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El santito de los pibes chorros

*Por Roberto Bosca. A despecho de las políticas de seguridad, la delincuencia, quizá mejor organizada que en pasadas épocas -especialmente la juvenil-, parece extenderse cada vez más y adquiere nuevas modalidades a tono con los tiempos.

La inseguridad ha pasado a ser así un valor que suele estar en los primeros lugares en los rankings de demandas de los ciudadanos y se constituye en una amenaza a la estabilidad de los países.

Ambas temáticas se unen cuando la invocación de naturaleza religiosa se dirige a un delincuente santificado, originando un verdadero culto. Este es el caso de Víctor Manuel "Frente" Vital, un pibe chorro asesinado por la policía que ha sido objeto de una canonización popular en la que se registran elementos propios de una nueva cultura de la muerte.

Los antecedentes de "Frente" Vital se pueden considerar numerosos tanto en el escenario internacional como en el nacional. La campaña argentina ha sido pródiga en la generación de la figura del gaucho alzado, que se distingue del delincuente común por su sentido social concretado en una sensibilidad de ayuda al débil.

Se trata de la encarnación criolla de Robin Hood, un personaje legendario y emblemático de la literatura tradicional inglesa, devenido en prototipo universal de quien roba a los ricos para repartir sus bienes entre los pobres, blanqueando su inmoralidad en aras del bien final. Esta trama argumental ha sido una constante en el imaginario colectivo de todos los tiempos hasta nuestros días.

Existe una larga lista de personajes de historia similar que consecuentemente son también objeto de cultos particulares, como la saga de los gauchos Cubillos, Lega, Bazán Frías y Altamirano, entre muchos otros. A todos ellos supera hoy en popularidad el Gauchito Gil.

En diversos países latinoamericanos pueden percibirse expresiones de la religiosidad popular en la "sociedad delincuente". Hay una visión maniquea en la presentación del pobre-virtuoso versus el rico-corrupto que siempre es del gusto del público de todos los tiempos. Existe una convención por la cual los pobres son buenos y los ricos son malos, y aunque la simplificación es irreal, siempre ha encontrado confirmaciones en la realidad.

En esa perspectiva, la riqueza es siempre una fuente de corrupción, y esta noción ha sido asumida en bastantes ocasiones incluso por los propios cristianos, cuando en realidad se trata de una opinión ajena a la ortodoxia de la fe, que sin embargo se mantiene casi inalterable -por ejemplo, en algunos ambientes liberacionistas- hasta nuestros días.

Existen, en tiempos recientes, algunos ejemplos de bandoleros santificados a lo largo de toda la geografía latinoamericana. Uno de ellos es el mexicano Jesús Malverde, el santo protector de los narcos, que es objeto de un culto de latría bajo la advocación de El Bandido Generoso o El Angel de los Pobres. Sus devotos le atribuyen la protección de los narcos, y en general de las personas dedicadas al tráfico de drogas y de los emigrantes ilegales, así como la de los pobres, sobre todo cuando deben enfrentar procesos judiciales.

El narcocorrido es un subgénero del tradicional corrido mexicano, en el que se celebran sucesos relacionados con el narcotráfico, a menudo con un sentido hagiográfico. Como en los cantos de los aedas y las epopeyas medievales, en sus letras suelen celebrarse las hazañas y las virtudes de los jefes de las bandas presentados como sujetos dignos de respeto y admiración.

Los cantantes representativos del género como Erik Estrada, en México, y Jimmy Gutiérrez, en Colombia, celebran las virtudes y cantan las epopeyas, pero también describen impúdicamente las escabrosas realidades de un mundo trágico y cruel que nos es cada vez más cercano.

En una obra testimonial del ambiente sórdido de la subcultura narco, el escritor Fabio Alonso Salazar, actual alcalde de Medellín, describe claramente esta trasposición de naturaleza religiosa: "La Sagrada Escritura prohíbe matar, yo entiendo que no se debe matar cristianos. Pero aquí no matamos cristianos sino animales. Porque una persona que tenga inteligencia no mata a un trabajador para robarle el sueldito y dejar aguantando hambre una familia. Ni los animales hacen esas maldades. Como cristianos creyentes nos defendimos y nunca me ha remordido la conciencia, a pesar de tanta sangre".

