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El nuevo jefe del Banco Central Europeo

*Por J. F. Marguch. Lo más grave que se recuerda del nuevo jefe del BCE es que entre 2002 y 2005 fue socio y vicepresidente de Goldman Sachs Internacional.

Adiós, Jean-Claude Trichet. Bienvenido, Mario Draghi. ¿Pero el Banco Central Europeo, BCE, está hoy en condiciones de dar la bienvenida a nadie?

Lo más probable es que sus altos funcionarios no tengan tiempo disponible para cortesía: están perdidos en un laberinto demoníaco. Cada vez que creen avizorar la salida, se introducen en otro laberinto bastante más complicado.

Y nunca falta un Yorgos Papandreu que domina el arte de perturbarlo todo, sea tratando de no ser lanzado de manera violenta al piso desde el sillón más indomable del mundo –el de primer ministro de Grecia hoy–; sea por resignarse a los retos y amenazas casi cotidianos del tándem Angela Merkel-Nicolas Sarkozy; sea por su desprecio algo sudamericano por el equilibrio presupuestario y el endeudamiento descontrolado; sea por su irrefrenable adicción a la manía argentina de falsear las estadísticas macroeconómicas.

Se va un pragmático. Trichet logró salvar al euro del incendio en más de una oportunidad, yendo más allá y por encima de los límites fijados por los tratados fundacionales de Maastricht (1992). Trotskista incendiario en su juventud, escoró o evolucionó (como se quiera) hacia el liberalismo.
Hoy se le reconoce como un brillante piloto de tormenta: actuó con realismo y pragmatismo, aunque con un sentido del tempo algo cuestionable, como cuando dejó que el incendio llegara a las cavernas blindadas de los bancos centrales, atiborradas de bonos que eran una soberana basura, y anunció que el BCE no invertiría un centavo en papeles tóxicos. O también cuando elevó las tasas en pleno incendio.

De sus ocho años de gestión, lo que seguramente se recordará es la valiente reivindicación que hizo de su gestión: "La hoja de servicios del BCE es mejor que la de Alemania en los últimos 50 años. ¿Me dejan que recuerde que en 2004 y 2005 algunos gobiernos importantes de Europa solicitaron una suavización del Pacto de Estabilidad y Crecimiento? ¿Recuerdan qué gobiernos eran? Francia y Alemania".

El presidente de Francia no tiene tiempo para celebrar la gestión de su compatriota (que no es economista de profesión) ni para dar la bienvenida a Draghi, porque su nacionalismo ha quedado gravemente afectado: desde el primero de noviembre, la presidencia del Banco está en manos de un italiano, y hay otro italiano entre los cinco miembros del Consejo Ejecutivo, pero ningún francés, tonnerre de Dieu !

Cuando surgió la candidatura de Draghi, el consejero Lorenzo Bini-Smaghi anunció con solemnidad que renunciaría a su cargo, para permitir su reemplazo por un economista francés.
Pero, como un Silvio Berlusconi cualquiera, se desdijo, olvidó la palabra dada y permanecerá sentado en la confortable poltrona hasta el primero de junio venidero, como hipótesis de máxima. Ese día concluirá la renovación del Consejo, porque cuatro de sus miembros cesarán en sus funciones.

Entra un amigo. Draghi asumió la conducción del BCE en lo que el gran filósofo y matemático Gottlieb Leibniz describiría como "el peor de los mundos posibles". Más allá de la retórica de solidaridad y unidad, los pueblos de Europa se abrazan a un convulsivo sálvese quien pueda.
Los diarios italianos exultaron de macarrónico nacionalismo con su designación y repitieron hasta el hartazgo que se había graduado en la célebre Universidad Bocconi de Milán, uno de los mejores centros de enseñanza en las extrañamente llamadas ciencias económicas.

Pero olvidaron o mencionaron al pasar que su (verdadera) formación la hizo en el legendario MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts, por sus siglas en inglés), bajo la dirección de un economista genial y, sí, italiano: Franco Modigliani, premio Nobel de Economía de 1985 y pariente de otro genio, pero de la pintura: Amedeo Modigliani. De Franco Modigliani dijo Paul Samuelson que, cuando falleció, "era el economista más importante del mundo".

Tu pasado te condena. Prácticamente no existe economista que no tenga algún esqueleto en un armario. En el caso de Draghi, nadie olvida que Berlusconi lo nombró presidente del Banco de Italia (2005) y que no empleó a fondo sus atribuciones para reconducir la economía de su país, que marchaba (y sigue marchando) hacia un alegre apocalipsis.
Pero lo más grave que se recuerda del nuevo jefe del BCE es que entre 2002 y 2005 fue socio y vicepresidente de Goldman Sachs Internacional, la corporación que instruyó a Grecia en la ciencia y el arte de falsificar el monto real de su deuda soberana, uno de los peores obstáculos que ahora impiden a la UE la salida del laberinto.

Se le acusa también de haber presidido el comité italiano de privatizaciones (1993-2001), que supervisó la venta de importantes empresas públicas, entre ellas el gigante petrolero ENI, cuya estructura fue desmontada y las mejores partes pasaron a poder de... Goldman Sachs.

Técnico y negociador. Se le reconocen su enorme capacidad técnica y una ortodoxia liberal que place a Merkel y a Sarkozy y también a Cameron y a Rajoy, ni hablar de Berlusconi. Y mucha capacidad negociadora. Que le será vitalmente necesaria, porque las atribuciones del BCE están sobrepasadas por la magnitud de la crisis que estremece a la UE. Hay un consenso bastante consolidado para la reforma.

Porque en las eufóricas jornadas que dieron nacimiento a los tratados de Maastricht se omitió un detalle ahora capital: el sistema económico de la alianza carece de un prestamista de última instancia.

Increíble omisión, en un continente que creó ese sistema, con Henry Thornton (1760/1815), banquero que en 1802 publicó un solo libro: An Enquiry into the Nature and Effects of the Paper Credit of Great Britain (Investigación de la naturaleza y efectos del crédito a papel de Gran Bretaña), cuya influencia se extendió hasta John Maynard Keynes y los neokeynesianos, obra complementada por el estupendo Walter Bagehot con su Lombard Street: el mercado monetario de Londres (1873), cuya traducción al castellano se publicó en México en 1968.

Draghi deberá hacer lo que no pudo Trichet, que en maniobra astuta lanzó al BCE al mercado secundario de deuda soberana, sin transgredir demasiado las limitaciones de Maastricht, y salvó así (hasta ahora) al euro y mantuvo bajo control (hasta ahora) el proceso inflacionario, en una coyuntura casi anárquica.