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Ciudadanía: memoria y esperanza

* Por Federico Palacios. Aprendamos a hacer memoria, en especial a la hora de valorar las diferentes propuestas políticas y de ejercer el compromiso ciudadano.

En varias oportunidades, entre observaciones, valoraciones o quejas, los argentinos solemos constatar que en algunas circunstancias "no tenemos memoria". Vivimos en el vaivén del pesimismo al optimismo triunfalista, y viceversa.

La música argentina y latinoamericana refleja esa actitud. La clásica Cambalache, de Enrique Santos Discépolo (1934), como la más reciente La pucha con el hombre, de Pablo Trullenque y Cuti Carabajal (1990), reflejan el crudo realismo del argentino. La actitud positiva se manifestará en algunas canciones como Aprender a volar, de Patricia Sosa (1995), y la famosa Color Esperanza , de Diego Torres (2001), que se conoció en plena crisis y fue interpretada ante el papa Juan Pablo II en la vigilia con los jóvenes (Madrid, 2003); incluso, Los Pumas la entonaron al inicio del Mundial de Rugby 2011.

El chileno Alberto Plaza dijo: "Yo voy a cambiar el mundo y voy a empezar por mí..."; reconociendo que el cambio se genera en nuestras decisiones libres y personales, expandiendo la luz de esas acciones hacia el entorno.

No estancarnos. Es importante que como ciudadanos nos preguntemos acerca del significado y la importancia de "hacer memoria", para no estancarnos ni en los logros ni en los fracasos y poder madurar como nación.

Como veremos, esa palabra tan sagrada corre el riesgo de quedar limitada, y en algunos casos ideologizada, por una búsqueda de justicia para un cierto período de nuestra historia o para un grupo delimitado.

En este espacio, descubríamos con el biblista León Dufour el profundo significado de la "memoria bíblica". "Sólo el fiel recuerdo del pasado puede garantizar la buena orientación del porvenir", nos decía.

Afirmábamos también que, como creyentes cristianos, somos "el pueblo de la memoria", sin la cual no podemos vivir, no podemos caminar, no podemos crecer (nuestras celebraciones litúrgicas así lo expresan). Esta característica fundante la compartimos, incluso, con las tradiciones judía y musulmana, entroncadas en la fe de Abraham.

Como religiones monoteístas, podemos donar a nuestra sociedad una madura reflexión acerca de lo que significa "hacer memoria", ya que de ésta depende nuestra esperanza para proyectar el futuro como país.

El papa Benedicto XVI, en su encíclica Spe Salvi ("Salvados por la esperanza"), muestra lo que es la esperanza en acto y el fundamento sobre la que se sostiene: "Toda actuación seria y recta del hombre es esperanza en acto. Lo es ante todo en el sentido de que así tratamos de llevar adelante nuestras esperanzas, más grandes o más pequeñas; solucionar este o aquel otro cometido importante para el porvenir de nuestra vida; colaborar con nuestro esfuerzo para que el mundo llegue a ser un poco más luminoso y humano y se abran así también las puertas hacia el futuro (...). Sólo la gran esperanza-certeza de que, a pesar de todas las frustraciones, mi vida personal y la historia en su conjunto están custodiadas por el poder indestructible del Amor, gracias al cual tienen para él sentido e importancia; sólo una esperanza así puede en ese caso dar todavía ánimo para actuar y continuar".

Arraigados en la esperanza, entonces, vivamos de manera responsable como ciudadanos del cielo anclados en la tierra. Con la ayuda de la vasta tradición bíblica, aprendamos a hacer memoria en todo lo que nos toque construir y comprometernos, de modo particular a la hora de valorar las diferentes propuestas políticas y de ejercer nuestro compromiso ciudadano en las próximas elecciones.