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Charlas de Quincho

Semana pletórica de eventos sociales, el principal de ellos, la cena aniversario organizada por una ONG conservadora.

Casi en simultáneo, el -desde hoy- CEO de la mayor empresa del país se concentró (como los futbolistas) en su despacho para elaborar plan de negocios y designar colaboradores. Mientras, en el sur, una madre atendía a su hijo de una molesta gripe. Hubo también una boda rumbosa y un sonoro cumpleaños; en este último (totalmente opositor), un mandatario recorrió con sus íntimos (después de bailar hasta la madrugada) las posibilidades de negociar con el Gobierno nacional y el futuro inmediato. Y también reveló detalles -hasta ahora desconocidos- de un traspaso que no fue. Veamos.

En una semana enfiestadísima, con cumpleaños, casamientos y cenas multipartidarias que sirvieron como sede de conspiraciones de todo nivel, hubo dos búnkers lacrados a la mirada pública, el domicilio particular de Cristina de Kirchner en la calle Mascarellos al 400 de Ríos Gallegos, y el piso 32° de la torre de YPF en Puerto Madero, en donde estuvo todo el fin de semana agazapado Miguel Galuccio -hasta hoy gerente general de la empresa y desde hoy nuevo CEO- para disparar la nueva administración de la petrolera. Claro que por la dimensión que le da el Gobierno a esta nueva era de YPF hubo intensas charlas entre la Presidente y Galuccio, las únicas para las que se abrieron los teléfonos de los dos cuarteles.

Galuccio no se movió del edificio de Madero y permaneció encerrado trabajando y haciendo trabajar a una veintena de asesores y técnicos en una tarea más administrativa que técnica. Analizó el resultado de informes de empresas multinacionales de búsqueda de personal (los llamados «head hunters») contratadas para buscar cuadros en todo el mundo para que se sumen al proyecto. Esos nombres son provisorios y los consulta con la Presidente, así como con los gobernadores de provincias petroleras sobre las personas que propondrán en la asamblea de hoy para que asuman en la sillas que representan a los verdaderos dueños de los recursos del subsuelo. Les pidió que sea gente que sepa de petróleo, que no sean abogados y que aporten tecnicismo al nuevo directorio, en el cual ya habrá «políticos» como los que representarán a lo que les queda de acciones a Repsol (estarán presentes hoy) y a los bancos que se quedaron con las acciones del grupo Eskenazi.

En su chalé de la calle Mascarellos, la Presidente atendió a estas consultas, pero también se dedicó a sus cuitas familiares, la principal terminar de curarse de su gripe y atender a la que tumbó a su hijo Máximo, a quien visitó el sábado por la tarde en la casa de éste de la esquina de Cañadón Seco y Monte Aymond. El joven hace una semana que está en cama y su madre lo asistió como cuando era niño, distrayéndose con otros llamados más angustiados de funcionarios de la primera línea del Gobierno que buscaban su opinión sobre los confusos dichos de Aníbal Fernández del sábado a la mañana sobre un dólar «negociado» a $ 5,10 desde hoy. Lo de «confuso» no es un adjetivo editorial u opinativo, sino que expresa la manera como calificaron a esas expresiones funcionarios del primer nivel del Gobierno cuando cruzaron información sobre las profecías del senador. ¿Se refirió al dólar oficial -el que flota administrado- o al «blue» cuyo techo aterra a todos? Nadie supo dar respuesta.

De lo que sí había seguridad hasta anoche es que ninguna oficina de la autoridad monetaria del Gobierno ha movido un solo papel para que se cumpla esa profecía anibalista, es decir que no hay planes para inundar el mercado de dólares para que baje el valor en las próximas horas. «Los dólares se necesitan para cumplir con los compromisos externos», fue el dictamen de anoche. Sobre los proyectos de pesificación, también hubo una negativa en esos niveles altos que pudieron comunicarse con Río Gallegos: «No hay ningún proyecto para quitarle al dólar poder cancelatorio de las operaciones», que es algo que ratifica el artículo respectivo de la ley de convertibilidad. El acuerdo entre quienes discutieron este asunto en el Gobierno es mantener silencio hasta que se disipe el actual clima, que pone todas las expectativas de un solo lado y que presiona sobre el mercado.

