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Ciencia ficción: el pasado como futuro

En el país que tiene más pretextos que alternativas.

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Interna peronista del 11 de agosto

Pese a Donald Trump, a Jair Bolsonaro, al Fondo Monetario Internacional, a La Nación y Clarín, la sociedad argentina prefiere -para horror de Mauricio, El Ángel Exterminador- “volver al pasado”.

La “elección más inútil de la historia” se convirtió en la grotesca interna nacional del peronismo.

El 11 de agosto confronta la versión cristinista del kirchnerismo, contra el “pichettismo” macrista.

Con Unidad Ciudadana, invención que contiene al “frepasito tardío”, La Doctora se asoció al Partido Justicialista tradicional e institucional, que preside José Luis Gioja, El Güevón.

Y se asoció al Frente Renovador de Sergio Massa, El Desconcertante Conductor, que después de experiencias testimoniales se dispone a ser diputado y arrancar de nuevo.

El adversario es el PCP, un rival inesperado. «Peronistas con Pichetto».

Nucleamiento que integran cuantiosos exponentes del peronismo de la tercera edad, desperdigados en 19 provincias.

Movilizados por la irrupción de Miguel Pichetto, Lepenito, como vice de Mauricio, el Ángel Exterminador que concluye como Tarzán, desnudo (de ideas) y a los gritos.

Son los peronistas de la tercera edad que se asocian al antiperonismo de hierro que sostiene a Macri como presidente del Tercer Gobierno Radical.

Momios pasionales, apenas confortados por la estampilla de “republicano” que se le atribuye al Peronismo Perdonable.

Y por el pragmatismo de saber que sólo con peronistas se puede vencer al peronismo.

Una lástima que sea, en efecto, tarde.

 

Carolina Mantegari

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Los rescatados

Actos de olímpica soberbia de los titulares de los dos proyectos políticos agotados.

El kirchnerismo, la versión más plebeya del peronismo. Y el macrismo, vertiente menor del menemismo. Pero sin los liberales que siguen a José Luis Espert, El Boxeador.

“Dos almas que en el mundo”, La Doctora y el Ángel, reaniman a otras “dos almas” que “estaban en el mundo” a punto de extinguirse.

La Doctora rescata a Alberto Fernández, El Poeta Impopular. Ampliaremos.

El Ángel rescata a Miguel Pichetto, Lepenito, que estaba parado en la vía muerta de una estación casi abandonada.

Pero tuvo suerte. Por el Ángel, alcanzó a treparse en el último tren.

Para convertirse en estadista, y situarse al lado de la señora Carrió, La Demoledora. En el mismo bando de Guaidó, del ídolo Bolsonaro y de Madame Lagarde.

 

Los rescatados estaban justamente para calzarse las pantuflas y sentarse frente al televisor. Terminan como los dos hombres fundamentales.

Consecuencia de la magistral inseguridad de los olímpicos que estiran, hasta donde pueden, el chicle de la polarización.

El que Roberto Lavagna, La Esfinge, no puede cortar. Queda pegoteado.

El país tiene más pretextos para justificarse que alternativas creíbles.

Para entregarlo como parte de pago de algo que nunca se va a terminar de pagar.

Consta que se debe tomar los proyectos agotados, como si fueran aún viables y estuvieran vigentes.

Como si pudiera sacarse más jugo del fracaso inapelable.

Por lo tanto debe tomarse con rigurosa seriedad a los rescatados que marchaban, despacito, hacia el ocaso. Al destino injusto del descarte.

Ciencia ficción. El pasado como futuroComo ropa vieja, pasada de moda, con varios inviernos encima. Pero que de pronto puede reformarse, remendarse en el rectángulo del boliviano de la calle Montevideo.

Y de dos viejos trajes puede rescatarse un conjunto de “elegante sport”.

Uno de los rescatados, Alberto, va para presidente, con altísimas posibilidades de serlo.

En el país sin alternativas, de ciencia ficción, el pasado perfectamente se transforma en futuro.

El otro rescatado, Pichetto, va para vice. Salsa agridulce para complementar la monotonía insulsa de la gastronomía inspirada en el marketing, poco nutritiva y segmentada sin imaginación.

A esta altura del texto, un solemne perplejo, con rostro preocupado, reflexiona: “¿Y después del 10 de diciembre qué?”.

