DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

La crisis de Villa Soldati nos muestra las omisiones y fracasos del Estado

*Por Sergio Berensztein. Ninguna sociedad puede siquiera soñar en ser efectivamente inclusiva y democrática con instituciones que no cumplen con la diaria y sistemática responsabilidad de brindar seguridad a sus ciudadanos. Hacen falta respuestas políticas integrales.

Los trágicos eventos de Villa Soldati, como ocurre diariamente en un sinnúmero de circunstancias que afectan la vida cotidiana de los argentinos y atormentan sobre todo a los más humildes, no deben ser interpretados como una mera ausencia del Estado . En realidad, como se trata de un fenómeno sistemático y de larga duración, en verdad estamos frente a un problema mucho más complejo. El Estado argentino fracasa en brindar los bienes públicos esenciales : seguridad, justicia, educación, salud, infraestructura básica y cuidado del medio ambiente. Y esto no es solo responsabilidad del actual gobierno, sino que viene ocurriendo desde hace muchas décadas.

Esos bienes públicos son los servicios fundamentales para fomentar el desarrollo humano (equitativo, solidario, sustentable) y constituyen una responsabilidad inalienable del Estado.

Pueden eventualmente ser administrados por los niveles federal, provincial o local; pueden incluso implementarse mecanismos de cooperación público-privada para generar mayor dinamismo y transparencia. Pero lo que no se puede es ignorar esas responsabilidades y suponer que el resultado agregado de no hacer nada, o hacerlo mal, puede de carambola resultar beneficioso para el conjunto de la sociedad.

Ninguna sociedad puede siquiera soñar en ser efectivamente inclusiva y democrática con un Estado que fracasa diaria y sistemáticamente en brindar seguridad a sus ciudadanos ; garantizar el acceso y celeridad de la Justicia; construir un piso de ciudadanía mediante mecanismos eficientes de formación de capital humano y capacitación permanente de la fuerza laboral; desarrollar una red de servicios de salud básica que priorice los esfuerzos preventivos y los grupos de riesgo ; asegurar un sistema de infraestructura física que brinde certidumbre y estabilidad en la oferta energética, facilite la movilidad de los factores de producción y asegure la integración del conjunto del territorio nacional; y en establecer criterios fundamentales de control ambiental e incentivos para el desarrollo sustentable (incluyendo la reversión de casos puntuales de gravísima contaminación que pone en riesgo a millones de conciudadanos, como es el caso de la cuenca de los ríos Riachuelo-Matanza).

¿Tiene acaso el Estado argentino un plan estratégico de desarrollo que contemple cuestiones tan esenciales como la ocupación sustentable y equilibrada del territorio nacional , así como una política demográfica y migratoria que trate por lo menos de que no sigamos perdiendo a los argentinos mejor educados y más competitivos, además de administrar de acuerdo a prioridades claras y revisadas a lo largo del tiempo los criterios de selección para todos los hombres y mujeres del mundo que quieran habitan nuestro suelo? Todas las actitudes xenófobas deben ser repudiadas, no importa quién sea la víctima circunstancial.

Pero lo mismo debe ocurrir con la inoperancia, la mezquindad y los criterios electoralistas de muchos políticos que intentan capitalizar las miserias más profundas y las manifestaciones más graves de marginalidad con absurdos objetivos de corto plazo.

Cuando el Estado fracasa de forma tan brutal y rotunda, se abortan o limitan profundamente los esfuerzos puntuales y a menudo ejemplares de organizaciones de la sociedad civil , grupos religiosos, proyectos de responsabilidad social empresaria o incluso de individuos que con pasión y entrega se involucran en las zonas y/o en los temas más complejos para suplir, al menos parcialmente, la ausencia y la apatía de las autoridades supuestamente competentes.

Esos fracasos cotidianos son de distinto alcance y magnitud, pero tienen algo fundamental en común: se caracterizan por una patética mezcla de ineficiencia, desidia, corrupción, improvisación , reacciones espasmódicas, falta de diagnósticos correctos y actualizados, falta de recursos humanos e ignorancia de los criterios mínimos de políticas exitosas que se aplican en otros países, incluyendo nuestros vecinos más próximos.

Para peor, los fracasos del Estado se cristalizan y perpetúan pues permiten que líderes depredadores, personalistas y destructores de capital social controlen a su antojo, y generalmente para fines egoístas, agencias o áreas claves de la administración y la política pública . De este modo, tanto a nivel federal como provincial y local, e incluso en organismos teóricamente autónomos o descentralizados, se capturan recursos públicos que en la práctica terminan privatizados; es decir, sirven al interés (político e incluso económico) de estas personas y no al interés general.

Curiosamente, esto se da en un clima de ideas muy peculiar, donde predominan discursos ideológicos o "relatos" supuestamente nacionalistas y estatistas, que pretenden reivindicar el papel de "la política" cuando en la práctica no hacen sino ampliar la brecha de legitimidad entre los ciudadanos y el Estado, así como la desconfianza en las instituciones públicas fundamentales de una sociedad republicana y democrática, sobre todo los partidos políticos y sus dirigentes más notorios.

Esto explica el hecho de que esta acumulación inaudita de fracasos del Estado se de en un contexto de récord del gasto público y de la recaudación tributaria . En efecto, tenemos en la Argentina un Estado inmenso e inútil, que asfixia a los contribuyentes con una carga fiscal enorme, con el agravante de que la contraprestación es exigua: un creciente número de ciudadanos argentinos (sobre todo los que soportan un porcentaje mayor de la carga tributaria) deben además abonar ellos mismos por los servicios que el Estado no presta (educación, salud, seguridad), o simplemente resignarse a padecer las consecuencias a menudo incluso mortales de los fracasos del Estado, como en el caso de la infraestructura vial o del total abandono del medio ambiente.

Por eso, resulta imprescindible evitar de una vez por todas las reacciones puntuales, parciales y espasmódicas que sólo tratan de frenar las crisis de forma tal que parezca que en el efecto el gobierno se está haciendo cargo de la situación.

Como es evidente, es hora de asumir que nunca la Argentina se dio a sí misma la oportunidad de diseñar un modelo de Estado que cuente, de una vez por todas, con los recursos institucionales, humanos y tecnológicos para brindar los bienes públicos esenciales para el desarrollo humano.

Si realmente queremos construir una sociedad democrática y con igualdad de oportunidades, revertir esta profunda decadencia que vive la Argentina desde hace décadas y aprovechar las magníficas oportunidades que nos brinda el contexto internacional, resulta imprescindible construir un Estado capaz, transparente, eficiente, eficaz y equitativo.

Debe ser un Estado que se convierta, al menos, en parte de la solución y no, como hasta ahora, que patéticamente constituye un factor clave de nuestros problemas.