Estos desvelos parecen ser los mayores del escenario público, pero hay otros protagonistas que aprovecharon la suma de saraos y festejos de la semana para hurgar en voluntades ajenas, la de sus adversarios, porque esos encuentros son la única oportunidad de juntarse con gente del palo ajeno. La Argentina es un país sectario en donde hay casamientos peronistas y casamientos radicales y extrañan como audacias cuando un dirigente se aparece en escenarios no propios. Ocurrió en la noche del jueves, cuando Daniel Scioli se hizo presente en La Rural -sede emblema del ruralismo- minutos después de que se sancionase en La Plata la suba de impuestos al campo y de que firmase el decreto de revalúo. Otra raza de políticos hubiera huido de esa cita por los 30 años de Conciencia, una ONG que aunque busca ser plural tiene su corazón en el conservadorismo criollo. Era una fiesta, diríase macrista, adonde no se animó a ir ningún kirchnerista en la que lo más parecido al oficialismo nacional fueron las presencias de Juan Manuel Urtubey (un peronista multifruta, como algunos jugos que combinan varios gustos) o la de Alejandro Tulio, que aunque es funcionario K, viene de la administración De la Rúa y nunca ha dicho que haya dejado de ser radical.

Scioli redobló el método de estar en el lugar de los hechos aunque le significase algún desaire. Pícaro mandó a avisar que quien quisiera una foto de él, en un día en el que había sido el protagonista principal por el debate fiscal en su provincia, tenía que ir a registrarla en La Rural. Más le costó ocultarse ese jueves que sacar el revalúo. Eso tensó las expectativas que sació al mostrarse junto a Mauricio Macri, bastonero de la fiesta de Conciencia. Para no abusar, no se quedó a la cena, pero dejó como guardiana en una de las mesas principales a su mujer Karina, y en otra mesa lateral a un grupo de amigos que lo acompañan a todos lados (Teresa Garbesi, Teresa Frías, a quienes sentaron junto a otras exmodelos como Mariana Arias o Karina Mazzoco). No extrañó esa ausencia porque Scioli nunca se queda a las cenas; simula participar, saluda y suele volverse a su casa, en donde le sirven el menú que le gusta - pasta, después milanesas con puré y helado con manzanas asadas de postre- o se refugia en el Dorá o en Las Lilas, adonde lo atienden como de la familia.

Que le liberasen la plaza de imágenes confusas, le permitió a Macri ser el dueño de la fiesta, rodeado de muchos de sus funcionarios, de empresarios que lo siguen y de las autoridades de Conciencia entre quienes figuran, como expresidente de la ONG, Sofía Laferrere de Pinedo, madre del diputado Federico, algo que señala claramente la identificación por lo menos en ideas de la mayoría de los políticos presentes y los organizadores. Entre las rarezas no contadas de esa noche figura el protagonismo de Jorge Telerman, un hombre que entra y sale del oficialismo (estuvo en la cena de fin de año de Juan Carlos Mazzón, que es toda una definición) pero a quien le dieron una mesa principal junto a Francisco de Narváez. Tuvo un aparte con Macri, quien lo ha reconocido en público como el autor de la idea de crear -cuando era secretario de Cultura de Aníbal Ibarra- el imponente centro cultural que inauguró el actual Gobierno porteño en lo que fue un edificio de la Italo, algo que los dos reconocen como una política de Estado porque trabajaron los mismos técnicos a lo largo de varios gobiernos.

Esa presencia y el diálogo a solas que mantuvo ante los 800 invitados en la mesa de Macri dispararon noticias sobre que lo designarían como encargado de La Usina. No hubo más que eso, pero el ingenio popular que nunca descansa lo ha puesto a Telerman en el rol de desmentir. Es increíble que viniendo de ser jefe de Gobierno junto a antimacristas como Gabriela Cerutti (autora de una biografía agria de Macri), Telerman se suba a este Gobierno. Quizás esas noticias twitteras le sirvan para dar un descomunal desmentido que levante sus puntos en el kirchnerismo. Nunca se sabe. Telerman es empresario de espectáculos y contó proyectos interesantes, pero privados, como la adaptación que producirá de la novela del famoso Paul Auster «La Música del Azar» para representarse en Buenos Aires. Es la primera adaptación de un relato de Auster que se hará en el mundo, pero confesó que lo atemorizan las gestiones que tendrá que hacer para conseguir los dólares para pagar el adelanto y, más grave, para cumplir con la convertibilidad Moreno que lo obligaría a exportar algún espectáculo al exterior. Uno de los presentes en esa mesa recordó aquel invento criollo del «numero vivo» que obligaba hace décadas a contratar en las salas de cine a un conjunto musical para compensar la importación de películas.

