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Inútil como varón inútil

Cuentan los que saben, que el ser humano, a diferencia de cualquier otro bichito de la naturaleza, demora dieciocho meses después de haber nacido en terminar de desarrollar su cerebro. Eso, claramente, se refiere a las mujeres. Los hombres no completan jamás esta tarea.

El cerebro de los varones puede llegar a ser algo espléndido, de una profundidad alucinante (¿cómo imaginar el de Einstein o el de Freud?) pero siempre es un bloque unidireccional por donde se escurre la diversidad de la vida. Esa cosa concreta, molesta e inevitable que ocurre día a día y que hay que resolver o te comen los piojos. Bueno, con esas pavadas, muchos de ellos no pueden. ¡Gente grande que alcanza a medir el universo y vive sin saber dónde encontrar sus medias!

EJEMPLOS MAGNOS
Mi enano de cabecera es experto en arte, no hay secreto de las enigmáticas Meninas que él no conozca, ni escrito teórico que no haya leído. Entiende perfectamente todo el arte contemporáneo y adora a Kandisnski y sus rayitas (a mí lo abstracto me descerebela, me gustan los cuadros donde hay gatitos con ovillos de lana). Con la misma enjundia le interesa la filosofía y la historia. ¡Hasta entiende a Bataille! Para redondear sus méritos dejo constancia que habla inglés, francés y portugués. Como verán es un hombre de inteligencia privilegiada y amplísima cultura. Comprenderán entonces por qué lo he escuchado, década, tras década, absolutamente fascinada. Más aun, lo admiraría hasta perder el juicio si no fuera... mi marido. Es decir: un varón al que puedo observar diariamente en su condición de varón que pertenece al gremio de los absolutamente inútiles. Tanta cultura le rellenó la cabeza como bien dijera Borges "con el arte que entreteje naderías". Eso: "naderías"

BOTONCITOS DE MUESTRA
Quizás la cocarda de honor se la ganó en Ezeiza. Ambos volvíamos de un viaje y yo tenía que salir corriendo para mi trabajo con lo cual le entregué el ticket de mi valija (cada cual había llevado la suya) y lo dejé con el encargo de que retirara las dos.
Tres horas después me habló con voz desconcertada
-¿Querida, vos tenés un camisón verde de seda?
Un alma más cándida hubiese fantaseado con que pensaba regalarme uno. Lejos de eso me estremecí.
-¡Por supuesto que no! ¿Qué está pasando?
-¿Y un piloto color fucsia?
- ¡Menos!
-¿Y algunos bodys rojos?
-¡Queeeeé está pasando!
-Ah, entonces el señor que está aquí, tiene razón, debe ser de su esposa
-¡Dónde es aquí!- grité desesperada- ¿quién es el señor?
El señor era un tal Alonso que venía de Perú (nosotros de New York), Me encantaría decir que se trató de un error de las Aerolíneas pero, por supuesto no había sido así. Al reconstruir los hechos surgió la siguiente historia. Un momento después de mi partida, el enano que había quedado juiciosamente frente a la cinta de equipajes que correspondía a nuestro vuelo, vio pasar por otra "mi" equipaje (la cinta estaba a treinta metros y llevaba las valijas del vuelo peruano). Sin pensarlo atravesó el hall y alzó tan contento la valija de la señora de Alonso de quien, según transcurrió la tarde, terminó por conocer hasta el color de sus bombachas. (La gente tiene formas raras de llegar a intimar)

El señor Alonso, de natural detallista, tomó la cuestión muy a pecho y mientras el enano alegremente desaparecía con la maleta de su mujer sin ser detectado, el señor convulsionó a todo el aeropuerto, "todas" las líneas aéreas, "todos" los maleteros, "todos" los despachantes y cualquier fauna que pudiese tener que ver con el episodio Creo que fueron alertados hasta los bomberos.
Finalmente en una especie de congreso armado a tal fin, pudieron deducir que ¡sobraba mi valija y faltaba la de su señora! (a esta altura imagino que la señora ya había sido internada en la mitad de un ataque de nervios). Por suerte en mi valija estaba mi teléfono. El señor Alonso habló entonces a casa, el enano le juró que estaba rotundamente equivocado, pero el hombre, de gran paciencia, decidió apersonarse en nuestro domicilio para constatarlo con sus propios ojos. Entre los dos abrieron el equipaje y mientras el señor Alonso sollozaba de alivio al ver el camisón verde de su mujer y sus múltiples bodys rojos, "mi marido" no tenía la más remota idea si eran prendas mías o no. Así que Alonso recuperó los calzones de su mujer, y dos días después yo recuperé los míos...

Ya lo sé, una cosa así habla más que de ineptitud y amerita el divorcio, el degüello, el garrote vil... Francamente quedé indignada, fantaseé durante mucho con comprarme una colección de bodys fosforescentes y usarlos frente a un camionero que se comiera las eses, sin embargo nada me garantizaba que un camionero, después de tantos años de casado y, básicamente siendo también varón, siguiera registrando el color de mi ropa interior... También entretuve mis noches pensando cual veneno dejaba menos rastros diluido en sopa pero luego me fui calmando con el argumento de que es varón y su cerebro funciona sólo en parte. Me parece importante subrayar que en esta discapacidad nada tiene que ver la cultura, conozco varones que creen que las Meninas es el nombre de un sauna, igualmente capaces de cometer las mismas tropelía y por supuesto, estoy lejos de agotar el tema, así que... la sigo en la próxima.