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Crimen de Fernando Báez: la prepotencia de los rugbiers detenidos y el silencio de los ¿inocentes?

Más de un mes después, los acusados por el crimen del joven estudiante deciden mantener el pacto de silencio. Incluso aquellos que ya están en su casa. ¿Se resquebrajará alguna vez?

El martes pasado se cumplió un mes desde que Fernando Báez Sosa fue asesinado por un grupo de rugbiers en Villa Gesell, en una golpiza feroz a la salida de un boliche. Y más allá de las miles de horas de televisión que se utilizaron para cubrir el caso, la causa no avanza mucho más que lo que todos ya sabemos.

Sin embargo, día a día se conocieron más detalles escabrosos sobre el brutal hecho. En el medio de la difusión de los chats de los rugbiers luego de haber matado al joven estudiante de 18 años, con mensajes de Whatsapp y audios con risas y órdenes de “no decir nada”, las indagatorias de los investigadores solo han sumado más indignación.

En principio, tan solo algunos de los rugbiers que quedan detenidos prestaron declaración. Pero solo aprovecharon la oportunidad para recaer sobre la actuación de la fiscal Zamboni, para quejarse de sus condiciones de detención y, lo más indignante, para no reconocer de ninguna manera lo que está prácticamente probado por los mismos mensajes que se enviaron entre ellos y las numerosas imágenes captadas por las cámaras de seguridad y de otros presentes durante el asesinato.

Ninguna muestra de arrepentimiento ni de pedido de perdón a la familia de la víctima. Es más, dicen desconocer lo que hicieron. Pero ya se sabe que estuvieron merodeando la escena del crimen hasta que Fernando “caducó”.

Así también pasa con los padres de estos chicos, que tienen acceso a los medios si lo quisieran para expresarle su pesar a la familia del chico que sus hijos mataron, aunque los padres de Fernando ya les advirtieron que no quieren que los llamen. De todas formas, parece que nunca lo harán.

Los que si intentaron expresar algo de remordimiento por estar involucrados como allegados de los victimarios de Fernando fueron los padres de Juan Pedro Guarino, uno de los dos rugbiers que fueron liberados y que ya descansan en sus casas de Zárate.

Pero no pasó lo mismo con los jóvenes. Su situación es bastante extraña: la investigación los considera partícipes, pero no lograron ubicarlos en la escena de la golpiza a Fernando. Es por eso que no están junto a sus ocho amigos en la cárcel de Dolores.

Lo que no es entendible es por qué no hablan, si su situación es algo mejor que la de sus compañeros. ¿Tendrán temor a perder a gran parte de su círculo social si “confiesan”, por más que ellos no hayan estado involucrados en forma directa en la golpiza? De todas formas, ellos saben lo qué pasó después del crimen de Fernando. ¿Podrían ser acusados de encubrimiento, ante este silencio que ya lleva más de un mes?

El caso parece cerrado desde hace tiempo, más sabiendo que a todos les puede corresponder la cadena perpetua. Pero incluso esta amenaza de pasar toda una vida en la cárcel no inmuta a los rugbiers liberados. Ninguno colabora, y todos intentan embarrar la cancha. En eso se puede felicitar a su abogado, Hugo Tomei. Una defensa que pone a sus defendidos al servicio del odio de la opinión pública. ¿Se romperá alguna vez el pacto de silencio, para que se pueda saber en verdad qué pasó y para que los padres de Fernando y la propia víctima puedan descansar en paz?

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