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Juventud, ¿divino tesoro?

El autor critica el revivir del endiosamiento a los jóvenes por el sólo hecho de serlos, cuando -como en toda franja etárea- ellos deben ser merituados o criticados según merecimiento.

Por Ricardo Sigal - Abogado La juventud es un período breve. Una mirada al pasado permite visualizar en el joven a un aprendiz,un inexperto. Salvo excepciones, en el arte de la guerra no era el ideal, sin desconocer los cambios en el tiempo de sobrevivencia a través de los siglos. La literatura, en general, hasta el siglo pasado XX les prestó poca atención. En cambio la madurez creadora nos ha dejado y deja joyas invalorables para el desarrollo humano.

En punto a la sabiduría, el cántaro vertía en los ancianos a quienes se debía venerar, y así lo hicieron los pueblos de Oriente.También es cierto que han existido actos heroicos protagonizados por jóvenes de todas las épocas.

El advenimiento y desarrollo del capitalismo, el avance tecnológico, el mercado y los negocios abrieron la puerta al consumo, le dieron entidad central a los jóvenes y con ellos a un prototipo de consumidor voraz. El tener, en su versión mas egoísta, ha desplazado al ser. Las lealtades han sido duramente golpeadas, y la fiesta aturde la reflexión y el pensamiento crítico.

Este triste endiosamiento de los jóvenes, oculta intereses mezquinos y pone en peligro la armonía etárea, al tiempo que genera una odiosa discriminación. Al respecto, se observan discriminaciones etáreas por capacidades diferentes, nacionalidades, creencias y otras.

En el plano político-social, la irrupción de los jóvenes es bienvenida como forma de participación, pero con los límites que da la experiencia a fin de evitar que sean utilizados demagógicamente por aquellos que, para conquistar el favor popular, no vacilan en hacer promesas falsas e insostenibles y en fingir la aprobación de las opiniones o prejuicios en boga. No debemos olvidar el pasado reciente con su secuela de muerte de tantos jóvenes que fueron impulsados por ideales de justicia, arrancados de sus hogares y familias. Lo que se debe privilegiar siempre es la vida digna, no la muerte.

La conducción política -el bien común- requiere imprescindiblemente de una preparación que sólo da una buena educación cívica y formal. No advertimos en los jóvenes, en general, un mínimo acatamiento a las leyes y resulta evidente un creciente desinterés por el conocimiento. Se habla demasiado de educación, de tecnologías, de tiempos de clase, pero desde el pensamiento aquel que se alimenta de la observación de la naturaleza física y humana, se advierte tristemente que el mal es la ignorancia, y "la ignorancia es la madre de todos los males".

Debemos dejar a salvo aquella juventud que se prepara para encarar el futuro estudiando con rigor en universidades e institutos nacionales e internacionales en ciencias y artes, y aquellos otros que encaran tareas solidarias a nivel social.