si los payasos se sacan la máscara y nos cuentan sus tristezas se duerme la alegría y ese momento de bienestar. Tal vez aquel abogado tenía razón: los payasos no deberían tener nunca ese instante de sinceridad para que no se nos estruje el corazón y para que siga el show.