En las mesas empresarios y políticos trataban de escudriñar en el futuro con pasión argentina -alguna vez habrá que teorizar un poco por esa pulsión perpetua de querer conocer qué pasará mañana- que extraña por su dimensión si se lo compara con otras sociedades. Una respuesta, quizás, a la incertidumbre, que es contexto de la vida pública en el país. Algunos que suelen frecuentar despachos oficiales querían saber las razones de los dichos oscuros de Guillermo Moreno cuando les explica el mundo a quienes lo visitan para destrabar (o trabar) algo. Los recibe en ese despacho lleno de imágenes religiosas y laicas, ambientado con música solemne -para algunos es gregoriano-, recurso útil cuando se charla de algo delicado porque impide que alguien se tiente a encender un grabador.

Cuando fundamenta sus decisiones suele hacer un discurso apocalíptico sobre el futuro inmediato, sobre incendios en tres meses, sobre la violencia del mundo contemporáneo, sobre la infalibilidad del Gobierno ante un mundo caótico. ¿Es un estilo, un temperamento, o sabe algo que los demás no saben, como Aníbal Fernández sobre el dólar? se preguntan algunos. La respuesta no la tiene nadie, ni otra personalidad cuya presencia fue también llamativa como Jorge Asís, un hombre que no suele asistir a este tipo de reuniones y que a La Rural no suele ir ni a la Feria del Libro, costumbre que quebró este año porque lo invitaron a un diálogo público organizado por el monopolio que, raramente, no lo cubrió en sus páginas.

Con lote tan variado y multitudinario -y en día tan tenso como que la cena comenzó con ruido de cacerolazos- Conciencia festejó su aniversario con ausencia generalizada de radicales y ningún sindicalista, algunos peronistas federales; a saber, una minuta con los presentes: María Figueras, María Rosa Martini, Sofía Pinedo, Silvia Uranga, Lucrecia Lacroze, Lía Rueda, María Eugenia Vidal, Patricia Bullrich, María Eugenia Estenssoro, Horacio Rodríguez Larreta, Valeria Mazza, Juliana Awada, Mora Furtado, Iván de Pineda, Dolores Cahen D'Anvers, Vilma Martínez y su segundo en la Embajada de los EE.UU. Jeffrey Brown, Cristiano Rattazzi, Federico Sturzenegger, Jorge Zorriegueta, Daniel Angelici, los empresarios «Lolo» Longinotti, Gustavo Castagnino, Fernando De Andreis y Bruno Barbier; Emilio Monzó, Cristian Ritondo, Esteban Bullrich, Gabriela Michetti, Germán Neuss, «Gaby» Flores Pirán, Alejandro Gravier, Máximo Petracchi, «Papo» Roca, Federico Braun, Diego Santilli, Guillermo Pando, Ricardo Fiorito, Tato Lanusse, Abel Ayerza, Juan Pablo Maglier, David Lacroze, Alejandro Agustín Lanusse (n), Javier Sánchez de la Puente, Teresa González Fernández (le festejaron en varias mesas el cumpleaños), Jorge Lukowsky, Claudio Rigoli, Rodolfo «Chango» Díaz, Julio de Marco, Guillermo Gabella, José Eseverry (intendente de Olavarría); Andrea Grobo y su marido el intendente de Carlos Casares, Walter Torchio. Si alguno vio a alguien más, que avise.

Así como hay dólar oficial, paralelo y blue, hay casamientos oficiales, paralelos y, si tocan casi el cielo, que también son blue, como el que se registró el viernes entre Sara Oris de Roa (hija de Sarita Smith Estrada y Carlos Oris de Roa, ex Exxel) y Andrés de Ganay, de los Ganay Bemberg, exdueños de Quilmes. Dos dinastías de gran fortuna tenían que elegir la iglesia del Pilar entre trompetas, órgano y un coro de cinco voces poderosas en un Aleluya digno de la Ópera de Viena.

Los invitados ya ahí calificaron que se trató del casamiento más rumboso de los últimos años, sólo comparable con el de su madre, Sarita Smith Estrada, que se casó hace unos años con el vicepresidente de arteBA, Alejandro Corres. La novia optó por la fórmula infalible de la sencillez: eligió seda natural y encaje de Chantilly, sencillez que por otra parte ponía mayor relieve la fabulosa tiara de brillantes azules de antiguo linaje. Su familia había guardado durante años la joya heredada, esperando acaso la boda de la joven que la sostenía junto a su sobrio rodete. Con su este estilo distendido, el sacerdote De Montalambert deslizó ironías sobre el sentido de contraer matrimonio y recomendó tareas muy cercanas a la laborterapia para quienes se empecinan en celebra las bodas de oro. En suma: un momento tan inesperado como desopilante.

