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La elección de los indignados

*Por Ricardo Roa. No les votes, clamaba una de las consignas de los indignados. Pero la abstención en las elecciones españolas del domingo fue menor a la de los comicios anteriores y subió muy poco la cantidad de votos en blanco y anulados.

Se sabe: el gran ganador fue el Partido Popular, que le sacó diez puntos de ventaja al PSOE. Aunque en realidad, los socialistas se infringieron la derrota a sí mismos: perdieron un millón y medio de votos.

Hoy parecen heridos de muerte para las presidenciales del 2012. Tanto que se multiplican los reclamos para que Zapatero las adelante.

A los socialistas se los llevó puestos la ola de la crisis, la misma que empuja la protesta de los indignados. Y que pega en varios lugares pero sobre todo en tres: una desocupación del 21%, que en el caso de los jóvenes trepa al 44%, la más alta de Europa . Otra: el rechazo al poder de los mercados financieros y la firme sensación de que la crisis no la están pagando quienes la provocaron.

Y la tercera e institucionalmente más importante: el desencanto con los dos grandes partidos.
Los dirigentes son vistos como el tercer gran problema de España, sólo superado por el desempleo y la crisis económica.

La acampada de los indignados le puso pimienta a una campaña que venía muy aburrida aunque no alteró un resultado que estaba cantado. Los unen el descontento y la idea de que nadie los representa. Pero tienen demasiadas contradicciones por resolver.

Una es que se definen apolíticos y a la vez proponen reformar leyes. ¿Cómo hacerlo sin meterse en la política? La vida no se transforma sólo con votos: la calle y las movilizaciones pesan.
Pero cualquier cambio así debe pasar por el Congreso.

Ese es su gran desafío: encontrar propuestas concretas que los mantengan unidos y lleguen al resto. Ahora sus manifiestos son más izquierdistas que al comienzo y eso diluye parte del apoyo social con que arrancó. Puede que la spanishrevolution languidezca. Pero el debate sobre cómo mejorar la democracia sigue de momento vivo.