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Eso que se llama periodismo

Un periodista no suele trabajar para recibir una felicitación o una palmada adulatoria. Tampoco para ser blanco de un ataque. Puede ser valiente pero no temerario. Y debe conocer cuáles son los gajes de la profesión. Opinión de Diario El Sol de Mendoza.

Días movidos en una redacción. Días de contrariedades, de incertidumbres, de certezas, de temores y de pasiones. Son los días que, aún bajo la angustia de haber recibido una amenaza, espera todo periodista.

Porque de eso se trata esto. De generar algo y provocar un cambio, de marcar un camino y mostrar qué se hace bien y qué se hace mal. No como jueces, sino como generadores de información. Eso, en ocasiones, molesta. Porque toca intereses ocultos y actividades que están fuera de la ley. Trabajar, investigar y perseverar para llevarle al público esas situaciones es la esencia misma del periodismo.

No se equivoca Gabriel García Márquez cuando la define como la profesión más linda del mundo. Y, por más que se repita una y otra vez, este concepto nunca parecerá trillado. Se renueva cada día en que alguien ingresa a la redacción y enfrenta el desafío de ver la pantalla en blanco.

Un periodista no suele trabajar para recibir una felicitación o una palmada adulatoria. No busca congraciarse con un funcionario. Al menos no aquellos que entienden que este es un trabajo que se sostiene desde dos puntos: pasión y vocación. La realidad es que tampoco se trabaja para ser blanco de un ataque. Un periodista puede ser valiente pero no temerario. Y debe conocer cuáles son los gajes de la profesión.

Por ejemplo, recibir una suerte de amenaza de muerte por investigar el accionar de una banda narco en la provincia. No fue una amenaza tal y como se entiende este método de intimidación. Lejos de eso, se filtró un dato que habría salido del interior de la banda en cuestión: maten a los periodistas.

A partir de ahí, palpitaciones a mil. Lo que está en juego es mucho más que la publicación o no de una nota. Se siente miedo, mucho miedo. Y se siente satisfacción, demasiada, por saber que los datos aportados desde lo periodístico no sólo han molestado, sino que han corrido un velo y permiten ver el sector más oscuro de nuestra sociedad.

Hay angustia entre los amigos, hay nervios entre los familiares y hay muestras sobradas de solidaridad.

Entonces, los picos de adrenalina se repiten. Ya no aparecen sólo en el horario de cierre. Es permanente. Es vivir 24 horas en un nivel altísimo, sin abandonar en ningún momento el lugar elegido: el de informar, comunicar y mostrar la verdad.