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El aislamiento del régimen sirio

La comunidad internacional se endurece ante la barbarie y la represión que ejerce el gobierno de Siria sobre su pueblo.

El sanguinario régimen sirio liderado por Bashar al-Assad, que por espacio de ocho meses ha reprimido las constantes protestas de su pueblo con un costo de más de 4000 muertos y miles de heridos y detenidos, parece enfrentar ahora un aparente cambio de actitud de algunos actores importantes de la comunidad internacional. De todos modos, no pierde la protección que sigue brindándole la Federación Rusa, que por el momento, con su amenaza de veto, evita la intervención sancionatoria del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

El gobierno de Francia, particularmente activo en la crisis libia, acaba de señalar que el Consejo Nacional Sirio -ente que agrupa a la oposición siria- es el "único interlocutor válido" para ese país. No es un reconocimiento formal, pero es una señal fuerte respecto de Bashar al-Assad, cuyo escaso apoyo internacional se limita a países como Corea del Norte, Irán, Líbano, Venezuela, Ecuador o Nicaragua.

A su vez, el primer ministro de Turquía (hasta no hace mucho, aliado político y socio económico de Siria), Recep Tayyip Erdogan, acaba de pedirle abiertamente a Assad su renuncia "para evitar más derramamientos de sangre y no torturar más a su país". Al hacerlo comparó a Assad nada menos que con Hitler, Ceausescu y Mussolini, lo que ante el normalmente moderado lenguaje diplomático adquiere una dureza inusual.

La Liga Arabe, que ya ha suspendido la membresía de Siria, considera ahora distintas sanciones que presumiblemente aislarán aún más a su régimen. Por su parte, la Asamblea de las Naciones Unidas emitió una dura condena contra Assad y repudió su represión inhumana, con 122 votos a favor, que incluyeron a 13 países árabes.

A ello cabe agregar que Arabia Saudita y Qatar están particularmente activos contra el régimen sirio, lo que no debería sorprender demasiado, desde que es un aliado incondicional de Irán, enemigo declarado de las monarquías árabes.

La presión contra Assad es grande y va en aumento. Tanto es así que en Europa, co-rresponsable militar de la caída de Khadafy, se han comenzado a analizar propuestas francesas de estructurar corredores humanitarios y prohibiciones de vuelo sobre partes del territorio sirio, pero aún nadie habla de intervención humanitaria.

Teniendo presente lo que acaba de suceder en Libia -pese a las diferencias, que no son menores-, todo sugiere que podría haber comenzado una nueva etapa mucho más compleja para el régimen de Bashar al-Assad, cuya supervivencia está ciertamente en riesgo.