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Gestos heroicos

Sin falsas modestias debo declarar que me considero una persona valiente.

No tengo grandes miedos y carezco de algunas fobias clásicas a las ratas, los pumas, los caballos salvajes y los dinosaurios trastornados. Puedo abrir sin que tiemble mi mano el sobre que me trae la cuenta de la tarjeta de crédito.

Sin embargo ayer realicé el acto de coraje más arrojado de mi vida: falté al trabajo porque sí. Sencillamente apagué el reloj a las cinco, hablé con Andrea avisando de mi ausencia, avisé al taxi para que no me buscara, volví a la cama, me abracé a la almohada pero... no podía dormir de felicidad.

Ni Carlomagno viendo asentar el polvo de su más heroica batalla... ni Howard Carter cuando al fin encontró la esquiva tumba de Tutankamón, ni Madame Curie cuando gritó: "¡Eureka, me dieron el segundo Premio Nobel!". Ninguno de ellos puede acercarse al profundo orgullo que sentí por mí misma. Y lo curioso es que no fue por algo que hubiera hecho, sino por algo que no hice. Hace muchas décadas que trabajo y cuando he faltado, ha sido siempre por enfermedad mía que no permitía salir de la cama o por enfermedad de terceros que no permitían moverme de su cama. Pero nunca, nunca, nunca, falté porque sencillamente quise quedarme a dormir.

No tengo una gran conducta moral en lo privado, aunque cívicamente era una persona intachable. Sin embargo, ahora me gustaría que en mi tumba dijera simplemente "Una vez faltó al trabajo porque se le dio la gana". Releo y parece una proclama que Kunta Kinte suscribiría con entusiasmo, pero yo soy libre y por ende mi acto vale el doble. Mi trabajo me gusta, y en mi manera de concebir la vida nunca entró la posibilidad del "porque sí", o "porque me dio la gana".

¿Dije que era libre? Sí, pero no de mí misma, no de esa puta voz de la responsabilidad que nos hace cumplir con todas nuestras obligaciones. He tratado de saber de dónde sale esa voz que me gobierna, ¿será del Martin Fierro?: "debe trabajar el hombre para ganarse su pan/ pues la miseria en su afán /de perseguir de mil modos/ llama en la casa de todos/ y entra en la del haragán"

Lo releo y es claro que se dirige a los varones. Recuerdo entonces la Biblia cuando nos sacaron zumbando del Paraíso con la orden "ganarás el pan con el sudor de tu frente" o de mi padre polaco que sin demasiadas palabras sencillamente trabajó.

Curiosamente cuando pienso o releo no encuentro una sola voz que nos incite a ser feliz con el mismo énfasis que se nos ordena trabajar. De este modo cuando una dice "ma' sí", se siente más culpable que si hubiese asaltado el pabellón de Neonatología del Hospital de Niños. Después fui sometida a un cuestionario implacable: pero ¿no tenés tos? No; ¿No estás incubando una bronquitis? No; ¿Te duele demasiado la pierna? No más que cada mañana, y luego de examinar mis múltiples males, apelamos a la sicología: ¿No estarás deprimida? No!!! Estoy exultante bombóm, sólo que por primera vez me revelé contra la última ley que me quedaba por transgredir: falté porque sí.

Pueden condenarme o pueden seguir mi ejemplo, si todos nos sumamos vamos a terminar con la sociedad de consumo y tal vez comencemos a imaginar cómo sería una sociedad del placer. Me anoto.