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Identificar casas para ser asaltadas: ¿Inteligencia criminal o mito urbano?

El "pixacao" es una forma de grafiti callejero nacido hace 30 años en las zonas más humildes y marginales de San Pablo. Crean su propia tipografía y formas no convencionales de escritura. Hace tiempo están en el Gran Buenos Aires, pero se los quiere confundir con criminales. ¿Querés saber porqué?

Por Jorge D. Boimvaser

@boimvaser

info@boimvaser.com.ar

La leyenda urbana dice que hay delincuentes que estudian los movimientos de una vivienda, su historial (si ya fue asaltada o no), la composición de su familia y escriben sus conclusiones con aerosoles en las fachadas de esos hogares. Después otra banda toma la información y actúa criminalmente. Como todo mito urbano, una vez que la bola comienza a rodar el resto corre por cuenta de la imaginación de cada uno.

Hace tiempos nos preguntamos si es leyenda o inteligencia criminal, fuimos haciéndonos un cuestionario y ahora que encontramos respuestas a las preguntas lo podemos hacer público.

¿Existe una inteligencia criminal que señala viviendas para que otros la atraquen?

Definitiva y estadísticamente no existe. Casi la totalidad de los robos en propiedades privadas fueron ejecutados por bandas integradas por personajes que eligen sus blancos al azar o por chequeos que ellos mismos realizaron o van a "la precisa" con dato de algún entregador. En el universo tumbero nadie trabaja para otros, no hay solidaridad criminal y un dato no menor: La mayoría de los ladrones de viviendas tienen un precario nivel de conocimiento (muchos son semi analfabetos), son parte del millón de chicos que ni estudian –primaria incompleta- ni trabajan. Si casi no saben leer en su idioma, ¿cómo hacen para identificar un sofisticado sistema de códigos clave? Esta información surge de los datos recogidos en expedientes judiciales, no de un capricho periodístico y menos un prejuicio o pre concepto.

¿Entonces por qué la leyenda de las "casas marcadas"?

Nació hace unos años la leyenda que asegura cierta inteligencia criminal en estos delitos que siempre tiene características brutales (nadie se mete a tu casa a rogarte tengas a bien darles todos tus bienes). La impulsaron a hurtadillas en la sociedad desde el poder político de una localidad del suburbano abatida por los índices de criminalidad, para disimular la propia ineficacia política, policial y judicial para combatir el delito violento. Se le dio a las banditas de ladrones más vuelo del que en realidad tienen, haciendo creer en la gente que existe una compleja red delictiva con la que no es fácil lidiar. Lo que nunca se quiso decir públicamente cuando se generó esta leyenda, es que por más detenciones que se registren el número de ladrones nunca desciende, por ese famoso axioma siempre vigente de que "entran por una puerta y salen por la otra". Y otra calamidad que azota desde las estadísticas: Las bandas nuevas actúan con chiquilines que no terminaron de ponerse los pantalones largos y ya tienen un arma en la mano y una mentalidad asesina que le pusieron en la cabeza desde niño estilo "naranja mecánica". ¿Cómo disimular la carencia del sistema de protección al ciudadano? Haciéndoles suponer a la comunidad que estamos frente a una mega organización criminal a la que no es fácil descuartizar. O sea: Un gran invento para no reconocer la incapacidad del poder político de hacer frente al problema.

Pero los grafitis en casas asaltadas existieron. ¿Entonces qué respuesta hay?

Al menos medio conurbano y parte de la capital está pintada con aerosoles. ¿Y esos signos alfabéticos desconocidos? Horas atrás los vimos pintados en Thames y Nicaragua, una moderna mega usina cultural siempre protegida por vigiladores "first class", "mulos" (custodios) casi pato vicas estilo Danny "la muerte", bien empilchados y con equipamiento de comunicación tipo servicio secreto Presidencial. Micrófonos y auriculares al gusto que quieras. Hay rondas en la manzana para detectar cualquier peligro inminente. Lo cierto es que a nadie se le ocurriría intentar robar el local con sólo mirar la seguridad que ostenta. Pero después de cerradas sus puertas, a la madrugada aparecieron chicos con aerosol en mano y embadurnaron las paredes con esos signos inentendibles que no figuran en ningún alfabeto terrestre. Pasas por la puerta (hace horas aún estaban escritos) y si te dejas llevar por el mito urbano creés que son jeroglíficos típicos de la inteligencia criminal. Pero uno de esos chicos no tenía maldad en la mirada, todo lo contrario. Había que preguntarle montado en la buena onda. Y nos dijo de qué se trataba. Es la versión local de los "pixacaos", grupos de artistas callejeros nacidos en la marginalidad de San Pablo que se identifican con una forma de rebeldía especial: trazar estilos de tipografía propios con rasgos verticales, angulosos y muy fuertes. La ilegibilidad de los caracteres empleados es una forma de protesta contra el sistema social en que se han criado, vienen de una marginalidad muy densa y son perseguidos a diestra y siniestra. Tanto por las autoridades quejosas como por las bandas narcos y delictivas que no los tienen de rehenes como quisieran.

Conociendo algo más de cómo se compone la cultura pixacao ya sabemos que esos rasgos inentendibles no son parte de inteligencia criminal alguna, más allá que pudo haber ocurrido algún episodio de casas marcadas que dio nacimiento al mito urbano. Los chicos que realizan este arte marginal y combativo no quieren perder el anonimato y mostrarse en público. Se sienten más cómodo en ese estado fuera del mundo mediático. Cuando le contás que la sociedad está confundiendo su arte con señales de la inteligencia criminal, lo ignoran totalmente pero no les sorprende que sea así. Ni saben que la fuente de origen es Brasil, ni que son parte de una leyenda urbana que los mal interpreta.

Así que cuando veas una pared con esos jeroglíficos no entres en pánico. A veces te pueden confundir y el enemigo está instalado en los lugares más relucientes de la sociedad.