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Interrogantes luego de un nuevo llamado al diálogo

Por RAÚL VIVES* Una vez más, desde el Gobierno, se concreta otra convocatoria al diálogo entre la CGT y la UIA. El convite partió en esta oportunidad de un llamado en persona de la presidente Cristina Kirchner, desde el pulpito de la Casa de Gobierno a las dos entidades.

El último intento había ocurrido hace casi seis meses, unos horas después de la muerte de Néstor Kirchner. Por iniciativa del ministro Julio de Vido, y mientras aún se desarrollaba el sepelio del ex presidente, se reunieron Hugo Moyano y Héctor Méndez, el entonces titular de la UIA. Luego, como había ocurrido en otras innumerables oportunidades, la idea de avanzar con un Pacto Social se fue diluyendo con el tiempo.

Por virtud o defecto, la Argentina recicla cada tanto ciertos íconos de las llamadas políticas de estado, sin haber logrado siquiera acercar alguna experiencia más o menos importante. En el andarivel de la política, surge y desaparece cada tanto el ejemplo del Pacto de la Moncloa, Punto Fijo, o la Concertación chilena. Funcionaron en otras tierras. Por aquí solo ocurren reciclados más o menos desprolijos de experiencias de esas otras latitudes. En cuanto al llamado pacto social, el único caso real que registra la historia local requiere remontarse a los '70, en la última presidencia de Juan Perón, con el acuerdo que motorizó el ministro José Ber Gelbard. No tuvo un final exitoso.

¿Podrá la presidenta Cristina Kirchner romper con esta historia? ¿Hay márgenes para avanzar con certeza hacia un acuerdo más o menos amplio de políticas sociales y económicas? Es probable que el retorno de José Ignacio de Mendiguren a la presidencia de la UIA haya colaborado en la decisión de la Presidenta.

El flamante jefe de la central industrial es un viejo defensor de la idea de sentar en una mesa a la CGT, los industriales y el Gobierno para acordar pautas económicas. Pero mas allá de la voluntad y los modelos teóricos que se esgriman, la verdad es que en la Argentina el llamado pacto social se ha confundido, una y otra vez, con un simple y más mundano acuerdo de precios y salarios. ¿Ocurrirá otra vez lo mismo?

En rigor, si la idea fuera avanzar hacia un acuerdo/pacto de políticas más amplias, las negociaciones paritarias deberían entrar en stand by, a la espera de esas definiciones. Nada indica que esto esté por ocurrir. Es difícil, además, imaginar una tregua política o sindical alrededor de las negociaciones de salarios.

Quizás la Presidenta o quienes la asesoran, imaginan este llamado al diálogo como un instrumento para morigerar las negociaciones y el porcentaje de ajuste de salarios que hoy está en juego. Del lado empresario, puede existir coincidencia con la aspiración oficial, pero en el resto de los temas hay puntos de vistas muy distantes.

COLABORACION

En un gesto de acercamiento, De Mendiguren habló de colaborar y no confrontar. Pero los temas que urgen a los industriales no parecen estar en la agenda oficial. La perdida de competitividad local es cada día más clara. El comercio con Brasil ha sido deficitario en el último año en 4.700 millones de dólares, con un real sobrevaluado en 40% y la economía brasileña a pleno crecimiento. ¿Qué pasaría si estas condiciones fueran más desfavorables para la Argentina?

Las trampas de Guillermo Moreno para frenar las importaciones puede que sirvan para aliviar la salida de dólares por algún plazo, corto y muy acotado, pero no cambia las fuerzas que orientan el flujo del comercio exterior hacia uno u otro lado de la frontera.

Con una inflación que se proyecta en el orden del 25% y el precio del dólar que avanza al 5% o algo más, el retraso cambiario sigue avanzando. La inflación en dólares es ahora el mayor problema de los sectores de bienes transables.

Una estimación de la Fundación Mediterránea aporta información sobre otros problemas. Como se señaló en esta columna, el empleo privado ha aumentado poco, por debajo del crecimiento económico. Uno de los motivos tiene que ver con la suba de costos laborales. El costo laboral unitario en dólares subió 74% entre el 2006 y el 2010.

En Brasil, con problemas mayores de sobrevaluación del real, ese costo aumento 60%.
¿Existen márgenes para acordar y negociar políticas de más largo plazo? Sin dudas, la posibilidad existe. ¿Pero hay suficiente voluntad política en medio de un proceso electoral? ¿Cuántas correcciones está dispuesto a realizar el gobierno de Cristina antes de los comicios de octubre?

Los industriales piden medidas para bajar la inflación y recuperar competitividad; la CGT pugna por no perder terreno en el poder de compra de los salarios y no quedar afuera de la mesa de negociación en temas que involucran recursos para las obras sociales; finalmente, la Casa Rosada aspira a que nada cambie la sensación de bonanza económica hasta la fecha de las elecciones.