Un montonero o un torturador podrían suscribir esta visión deshumanizada, satanizada del otro. Ejemplos similares aparecen en obras como La Virgen de los Sicarios , del colombiano Fernando Vallejo, y Rosario Tijeras , de Jorge Franco, también nacido en Colombia, donde se da noticia de las balas rezadas. Cuenta Vallejo en su novela: "Las balas rezadas se preparan así: pónganse seis balas en una cacerola previamente calentada hasta el rojo vivo en parrilla eléctrica. Espolvoréense luego en agua bendita obtenida de la pila de una Iglesia [?]. El agua, bendita o no, se vaporiza por el calor violento, y mientras tanto va rezando el que las reza con la fe de carbonero: por las gracias de San Judas Tadeo (o el Señor Caído de Giradota o el Padre Arcila o el Santo de tu devoción) que estas balas de esta suerte consagradas den en el blanco sin fallar y no hagan sufrir a la víctima".

En la cumbia villera se reconocen las mismas características exhibidas en México y Colombia por el narcocorrido, donde los códigos delictivos son expresados, por así decir, de una manera artística en una estética kitsch. No es sorprendente comprobar en ellos la inversión del bien y del mal. El mensaje de las letras, ciertamente, no es sutil. Como corolario, el coro de una de ellas remata con un estribillo poco tranquilizador: "No te hagas el turro, gordo vigilante / vas a salir con los pies para adelante".

Víctor Manuel Vital, un pibe chorro de la Villa San Francisco, de San Fernando, fue ultimado el sábado 6 de febrero de 1999, luego de una violenta persecución por dos móviles policiales. El victimario fue el agente "Paraguayo" Sosa, en un episodio con todas las trazas de un asesinato legal.

Al morir, "Frente" tenía 17 años, pero en cierto modo ya era un delincuente profesional distribucionista al estilo de sus antecesores, los bandoleros sociales. Según sus fieles devotos, igual que Robin Hood y como una reedición posmoderna de aquel mito medieval, "Frente" robaba a los ricos para dar a los pobres. Su protección es invocada -como un nuevo Robin- contra las "fuerzas del orden", cuya corrupción parece confirmar la inversión valorativa.

En el nuevo santito se expresan algunas de las notas más típicas del pibe chorro, heredero del estigmatizado garoto da rua y una síntesis letal de consumismo y pobreza estructural, en la que el desempleo de varias generaciones unido a otras condiciones de orden familiar y social va fabricando el nicho perverso y letal de la exclusión, donde la condición de víctima y victimario se confunden.

Al revisar la iconografía del conjunto musical Los Pibes Chorros, llaman la atención las referencias a representaciones de la muerte, con su típica tradicional imagen de una calavera y esqueleto cubiertos por una sábana que esgrime una guadaña en forma amenazante.

El culto de Santa Muerte o Santísima Muerte o Niña Blanca o, como es más conocido, San La Muerte, forma parte de los viejos nuevos estilos religiosos cuya característica es que sus fieles invocan a la divinidad para conseguir el mal, como en el caso de "Frente" Vital. Es practicado actualmente no sólo por delincuentes, sino también y de manera oficial por la integrista Iglesia Católica Tradicional Mexicana-Estadounidense.

En los años 60, el pintor Antonio Berni hizo popular como leitmotiv de su estética la representación de Juanito Laguna, un chico villero que en su ingenuidad y candor parece un angelito frente a la desgarrante realidad del paco, los crímenes y las violaciones de los pibes chorros. Algo está cambiando y no sólo en la villa.

Renata Medina, el personaje encarnado por Juanita Viale en la telenovela Malparida , que tuvo gran éxito, asumió la síntesis de la maldad en el camino de su abuela Gracia Herrera, como devota de San La Muerte. La perversión religiosa de ambas refleja de un modo especular una realidad que ha dejado de ser un patrimonio de marginados, y de la que "Frente" Vital constituye su último emergente.