DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

El Carnaval, una fiesta con esencia humana

*Por Alejandro Mareco. No sólo hay distintas maneras de sentir el Carnaval, aun en las regiones donde tiene mayor raigambre, sino que en otros sitios directamente se trata de vivirlo o no vivirlo.

El día del desentierro del Carnaval, a Saturnina Toritolai no le alcanzaban los pies para ir de una apacheta a otra a cantar coplas con su caja, ni la sonrisa para dibujar tanta alegría en su cara. Sucedía el año pasado una tarde soleada de San Antonio de los Cobres, en medio de la vastedad de la montaña salteña.

En sus 70 años, y criada entre los cerros, nada la había hecho más feliz en la vida que esos días de tributo a la Pachamama y de fiesta.

Un poco más al norte, al amparo del Cerro de Siete Colores, Daniela Toledo, una piba de 18 años crecida en medio del aluvión turístico que trajo a Purmamarca la declaración de la Puna jujeña como Patrimonio de la Humanidad, sentía la antigua tradición de otra manera: "No soporto el Carnaval. Los hombres no hacen más que emborracharse y gastar lo que no tienen".

No sólo hay distintas maneras de sentir el Carnaval, aun en las regiones donde tiene mayor raigambre según la generación y el contexto, sino que en otros sitios directamente se trata de vivirlo o no vivirlo, de conocerlo o desconocerlo. Como en la ciudad de Córdoba, donde el viejo entusiasmo se refugia en algunos barrios de los más humildes, mientras que una inmensa parte de la gente carece del más mínimo contacto con el sentido y con el espíritu de la celebración.

El acontecimiento tiene raíces profundas en la cultura y en la relación del hombre con el cosmos. Es posible rastrearlo en las celebraciones dionisíacas y bacanales de Grecia y luego Roma, incluso con algunos de sus componentes orgiásticos.

Ya en el marco del cristianismo, según sostiene el pensador rumano Mircea Eliade, es el caos (el original, el del tiempo profano) que precede al tiempo sagrado que llega con la Cuaresma.

Puede que no se vea a simple vista, pero esa significación sigue vigente. ("El Carnaval es sinónimo de alegría, holganza, abundancia y libertad; la Cuaresma, de tristeza, abstinencia y sumisión al espíritu ascético dictado por las reglas católicas oficiales". Agustín Redondo).

Esa imagen de expresión incivilizada que tiene el Carnaval le ha valido muchos enemigos desde hace tiempo. "No es gratuito que el Carnaval haya sido interdicto por las dictaduras y admitido por la democracia. El Carnaval es la fiesta de la diversidad, el antojo y la violación a la costumbre (...). Una dictadura no admite esta catarsis: todos han de llevar la identidad óptima y permitida, la cual, al ser única, resulta obligatoria", afirma el escritor argentino Blas Matamoros.

Desde mañana, en el país se restaura después de 35 años el feriado de Carnaval. El aporte de la feroz dictadura al retroceso popular de la fiesta no sólo fue una cuestión de almanaque sino que también de modo indirecto. Por ejemplo, cuentan los muchachos más grandes de la comparsa Los Zorzales de Maldonado que su sitio de encuentro, partida y llegada siempre había sido el Centro Vecinal de San Vicente, hasta que se prohibió la actividad de esas instituciones de la gente.

Puede que muchos no le encuentren sentido a la recuperación del feriado, pues entienden que se trata de una celebración en decadencia, pero mientras la dependencia cultural importa fiestas, también son muchos los que sienten que el Carnaval aún está vivo y que vivirá pues se alimenta de esencia humana.