Una hora más tarde, 700 invitados fueron llegando a los salones de La Rural, mientras una orquesta de jazz los recibía con su música amable y pegadiza. Allí reinaban los langostinos marinados y empanados con coco crujiente, el salmón del Pacífico y los quesos de sabor francés, sumados a los alcoholes, en todas sus graduaciones. La decoración: inmensos plasmas, velas infinitas, mutaciones cromáticas de luces en un salón de dimensiones que superan la escala humana. Las dos familias anfitrionas, patricias y opu-lentas, reunieron a decenas de glamorosas celebridades, como Susana Echegoyen Elia de Reta, Dudu von Tielmann, Magdalena Cordero, Germán Neuss, Mechita y Luciano Miguens, Dominique Bicquard, Lily Sieleky, Rafaelito de Oliveira Cesar, Liu Terracini, Facundo Gómez Minujín, Elena Olazábal de Hirsch, Norberto Frigerio, Johnny y Adela Casal, Guido y Mónica Parisier y Felisa Larivière de Blaquier. Como siempre, el novio dio la nota y, para ser diferente, se rapó, pero al contrario de Sansón (quien perdió su fuerzas con su pelo), él demostró energías para saludar a tantos dirigentes agroexportadores, cabañeros, opulentos terratenientes, sojeros, y hacendados, que le dedicaron un rato de atención antes de entregarse al lamento por el dólar, la soja, los impuestos o el cierre de las importaciones.

El macrismo tuvo una segunda oportunidad de juntarse, entre cuatro paredes y sin testigos infieles, el viernes, para cantarle el cumpleaños feliz a Gabriela Michetti, quien abrió su casa de la calle Pasco para baile, mariachis y análisis de trasnoche sobre el destino de la fuerza. Macri, como en fiestas anteriores, bailó con Juliana Awada hasta la madrugada, y sólo interrumpió el frenesí para discurrir en rincones con militantes de su fuerza y curiosos el trajín que le resta en el cargo de jefe de Gobierno.

Los asistentes cubrieron esta vez un arco más amplio de la fuerza, superando divisiones que les habían dado a otros cumpleaños un sesgo de internismo entre «gabrielistas» y «larretistas». Horacio Rodríguez Larreta ni fue (sería demasiado), pero el pase de Michetti a la provincia de Buenos Aires como protocandidata para el año que viene ha calmado la puja entre esos dos sectores. Larreta aspira a un lugar en la fórmula para el Ejecutivo en 2015 y esta división de territorios ha aquietado las inquinas. Estaban Marcos Peña, Humberto Schiavone, Emilio Monzó, Federico Pinedo, Rogelio Frigerio (n), Silvana Giudici, Eduardo Amadeo, Juan Tonelli, Marina Klemensiewic, Martín Borrelli, Graciela Zito, Carlos Ares, Guillermo Montenegro, Diego Santilli, Lidia Saya, Francisco Quintana, Alejandro García. La diputada siempre se ha mantenido cerca del mundo de la moda y se puso un Churba -Martín, modisto- corto y se entretuvo con regalos como una guitarra acústica (ella practica la música, a veces en actos políticos) y prendas que un veterano describió como «hippie».

Como suele ocurrir, lo más notable fue lo que se discutió bien tarde, en rincones, y cuando los mariachis ya se habían ido. El que quiere escuchar en esas ocasiones suele ser Macri, quien, como todos los presentes, se preguntaba cómo es el futuro de Scioli después de la puja con opositores de adentro y de afuera por la ley fiscal provincial. Macri sabe no sólo que sus votos abrevan en buena parte en la misma fuente que los de Scioli y que quizás el triunfo de uno sea el fracaso del otro por compartir el mismo padrón.

