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Inteligencia criminal: ladrones de alta gama tras el robo del siglo

Es una mente brillante que si se hubiera inclinado por la ciencia seguro alcanzaría altos logros en beneficio de la humanidad. Es el cerebro tras cuatro delitos espectaculares, jamás identificado. Historia de película.

Ni el uruguayo Vitette Sellanes y mucho menos el recién liberado Rubén Alberto de la Torre fueron los cerebros del robo boquetero al Banco Río de Acassuso, apenas eran empleados de lujo del llamado robo del siglo. Y si al uruguayo parlanchín e histriónico lo sometieran a una sesión de hipnosis jamás podría identificar a su jefe dilecto, ni aunque lo sometieran a la llamada droga de la verdad, si es que existe. Lo describiría con la ambigüedad con que lo conoció, rubio y morocho, calvo y melenudo, bigotudo y lampiño, zurdo y diestro.

Alguien que conoce muy bien el mundo del delito de alta gama nos describió a un personaje con toda la apariencia de un caballero inglés, cercano a los setenta años. Vive muy bien en zona norte de la Provincia de Buenos Aires, sin lujos estridente ni sofisticaciones que llamen la atención. Nada de ostentar, y todo lo bien que vive tiene forma de justificarlo. Paga impuestos con tanta religiosidad como cuando concurre a Misa dominical. Y hasta hace obras de caridad con aires de buen samaritano (¿viste Fariña cómo se hace para mantenerse impune en ese universo donde los millones le hacen perder la razón al más mentado?).

Sabemos al menos de cuatro delitos contundentes que lideró. El robo al banco Río, el boquete al Banco Macro de Avenida Callao, el de las joyas de Mirtha Legrand (ya vendidas muy lejos de la Argentina) y uno del que nunca se supo públicamente. Al goleador de la selección Gabriel Batistuta le sacaron una fortuna de su campo en Santa Fe, y nunca hubo denuncia pública del asalto. Esta gente cuenta con información confidencial y un ejemplo fue saber qué el Bati había llevado una pequeña fortuna a su campo en Santa Fe.

Cuando José Alfredo Martínez de Hoz era Ministro de Economía en la última dictadura militar, una resolución del Banco Central obligó a que las instituciones bancarias enviaran copias de los planos de cada entidad a la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Hace 20 años esos planos desaparecieron y así llegaron a manos de este personaje escurridizo y señorial. Ahí comenzó la historia de los boquetes bancarios de alta resolución. Siempre pensados con cerebro de guión cinematográfico, que ni los escribas de "La gran estafa" o films similares podrían habérseles ocurrido.

Cuando buscaban mano de obra para consumar el robo al Banco Río fue otro uruguayo, el entonces barra brava de Boca William Laluz Fernández ("Richard") quien los puso en contacto con Vitette Sellanes, quien daba el perfil perfecto para ese asalto. Si ellos cometían un error después de llevarse el botín, nadie buscaría un jefe por encima de sus cabezas. Así fue como la investigación siempre terminó en la figura de Vitette. A "Richard" lo utilizaron en otros robos menores, el barra de Boca -hoy en silla de ruedas por un balazo que le afectó la movilidad- hacía estropicios en peleas callejeras y mientras la policía trataba de parar su accionar y sus efectivos caían sobre él, los ladrones iban a otro sitio no muy lejano sabiéndose seguros que tenían vía libre sin uniformados a la vista.

En el robo al Banco Macro de la zona de Congreso, planos en mano, montaron su centro operativo en un maxi quiosco de la zona. Vista privilegiada y atención las 24 horas. ¿Qué llamaría la atención?

Casi consumado el boquete hicieron amistad con un ciruja del barrio, la noche final lo emborracharon y lo llevaron dentro del pozo. Le dejaron un celular desde el cuál habían realizado llamadas a policías y otras autoridades, y se largaron con el botín. Los investigadores siguieron los rastros de ese teléfono pero al final eran todas pistas falsas, en ese ínterin ganaron el tiempo preciso para evitar ser rastreados. Ya se sabe que cuando una investigación arranca mal, muy difícil que después pueda ser encaminada.

Tratá de visualizar esta escena para hacerte la composición de un cerebro maquiavélico. Dos personas llegan a un restó bullicioso no más de 3 tenedores. Se sientan y esperan que una mesa numerosa se desocupe. Van a verlo al encargado del local y se ofrecen a comprar toda la vajilla y botellas ya vacías que hay sobre el mantel, tal como están. Le ofrecen buen dinero por esos objetos. Dicen que están haciendo una obra artística realista y precisan esos elementos tal cómo quedaron al final de una buena comida. Después reconstruirán esa mesa para una pintura o una fotografía estilo "naturaleza muerta". ¿Quién puede pensar que detrás de eso hay una maniobra con fines delictivos? Nadie, hay buen dinero y el encargado no lo piensa dos veces.

Los delincuentes de alta gama se llevan vidrios y cubiertos donde están almacenadas las huellas digitales de comensales inocentes. Cuando cometen un robo valioso colocan en la escena del delito esa vajilla como si hubieran celebrado la última cena antes de volar con rumbo desconocido y una millonada como botín.

La policía recoge todo y detecta las huellas digitales pensando que los ladrones cometieron el error garrafal de no llevarse consigo vasos, cubiertos y botellas. Cuando descubren el engaño, ya es tarde para comenzar de nuevo.

Podríamos contar varios episodios como el del uruguayo "Richard" o la compra de vajilla en cantinas de medio pelo.

Pero vale estos dos ejemplos para dibujar la mente brillante y criminal que hubo detrás de algunos episodios.

Lo que decíamos al comienzo del artículo, mentes brillantes para la inteligencia criminal, cerebros dignos de mejor causa.

Y un alerta final. Los planos de los bancos en la Argentina siguen en poder de los boqueteros del siglo.