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Juana es lo que Marcela no pudo ser

Tres mujeres, tres generaciones, una misma familia. La intimidad que supo mantener Mirtha en su vida privada no pudo lograrla con su nieta. Tres mujeres rodeadas del fantasma de la infidelidad, la mentira y el "qué dirán".

* Por Lorena Lalín (llalin@diarioveloz.com) La abuela se presenta como una "reina" con todas sus letras: siempre atenta a su imagen, cuidando en todo momento que su vida pública sea solo en el ámbito laboral. Su hija intentó ser parte del mundo público pero siempre quedó bajo la pollera de "la chiqui" y nunca pudo desarrollar una carrera propia. La nieta, la oveja negra: la que nunca cumplió con el mandato familiar de "lavar los platos sucios en casa".

Las separa el ímpetu. Mientras Mirtha se negó a rebelarse, Marcela lo intentó y Juana lo logró. Las unen los fracasos matrimoniales y la infidelidad. Todas fueron víctimas de hombres infieles, hombres que buscaban afuera de casa una satisfacción que -quizás- no encontraban puertas adentro. Mirtha soportó a las muchas amantes de su marido, Marcela perdonó y aceptó a una hija extramatrimonial de su actual pareja, y Juana se vengó y pagó con la misma moneda que recibió.

Una familia casi sin hombres, signada por el instinto femenino. Hombres de perfil bajo, mujeres de alta exposición. La cuarta generación ya tiene su sucesora -Ambar- y su sucesor -Silvestre- sin contar el o la tercera en camino, que seguramente llegará ya con el estigma de un ADN junto al chupete.

La "familia real" argentina parece que recién está empezando a abrir sus puertas a mostrarse como una real familia, con la posibilidad de permitirse los errores.

¿Podrá Mirtha reivindicar a su prole en sus bisnietos? Sólo el tiempo contestará esa pregunta.