También se pregunta si no enfrentan un destino común en los que les resta de gobierno, enfrentados con el Gobierno nacional y con serias dificultades financieras. En el entorno de asesores de Macri, además, se suele repetir una extraña teoría-profecía sobre que el gobernador en algún momento «saltará» a la oposición, algo así como lo que hizo en su hora Felipe Solá, cuando el kirchnerismo le cerró el camino a un nuevo mandato. Esa teoría parece ignorar que Scioli es al kirchnerismo como componente de su ADN, que es indescifrable ni comprensible si no se tiene en cuenta ese factor. Pensar que pueda «saltar» parece quimérico, además, en este temperamento político que crece al sumar sectores y no al pelearse. La fortuna del kichnerismo está ligada a la fortuna de Scioli y si a uno no le va bien, no le puede ir bien al otro. No termina de decidir Macri con cuál voz quedarse.

De lo que está seguro Macri, y quedó claro en esos diálogos de la calle Pasco, es que las relaciones con el Gobierno Kirchner serán en adelante más ríspidas y que no hay en el horizonte posibilidades de algún acuerdo. Sabe algo Macri, y lo da a entender, que no es cosa de proyectos ni de intermediarios. Cristina de Kirchner, cree, vetó el acuerdo para el traspaso de los subtes y nunca le dieron una explicación. Cuando la Presidente anunció su enfermedad en enero pasado, fue la que le pidió un «esfuercito». Él sintió que no debía presentarse como un enemigo personal y firmó el primer acuerdo que contenía, de palabra, un plan para que la Ciudad se hiciera cargo del futuro de los subtes y la Nación del pasado, incluyendo compromisos de obras y, como dice, un «Roggio sin deudas».

Aceptó firmar la primera acta, sujeta, aclaró, a una negociación de 90 días; Julio De Vido le agradeció el gesto y le prometió que apenas la Presidente se reincoporase de su operación, el mismo 24 de enero, lo recibiría. Una semana después de la primera firma, le avisaron que el acuerdo lo había vetado la propia Presidente, sin que le explicasen por qué. Lo llamó a De Vido y dice que nunca le respondió el llamado. Le envió una carta a la Presidente que tampoco tuvo respuesta. Con espadones del macrismo nacional, hubo especulaciones sobre lo que vendrá. Esta semana el rabino-diputado Sergio Bergman pasará dos días en Santa Fe apoyando la campaña del PRO-peronismo de ese distrito con reuniones y conferencias. Llegará a un territorio resbaladizo; el gobernador Antonio Bonfatti puede emprender en las próximas horas los primeros cambios de gabinete, específicamente en el área de Seguridad. La provincia sufre una ola de inseguridad que parece imparable y le piden cuentas al ministro de Seguridad Leandro Corti, que puede llegar a pagar con su cargo porque tampoco ha logrado en lo que lleva de funcionario disciplinar a la Policía.

Vamos a terminar con un chiste profesional. Tres médicos mueren y van al cielo. Al llegar los recibe San Pedro y les pregunta qué hicieron en la tierra y por qué creen merecer el ingreso al Paraíso. El primero responde:

- Trabajé casi toda mi vida en una salita de primeros auxilios en un barrio muy marginal del Gran Buenos Aires, donde no había ni gasa, la gente venía con heridas de bala y cuchilladas, nos asaltaban todos los días... Pero yo sentí que ésa era mi misión en la vida y -pese a que morí pobre- la hice con felicidad.

- ¡Muy bien! Podés entrar al Paraíso.

San Pedro le hace la misma pregunta al segundo médico:

- Yo en cambio dejé mi país me interné en las profundidades de África, donde hice lo que pude durante décadas contra la malaria, el sida y otras enfermedades espantosas. Y todo, claro sin medios.

- ¡Te felicito! Sos bienvenido al Edén.

El tercer médico, al escuchar los relatos de sus colegas, se preocupa cuando le toca el turno de resaltar sus experiencias:

- Mirá, San Pedro; toda mi carrera la hice en una clínica de una obra social; cuando fallecí era jefe del departamento de admisiones...

- OK, entrá nomás...

- ¡Uy, qué alivio! Por un momento pensé que me ibas a rechazar...

- No te rechazo, pero podés quedarte un máximo de tres días, y después arreglate.

Traje a rayas para Jorge Telerman, notable en la fiesta de Conciencia y reconocido por proyectos de cuando gobernaba y que terminó Macri. Cabildeos entre empresarios y políticos. Santiago Soldati, Guido y Mónica Parisier, Daniel Angelici, Jorge Enríquez y Diego Santilli. En el cóctel previo, dos jefes de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta y Alberto Pérez, junto a Daniel Scioli, su secretario de prensa Juan Courel, Karina Rabolini y María Orella (esposa de Pérez).