Tortitas negras. Primero hay que ganar. Después se verá.

 

Churrascos hervidos

En los momentos de poder, como Premier del Furia, Alberto era distante, calentón y selectivo.

En los momentos del llano, era amable, casi encantador. Tenía la mirada de un viudo triste.

Cuando Sergio Massa perforó electoralmente al cristinismo, en octubre de 2013, en la noche de Tigre transcurría la instancia previsible de la euforia.

De pronto, entre los festejos, un adherente al massismo acaparaba movileros con sus declaraciones, como si se adueñara del triunfo.

“¿Y éste de dónde salió?”.

Los massistas, oportunos y felices, se sorprendían por la audacia de Alberto. Pero se la dejaron pasar.

El ex Premier padecía la explicable abstinencia de cámaras. Desde el alejamiento, en 2008, sólo aparecía de vez en cuando, en general de local, en TN.

 

Tradicional crueldad con aquel que había sido y había dejado de ser. Diseño ideal para la falta de respeto, un clásico nacional.

El olvido es generoso y no reserva siquiera piedad para el castigado.

Cualquiera evocaba que El Furia lo apodaba Paladino. Por la extendida versión de haberlo erigido como el hombre de Héctor Magnetto, El Beto, en el gobierno.

Ocurría que Magnetto, el amigo, pasaba a ser el peor enemigo del kirchnerismo.

La ceremonia mensual de los horribles churrasquitos hervidos, que compartían El Beto y El Furia, quedaba atrás, aplastados por el rencor.

 

En la proustiana “búsqueda del tiempo perdido”, “cuesta abajo en la rodada”, en 2017 Alberto iba a sorprender como jefe de campaña de Florencio Randazzo, Flaco Loco.

Aventura aún no aclarada, pero felizmente es prescindible.

Los 5 puntos conseguidos por Randazzo facilitaron la derrota legislativa de La Doctora, que fue humillantemente vencida por Esteban Bullrich, Rattín.

Se lo señalaba sólo para mortificarla. Aunque nadie ignoraba que, quien la había vencido, en realidad, era la gobernadora.

La señora María Eugenia, Sor Vidal, dama adicta al sacrificio. Se había cargado en 2017 la campaña al hombro, con la misma frontalidad que se la carga hoy, mientras avanza, con heroísmo, hacia el calvario.

Por arrastrar la cruz de Mauricio por la Tercera Sección Electoral.

Demasiado esfuerzo y empeño para ser derrotada, en la provincia inviable, por Axel Kicillof, El Gótico.

Exterminada, en cierto modo, por el fracaso de la política económica del Ángel Exterminador. Con quien clausura, con emociones contenidas, la cruz de la campaña.

 

Crespi seco

Como en la vieja propaganda del vino Crespi seco, también “pasan cosas lindas” en el peronismo.

La reconciliación de La Doctora con El Poeta Impopular.

Planificaron juntos, en 2007, una Argentina similar a Alemania. Con “superior calidad institucional y sin lugar para corruptos”. Pobres.

El reencuentro fue beneficioso para ambos. Tal vez debieran agradecerle a Eduardo Valdés, El Puf.

La Doctora recuperaba al amigo interlocutor y Alberto reanudaba al rodaje de primer nivel.

Ya no debía buscar micrófonos. En adelante los micrófonos iban a buscarlo.

Recuperaba el rol sigiloso del operador eficiente, del ideólogo moderado, mientras los meses transcurrían y el acotado universo político se entretenía con la duda existencial.

Si La Doctora iba a ser la candidata, o no.

En la suya, Alberto se recomponía, tenía «otra vida». Contactaba gobernadores, mini-gobernadores, empresarios.

Tampoco resulta exagerado confirmar que, en plena revancha personal y vital, operaba sinceramente a favor del amigo Felipe Solá, Máximo Cuadro del Felipismo.

Desconocía que la enigmática jefa política tenía decidido, en absoluto secreto, que el candidato iba a ser el propio Alberto, “aunque físicamente no estuviera preparado” para asumir semejante desafío.

Y secundado, por si no bastara, por la jefa.

El Poeta se rompió pronto, maldita tos. Pero la mera proximidad del poder fortalece -quién no lo sabe- al más sensible, al más vulnerable.

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