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Irresponsable desidia

El subsecretario de Prevención de Adicciones, Ubaldo Ortiz, admitió que el Observatorio de Drogas todavía no cuenta con información procesada sobre el tipo de estupefacientes y la cantidad de consumidores que pueda ser útil en el combate contra este flagelo en la provincia.

No obstante, señaló que se desarrolla al respecto un trabajo "silencioso" cuyos frutos habrán de verse en el mediano plazo. El Observatorio de Drogas se creó, después de varios anuncios realizados por Ortiz desde que asumiera su cargo en 2008, en agosto del año pasado. En su momento, Ortiz explicó la importancia que tendría el instrumento para trabajar en la prevención de las adicciones, ya que no existían datos sistematizados para emprender la tarea. Esto a más de un año de la creación de la Subsecretaría de Prevención de Adicciones. Pasado un año de aquellas auspiciosas manifestaciones, el subsecretario, que cesará en su puesto dentro de cuatro meses, dijo que "la realidad de cada barrio, sector y departamento no la tenemos plenamente procesada", subrayando que sólo esta información permitirá "dar respuestas a nuestra sociedad". Es preciso dotar de perspectiva a estas expresiones de Ortiz para comprender la desidia estatal en torno a la problemática de la drogadicción, emparentada estrechamente con la de la inseguridad.

Lo que dice Ortiz ahora es muy similar a lo que viene diciendo desde que se hizo cargo de la Subsecretaría de Prevención de Adicciones en 2008. El repaso de sus apariciones públicas arroja un interesante saldo de quejas por los escasos recursos económicos y humanos destinados al combate contra las adicciones. En noviembre de 2009, por ejemplo, reveló que "la provincia todavía no cuenta con la infraestructura suficiente para atender la problemática de las adicciones", que había "una falta de políticas concretas para atender cada uno de los casos que llegan" y que faltaban "estrategias transversales, donde nos podamos involucrar todos, el sistema educativo, Salud, todos". Tal vez para no dejar excesivamente expuesto al Gobierno, aclaró: "No es que falten recursos, el grave problema que estamos teniendo nosotros es la desarticulación, porque cada institución, área o sector está trabajando por su cuenta, y en consecuencia no se puede generar una base de datos fiable para conocer la verdadera problemática sobre esto".

Pasados dos años, la situación no ha variado. En sus últimas declaraciones, Ortiz consigna, aparte de que el Observatorio de Drogas no ha cumplido aún con la función para la que fue creado, que "se están haciendo muchas actividades, pero no estamos trabajando de una manera articulada que nos permita optimizar al máximo" el esfuerzo. Se trata de una confesión del fracaso que expone adicionalmente una política basada en las apariencias y los puros anuncios, que no se reduce al área de la drogadicción aunque en pocos casos sus efectos sean tan nefastos. Esta propensión por reemplazar contenidos y acciones concretas por pura escenografía surge aún más nítida al considerar que el 8 de julio pasado se creó un Consejo Provincial de Prevención de Adicciones integrado por organismos oficiales como los ministerios de Gobierno, Salud, Educación y Desarrollo Social, además de la propia Subsecretaría de Adicciones y la Secretaría de Deportes. El resultado más visible de las políticas contra las adicciones es la proliferación de instancias para tratarla, sin que esto haya mellado en lo más mínimo la expansión de la patología, que hace carne en las generaciones jóvenes. Confunde el Gobierno acaso la generación de burocracia con el trabajo en pos de objetivos. Y tanto que un año no bastado para concretar un elemental relevamiento, ni cuatro -la Subsecretaría de Prevención de Adicciones se creó en diciembre de 2007- para resolver la falta de coordinación de la que Ortiz se quejaba a fines de 2009. No es, en efecto, un problema de recursos, o al menos no es éste el inconveniente principal. El problema central pasa por la falta de voluntad política para encarar una política seria y enérgica sobre el tema, que trascienda las meras palabras. Lo que hay, en cambio, es una irresponsable desidia.