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Esperar y ver, la estrategia K para bosquejar plan octubre

*Por Pablo Ibáñez. Esperar y ver. Sin apagar la efervescencia por el triunfo, Cristina de Kirchner dispuso un repliegue táctico. Con el 50% de los votos, interpretó que el domingo enlazó sus deseos políticos: una victoria categórica, el naufragio opositor y, a futuro, un Congreso amigable.

Su «wait-and-see» esconde una admisión: que el resultado, por contundencia y derivaciones -de repetirse en octubre, le otorgaría mayoría parlamentaria- fue inimaginado e idílico por lo que, sin que ponga en riesgo el triunfo, sólo podría empeorar en octubre.

Sólo aquel domingo se salvará el pulseo entre los teóricos que contraponen los efectos «elección ganada» y «votar a ganador». Unos hablan de la migración de votantes a otros partidos ante un resultado puesto; enfrente creen que prima el deseo de apostar a ganador.

Más allá de ese dilema de café, en la Casa Rosada reconocían ayer que en lo inmediato es mínimo el margen para incidir sobre el escenario electoral. Y advierten que en estos días los movimientos, maniobras y reconfiguraciones serán propiedad de la oposición.

Hay, sin embargo, visiones y criterios sobre lo que se hizo, las razones del triunfo, las mutaciones para octubre y el reordenamiento de la oferta anti-K. La lectura de esas variables es el insumo para diseñar el plan para encarar la general. Veamos:

Adivinos del pasado, los kirchneristas se anotan como mérito propio la baja performance de Eduardo Duhalde que anoche estaba, todavía, mil votos abajo de Ricardo Alfonsín. La jugada se hizo más visible con los números en la mesa: Alberto Rodríguez Saá superó el medio millón de votos, cerca del 7%, ganó San Luis, fue escolta en San Juan, Mendoza y La Rioja, y entró tercero en Capital y Córdoba. Una presunción razonable indica que Duhalde y el puntano comparten universo de votantes. Los que postulan la picardía de un trueque entre Olivos y los hermanos Rodríguez Saá indican que la Casa Rosada, vía Juan Carlos «Chueco» Mazzón, desactivó el armado de un mega frente opositor entre la UCR, el PJ y armados locales, para pelear la gobernación. Ayer se votó para ese cargo: los Rodríguez Saá lograron un 56%; divididas, dos tribus rivales, rozaron el 42%.

En Gobierno, a la hora de proyectar los movimientos opositores, pronostican un reposicionamiento de Hermes Binner para octubre. En un autoelogio, destacan que no tuvo un discurso hipercrítico ante Cristina, por lo que podría seducir a sectores medios. Un operador K ayer, temprano, le marcaba otra ventaja: «No es peronista ni es radical por lo que puede sumar de Duhalde y de Alfonsín». Binner, en esa hipótesis, crece gracias a otro fenómeno: el votante de Elisa Carrió, tras su pésima elección, podría elegir ese destino y parte de los que apostaron a Alfonsín. Sólo supuestos.

Entre las dudas, sobresale una esencial: la provincia de Buenos Aires aportó un 39,8% de los votos que obtuvo Cristina quien consiguió 220 mil más que lo que reunieron, en bloque, Daniel Scioli, Mario Ishii y Martín Sabbatella. Tuvo, además, resultados impactantes, en general por encima de los intendentes, favorecida por la diversidad de ofertas locales. Dos casos: en La Plata, sacó 6 puntos más que Pablo Bruera; en Tres de Febrero, 7 puntos más que Hugo Curto. El «embudo invertido» fue eficaz: salvo casos aislados, como Darío Giustozzi (Almirante Brown) que sumó 64% mientras la presidente 63,1% y Sergio Massa (Tigre) que juntó 63,4% contra 57,8% de Cristina, en los distritos la presidencia superó a los alcaldes. Eso requirió del esfuerzo de los caciques que debieron enfrentar internas y fue la cláusula gatillo de la Casa Rosada para que jueguen en la primaria. Desempató, en otros dominios, tirrias añejas. En San Nicolás, el exfelipista Ismael Passaglia, rekirchnerizado por gestiones del randazzista «Lalo» Di Rocco, derrotó a Gustavo Díaz Bancalari, sobrino del diputado.

El fenómeno local y el impacto del dispositivo electoral K son, sin embargo, explicaciones parciales. Sólo la ola nacional pudo dejar al único intendente del PJ del conurbano, Jesús Cariglino, que saltó hacia el duhaldismo al borde de la derrota. Octubre puede ser su despedida. Aldo Rico, otro aliado funcional de Duhalde, también lo padeció: quedó muy lejos de Joaquín De la Torre. En el interior, que se rebeló con la 125, ocurrió algo parecido. Un ejemplo testigo: en Coronel Vidal, un pequeño pueblo sobre la Ruta 2, que abrumó piquetes anti-K, la Presidente duplicó a su segundo, Alfonsín.

La avanzada K, con el soporte de los intendentes y de Scioli -más allá de que sacó más votos que ambos- beneficia a todos. Si en octubre se replican los resultados, Scioli encarará la primera parte de su segundo mandato con una escalofriante mayoría en el Senado y casi quórum propio en Diputados. Una cruel paradoja para Duhalde: su candidatura, que fue mucho menos potente a lo imaginado, termina por facilitar -al dividir el voto opositor- la mayoría del FpV en la Legislatura bonaerense. Otro razón para el retiro.