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Conformarse con muy poco

* Por Ricardo Roa. La Presidente inauguró el ciclo escolar con un pedido a todos: "El desafío tiene que ser clases todo el año".

No debe haber un objetivo más modesto y conservador para un arranque educativo: en un siglo de cambios dramáticos en la enseñanza y con la calidad cayendo a pique, a todo lo que convoca el Gobierno es a cumplir el calendario.

Que haya clases es lo mínimo indispensable. Es cierto que 2010 fue, otra vez, un año con varias provincias por debajo de los 180 días obligatorios. Pero la educación está en terapia intensiva: según la encuesta PISA, a la que se someten casi todos los países y que mide la calidad y la distribución de la educación en la sociedad, en ningún lado cayó tanto como en la Argentina.

Por decirlo de alguna manera, la educación per capita es de menor calidad e intensidad ahora que antes y viene en un tobogán. Tenemos un problema serio, que estuvo ausente en el discurso de Cristina Kirchner. Quizá, por no asumir lo que le toca: el abandono escolar es alto y los índices de repitencia en la secundaria también.

Nadie recordará estos años por los esfuerzos en capacitar maestros, reformar diseños curriculares, contar con un moderno sistema de evaluación de profesores o incentivar la excelencia.

Son temas que no se hablan en la paritaria docente: allí sólo se discuten salarios. Y como hay inflación, aunque se la niegue, y no hay índices confiables, aunque se sostenga lo contrario, las clases empezaron al igual que todos los años: con amenazas de huelga hasta el último día.

Ni las propuestas superadoras ni los planes de renovación que un mundo en cambio constante reclaman. Para la Presidenta, todo fue un éxito. Pero aún dando clases todo el año, haciendo las mismas cosas, seguiremos en el mismo lugar.