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Contra pronósticos agoreros, se confirma un buen balance de 2010

* Salvador Treber. Las perspectivas económicas se presentan como muy favorables para 2011.

En la primera nota de este año, el 5 de marzo, advertía que "salvo el negativismo crónico de ciertos sectores de opinión, hay coincidencia en evaluar por parte de todos los analistas objetivos y neutrales que las perspectivas del nuevo año parecen tranquilas, sin mayores problemas en el horizonte más inmediato y de pronóstico muy favorable en todo su transcurso."

En el ámbito oficial, como venía sucediendo desde 2003, los indicadores utilizados para elaborar el proyecto de Presupuesto de 2010 eran modestos, pero casi coincidían con los formulados en los círculos privados.

Dado que se venía de un año 2009 en que la actividad económica registró en Estados Unidos y la Unión Europea una fuerte caída, de la que todavía no se han repuesto totalmente, se optaba por ser cautos y, por ello, preveían una tasa de crecimiento que, según la fuente, oscilaba entre dos y 3,5 por ciento.

El autor de esta nota, en virtual soledad, sostuvo que estaría por encima de cinco por ciento, aunque la realidad puso luego las cosas en su lugar. La economía retomó en 2010 el ritmo que tuvo a partir de 2003, con el único intervalo del "pico" más álgido de la depresión internacional (2009). Es así como, en forma acumulativa, ha registrado en ese lapso un avance inédito de nada menos que 88,25 por ciento, índice que no registra antecedentes en los últimos 100 años.

La pérdida parlamentaria. El único inconveniente serio es de carácter operativo y funcional, pues el oficialismo perdió en el Parlamento la mayoría propia para convalidar, por caso, el Presupuesto para 2011.

En este contexto, la oposición intentó introducir partidas para atender el pago del 82 por ciento móvil en materia de jubilaciones y pensiones, lo que se sabía era inaceptable para el Gobierno, que vetó esa iniciativa por considerarla imposible de afrontar en forma permanente y anual pues, de acuerdo a los estudios específicos realizados, requiere disponer de fondos por una cifra adicional que excede los 35 mil millones de pesos.

El llamado Fondo de Garantía y Sustentabilidad (FGS) permite hacer esa erogación en 2011, pero sería insostenible en forma permanente y agotaría las reservas intergeneracionales en no más de tres años.

La oposición –con alarmante ligereza y sin presentar en respaldo de sus planteos un estudio actuarial confiable– insiste en que era una iniciativa perfectamente viable porque "la plata está". Esta disidencia de fondo hizo imposible concertar un tratamiento civilizado de las cuentas públicas para el próximo ejercicio 2011.

En consecuencia, se ha cerrado el período ordinario de sesiones y, al comenzar 2011, es obvio que se optará por aplicar lo que establece para estos casos la Ley de Administración Financiera: la reconducción del Presupuesto actual, con la eliminación de partidas únicas y demás correcciones o ampliaciones que sean necesarias. En los hechos, lo actuado significa que, lejos de limitar la acción del Gobierno, éste dispondrá de mucha mayor comodidad para manejarse.

Lo racional hubiera sido realizar todas las objeciones que fueran necesarias y abstenerse de dar conformidad al proyecto al momento de votar. Ello hubiese significado dejar plena constancia de que no se acompañaba al oficialismo en ese contenido, pero que tampoco se intentaba trabar la continuidad operativa de la gestión.

En suma, los opositores actuaron con escasa racionalidad, casi como "niños caprichosos" que, cuando no logran lo que quieren, se tiran al suelo, rompen su ropa y se ponen a llorar, lo cual denota que están dotados de gran inmadurez política.

Muy favorable. Al margen de este lamentable episodio, las perspectivas para 2011 de la actividad económica, tanto interna como internacional, se presentan como muy favorables para el país. Sólo las pueden reducir un clima de intolerancia en la campaña electoral, que culminará el 27 de octubre próximo. Es de esperar que la sangre no llegue al río, se tranquilicen los ánimos y todos reflexionen que, en última instancia, los perjuicios recaerían sobre la población. Y esto, además de penoso, es inadmisible.

Tampoco tiene valor alguno circunscribirse a tratar de deslindar culpas, pues con eso no se corrige nada.

Los precios internacionales de nuestros excedentes se mantendrán a buen nivel y la cosecha rondará los 100 millones de toneladas. Las colocaciones de bienes manufacturados, que en 2010 ya representaron 35 por ciento del total embarcado, seguirán encontrando amplios mercados. El total de exportaciones llegará en 2011 a 75 mil millones de dólares, con un saldo positivo en el balance comercial de unos 13 mil millones. Este aspecto implica un enorme avance que debe seguir siendo estimulado, pues en 2003 las exportadoras de manufacturas eran sólo 19.727 y cinco años después, en 2008, habían llegado ya a 47.987.

En forma concurrente, sería muy importante que no se expanda el gasto público más allá del natural incremento derivado de los cambios en el valor adquisitivo de la moneda y se preserve el superávit, sin entrar en la inveterada tentación de elevarlo en períodos electorales con fines proselitistas.

Serviría como principal aporte a una política activa de control antiinflacionario que no puede seguir esperando. Si alguna duda hubiere sobre el contenido de las expectativas empresarias, bastaría con reparar que los máximos ejecutivos de la fábricas de automotores que operan en el país, luego de llegar a casi 700 mil nuevas unidades en 2010, encaran inversiones destinadas a que en tres años la producción supere el millón de vehículos.

Sería imposible explicar esta meta si no tuvieran datos concretos, además de la firme convicción de que habrá un fuerte y continuado crecimiento en los próximos años. Por lo tanto, hay que desechar fantasmas, malos augurios y enfrentamientos estériles, confiando en el futuro venturoso del país al alcance de la mano.