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El paliativo de la adopción

Nada reemplazará a mamá y papá en el alma de un niño. La adopción será un paliativo necesario, siempre que su trámite esté dotado de agilidad y sensatez, además de realizarse a conciencia.

Hay algo que aclarar desde un primer momento cuando se aborda el delicado tema de la adopción: no habrá gesto, por más amoroso que éste sea, que pueda sustituir a mamá y papá en el alma de un niño. La pérdida de estas relaciones básicas con los progenitores, por la razón que fuere, produce efectos indelebles, incluso en los bebés. Los psicólogos suelen destacar la importancia de los primeros contactos del recién nacido con el mundo: el primer minuto, la primera hora, el primer día, el primer año.

Son momentos en que se les va imprimiendo una suerte de hoja de ruta de la vida y en los que el cariño y la seguridad que transmiten y aportan los padres juegan un rol irreemplazable.

Con esa frágil, tenue y delicadísima cuestión se enfrentan los involucrados en la cadena de la adopción de niños, que en nuestro país suele ser un trámite incierto y farragoso, cuyo éxito dependerá, más que nada, de la buena fe y el sentido común de los protagonistas. No hay ley capaz de prever la inmensa casuística que puede generarse en torno de la adopción de un niño.

Sin embargo, lo más común es que se presente ligada a privaciones básicas en lo económico, lo educativo y hasta lo moral, por un lado, que generan la situación de abandono del niño, y a parejas no fértiles que desean un niño que reemplace al bebé propio, por otro.

A partir de esta conjunción, se abre un abanico de posibilidades en las que no siempre se tiene en cuenta que lo que está en juego, como valor a resguardar, es el interés del niño.

Porque, no sin razón, los potenciales adoptantes prefieren bebés, ya que suponen que será más fácil adaptarlo a su modo de vida, sin reparar en que cuando se adopta un niño, se lo incorpora con su historia. Lo peor que se puede hacer es negarla.

Las estadísticas reflejan en forma rotunda esta realidad: de los 3.276 aspirantes inscriptos en Córdoba, el 85 por ciento se anota en el subregistro para adoptar individuos de 0 a 1 año, mientras el resto se reparte en porcentajes insignificantes en los tres subregistros restantes (de 1 a 5, de 5 a 10 y de 10 a 18 años). Semejantes cifras parecen condenar al abandono a aquellos niños que superan el año, sin reparar en que ningún chico es una causa perdida. Son, ante todo, personas, cuya fragilidad emocional y afectiva requieren especial atención y no pueden ser materia de transferencias como si fueran paquetes.

Se impone, pues, atender las necesidades del niño, con institutos que cuiden todo lo posible su salud física y mental, mientras se le busca un destino que, como prioridad, debería ser restituir a la criatura a su lugar natural, revincularlo con su familia de origen.

Si esto no es posible, como ocurre en la gran mayoría de los casos, el camino de la adopción será un paliativo necesario que debe llevarse a cabo a conciencia y sin trabas burocráticas.