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Cuando la portación de apellido te convierte en terrorista

Al parecer, cuando te sacan la foto para reconocerte, aparece la cara de Bin Laden.

Ayer les conté la historia sobre la psicosis que genera tramitar la visa para ingresar en los Estados Unidos y una lectora de DiarioVeloz, María Romero Carranza, nos escribió un mail en la cual cuenta los problemas que sufrió a la hora de viajar al país del norte.

Cuando toda la llamada "psicosis" parece que termina luego de tener la visa, todavía puede haber un obstáculo más en el camino: un apellido "complicado". Esta es la historia de María Romero Carranza:

En mi caso tengo un plus a lo que vos contás, estamos también los que viajamos y cuando tenemos el control en aduana vamos detenidos sin previo aviso y sin ninguna explicación posible.

La primera vez que me pasó fue en Atlanta, escala rumbo a Nueva York. Me viene a buscar un oficial, se lleva mi pasaporte y me pide que lo acompañe, eran las 6 de la mañana, recién aterrizada, no entendía nada. Mi familia ya había pasado. Entré en un salón lleno de musulmanes y turcos, la puerta no tenía manija... se cerró y me re asuste. Me tenía que quedar sentada hasta nuevo aviso. Al tiempo me llamó un oficial por mi nombre en castellano, me preguntó cuánto tiempo me quedaba, cuándo fue la última vez que visité Estados Unidos, nada grave. Finalmente me selló el pasaporte y pude salir, sin ninguna explicación, disculpas o nada de nada. Por suerte el vuelo no lo perdimos.

Al año y medio viajo otra vez con mi madre, a Miami, y el oficial muy amable en castellano, me dice: "Señora me va a tener que acompañar". ¡Otra vez sopa! Como habrá sido mi cara, que me preguntó si alguna vez me habían hecho preguntas de segunda línea. Le conté que sí y lo que me habían preguntado. Lo acompañé y me dijo que "me convenía" que fuera acompañada por mi mamá. Esa vez estuvimos dos horas en una mini oficina esperando. La gente supuestamente detenida era toda latina (ahí me sentí mejor). Al rato veo que entra una familia entera, le pregunto a la señora que hacían allí y me contó que al marido siempre que entra a Estados Unidos lo detienen por el apellido.

Ahí entendí todo un poco más, igual averigüé con amigos en Miami y me dijeron que no me haga problemas porque le pasa lo mismo a mucha gente. Claro que hay que pasar el momento, sin saber si podés entrar o no, gastás un montón de plata en vuelo y alojamiento que por ahí lo tiras por la borda si se les ocurre no dejarte entrar.

Ahora además de las demoras del aeropuerto, la revisación de aduana y la incomodidad de los asientos del avión, tengo que incorporar esa detención antes de disfrutar supuestamente lo que es un viaje: distendernos, conocer, disfrutar de esa tortura llamada Estados Unidos. ¿Por qué será que nos gusta tanto ir? Sólo Dios lo sabe.