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Escándalo en El Vaticano: se usaron US$726 millones donados a los pobres para hacer negocios

77% del dinero habría ido a filiales del Credit Suisse y gestionados en operaciones financieras que muestran irregularidades.

Es un escándalo que “tiene pocos precedentes en la vida reciente” y otra vez lo ha destapado el periodista y escritor de investigación del semanario “L’Espresso” Emiliano Fittipaldi. Las revelaciones a partir del allanamiento a la Secretaría de Estado el miércoles 2 de este mes, han ido escalando y lanzando explosivas revelaciones.

Al jefe de seguridad del Papa, el general Domenico Gini, su actuación le costó la cabeza, que le pidió Jorge Bergoglio por algunas imprudencias en la investigación. Mientras tanto, los fiscales generales están investigando a fondo y hoy domingo “L’Espresso” publicará las 16 páginas ultrasecretas de la pesquisa de los promotores de Justicia, Gian Piero Milano y Alessandro Diddi con las revelaciones más humillantes para la Santa Sede: la Secretaría de Estado, el órgano clave del gobierno central de la Iglesia, cuyo “primer ministro” es el cardenal Pietro Parolin, gestiona en un fondo extrabalance nada menos que 650 millones de euros (725 millones de dólares) del Obolo de San Pedro, con donaciones de fieles de todo el mundo destinados a los pobres. Y el dinero, en lugar de ir a parar a los necesitados bolsillos populares, sirven para realizar negocios “opacos”.

También el prestigioso diario inglés “Financial Times” ha publicado el lunes pasado sus propias investigaciones sobre manejos “non sanctos” de funcionarios y mediadores vaticanos en la gestión de millones invertidos en proyectos de apartamentos de lujo en Londres, que en parte habrían sido financiados con dinero de Obolo de San Pedro.

Los promotores de justicia (fiscales generales) del Vaticano, estrechamente en contacto con el Papa Francisco, arriban a la conclusión en su investigación de 16 páginas secretas que publicará el domingo L’Espresso, que han detectado “graves indicios de peculado, estafas, abusos de oficio, reciclaje y autoreciclaje”. El Revisor Alessandro Cassinis, a las órdenes del pontifice, señala “gravísimos delitos, como la apropiación indebida, la corrupción y el encubrimiento”.

Fittipaldi y el “Financial Times” investigan la era 2011—2018 en que el hoy cardenal Angelo Becciu, era el “ministro del Interior” del Vaticano como Sustituto de la Secretaría de Estado y tuvieron lugar varias operaciones inmobiliarias sospechosas en Londres y otros negocios, en los que algunos intermediarios cobraron jugosas comisiones.

Pero el periodista de L’Eseresso agrega en las pesquisas la figura del arzobispo venezolano Edgar Peña Barra, muy vecino a Francisco, nombrado hace un año como sucesor de Becciiu, promovido a “ministro” del Papa argentino como Prefecto para las Causas de los Santos.

Los 650 millones de euros del Obolo de San Pedro, sostiene L’Espresso” habrían ido a parar en un 77% a filiales del Credit Suisse y gestionados en operaciones financieras que según el magistrado Revisor muestran “vistosas irregularidades”, además de abrir “escenarios inquietantes”.

La investigación de L’Espresso cuenta también la operación Falcon Oil, un intento de inversión de 250 millones de euros del Vaticano en una plataforma petrolífera frente a las costas de Angola. Según Fittipaldi la documentación revela “el complejo sistema de sociedades en paraísos offshore “usados por el Vaticano para poner una pantalla en los negocios millonarios de Londres”.

El “Financial Times” investiga las irregularidades en la inversión de 200 millones de dólares realizada en 2014 a través de Athena Capital, un fondo de inversión de Luxemburgo, en la financiación del proyecto de apartamentos de lujo en la metrópoli británica.

El matutino inglés señala que en 2016 jugó un papel fundamental el entonces monseñor Becciu para detener las reformas financieras en el Vaticano que proyectaba el cardenal George Pell, que era el “zar” de la economía nombrado por el Papa. Pell, que perdió su cargo de Secretario de la Economía tras ser condenado por abusos sexuales a menores en su país, Australia, donde cumple una condena carcelaria, ordenó una auditoria que monseñor Becciu canceló y convenció al Papa a apoyarlo. En 2017, el hoy cardenal Beccu fue también el responsable de forzar la dimisión del primer auditor general del Vaticano, Libero Milone en medio de un escándalo.

El papel de “brokers” y agentes influyentes de los cardenales está también en la investigación de L’Espresso y en los descubrimientos del Financial Times. El agente Raffaele Mincione habría sido quién les aconsejó, después que no se concretó la inversión de 250 millones en la plataforma petrolífera en Angola, que el Vaticano invirtiera el dinero en el edificio de Sloane Avenue de Londres, que era un viejo depósito de Harrods de 17 mil metros cuadrados, a transformar en un lugar residencial de cincuenta apartamentos de lujo. La inversión se hizo a través de fondos luxemburgueses, pero el negocio falló cuando los precios cayeron como ocurre con frecuencia en el mercado inmobiliario riquísimo de la capital británica.

El sucesor de Becciu como sustituto de la Secretaría de Estado, el monseñor venezolano Peña Parra fue el encargado de buscar salvar la mala inversión pidiéndole 150 millones de euros al banco del Papa,, el Instituto para las Obras de Religión (IOR). El director Gianfranco Mammí olfateó el riesgo y negó el préstamo “a menos que lo ordene el Santo Padre”.

A continuación el director del IOR denunció ante el proprio Papa lo que le parecía una irregularidad y así comenzó la investigación que llevó el 2 de octubre a allanar por primera vez oficinas de la Secretaría de Estado, haciendo estallar un escándalo cada vez peor.

En su investigación, Emiliano Fittipaldi menciona a otro agente financiero, el broker Gianluigi Torzi, quién habria recibido una comisión millonaria. Los documentos secretos conseguidos por “L’Espresso” podrían servir para ajustes de cuentas internos. El Vaticano parece haber entrado en la fase de un tercer Vatileaks (“leaks” quiere decir infiltraciones), como los dos primeros que ocurrieron durante el papado de Benedicto XVI, quién terminó por renunciar. Fittipaldi concluye que “para Fransisco no será fácil, ante el nuevo escándalo, orientarse entre enemigos verdaderos, falsos amigos, buenos y malos consejeros”.



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