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El Estado de bienestar

La Presidente inauguró las sesiones del Congreso con un largo repaso de sus logros y anuncios de proyectos, sin autocrítica sobre los errores de su gestión, como la tragedia ferroviaria.

La presidente Cristina Fernández dejó inaugurado el 130° período de sesiones ordinarias del Congreso Nacional con un mensaje que se prolongó más de tres horas. No se trató estrictamente de un mensaje sobre el Estado de la Nación, como la Constitución lo requiere, ya que a la descripción de la situación de las distintas áreas oficiales, la jefa del Estado sumó sus interpretaciones partidarias e, incluso, la mención de anécdotas personales.

La palabra presidencial perdió allí el respeto al Congreso y, por ende, a todos los ciudadanos, al convertir el análisis en el relato de intimidades de la vida en el Palacio. Esto, que puede ser un buen recurso de oratoria en una conferencia o reunión partidaria, está muy alejado de lo que se espera en el informe anual sobre la situación del país y los objetivos que se trazó el Gobierno.

Es válido reconocer las propuestas para asumir la recuperación de la soberanía en las islas Malvinas como "una causa común" de los argentinos; el anuncio de la constitución de una comisión con notables juristas, que deberá proponer la unificación de los códigos Civil y Comercial de la Nación, o el debate propuesto sobre el rol del Banco Central, que concluirá con la modificación de su carta orgánica.

La jefa del Estado incluyó un extenso repaso de las estadísticas oficiales, muchas de las cuales son hoy cuestionadas por institutos de análisis locales o internacionales en cuanto a la veracidad de sus fundamentos.

En otros pasajes, pareció aludir a un supuesto Estado de bienestar del que presuntamente gozan 40 millones de argentinos, sobre la base de logros plasmados desde 2003 hasta la fecha en materia económica, en el mercado laboral y en las áreas de salud y educación.

Ciertamente, existen mejoras, pero también forman parte de la realidad una inflación que duplica los índices oficiales y que carcome los recursos de los de menores ingresos, la informalidad laboral, la pobreza y los avances de la droga, el delito y la corrupción. Nada de esto mereció un párrafo del mensaje.

No hubo alusión a esos temas ni una autocrítica de los más de ocho años de gestión del kirchnerismo. Ni siquiera el desmanejo en la política ferroviaria que culminó con la tragedia de Once. Los errores siempre son ajenos y, por lo tanto, fueron adjudicados sucesivamente al jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y a quienes ponen "palos en la rueda", en alusión a la oposición y a supuestos monopolios que manipulan a los demás en pos de objetivos deleznables.

Faltó equilibrio emotivo e intelectual por parte de la Presidenta para hacer de esta oportunidad una auténtica convocatoria a la unidad y de respeto a la pluralidad política e informativa. En suma, un sincero repaso de la gestión oficial, que dista mucho del Estado de bienestar que describió la Presidente.