DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Charlas de Quincho

Un acto religioso, otro gremial pero con todos los rituales del peronismo callejero y un funeral dominaron las charlas de este fin de semana.

En Roma, dado que «estaban todos» (Gobierno, oposición, gremios, industriales), se trataron temas tan disímiles como la sucesión presidencial y el Libro Gordo de Petete. Antes de la demostración de fuerza, un líder sindical agasajó con pantagruélica comilona a quienes compartieron el palco con él, pese a alguna ausencia de significación. La fiesta terminaría mañana, cuando en una causa en Necochea un declarante diga que su hijo trató de influir a favor de una empresa con la que se lo vincula. Y en el cumpleaños de un candidato que se bajó, se entonó el frustrado jingle de su campaña. Casi como una marcha fúnebre. Veamos.

Más que piadoso, con rituales cargados de envaramiento, el fin de semana del acto moyanista (no faltó ninguna de las rutinas del peronismo de calle), la beatificación del papa Wojtyla y la muerte de Ernesto Sabato, un personaje del siglo pasado que le dio algún respiro simbólico a la oposición no peronista que lo tuvo como referente. Sin embargo, los Kirchner siempre consideraron, como cuenta José Pablo Feinmann en su libro (que debería titularse «Yo y los Kirchner»), que una foto que se sacaron con el novelista y el pianista Miguel Estrella había sido clave en la elección de 2003 porque los acercó a ese emblema de la burguesía, que hasta entonces parecía exclusivo de los radicales (Raúl Alfonsín decía que cualquier campaña debía incluir fotos de sus candidatos con Sabato, monseñor Justo Laguna y Mercedes Sosa). Los tres encuentros (plaza, Santos Lugares, el Vaticano) fueron oportunidad imperdible de quinchos porque atrajeron la concurrencia de políticos oficialistas y opositores, que dedicaron sus horas de descanso a reuniones que no tuvieron cobertura en los diarios de ayer porque no se publicaron. El más notable y que fue motivo de alguna ironía de velorio, señalaba la frustración para el narcicismo del autor de «El túnel» que significó morirse sin diarios al día siguiente. Fiera venganza la del tiempo.

Lo que más se vio fue la acumulación de personajes de los tres poderes en la residencia del embajador ante la Santa Sede para esperar el acto de ayer en la Basílica de San Pedro. El grupo que integraron, entre otros, José Pampuro y Eduardo Fellner por el Congreso; Héctor Timerman, Juan Pablo Cafiero y Guillermo Oliveri (secretario de Culto) por el Ejecutivo; Ricardo Lorenzetti y Juan Carlos Maqueda por la Justicia; Omar Viviani por los gremios; José Ignacio de Mendiguren por los empresarios; y Federico Pinedo por la oposición, protagonizó una ronda de charlas y conspiraciones en el departamento del embajador en la Via de la Conziliazone, en donde quedaron sitiados la noche del sábado por el cerco de seguridad que se tendió para prevenir incidentes en el acto papal. Esa residencia, como todos los edificios de esa calle, pertenece a la Santa Sede, y la alquila el Gobierno argentino desde que dejó el Palazzo Patrizi, en donde había reinado en su momento el representante más estridente que ha tenido el país en esa legación, el exembajador Esteban Caselli. La delegación cogoteó durante todos los actos para prevenirse de la aparición de Caselli, hoy senador italiano por los «oriundi», pero un funcionario los tranquilizó. Un gesto de apoyo a Silvio Berlusconi, jefe político hoy del exembajador, enfrió sus relaciones con el Vaticano, circunstancia que no durará mucho: Caselli tiene lazos fuertes en esos niveles de la Iglesia, no los ha perdido y siempre volverá.

Con la delegación arrinconada por los carabinieri, hubo tiempo no sólo para devorar la picada de Juampi, sino también para algunos relatos divertidos. Desde la chanza al dueño de casa por ser el único forzado a usar frac en los actos (su rango lo obligaba) hasta el merodeo que hacían todos sobre dos colados, el presidente del PJ porteño, Juan Manuel Olmos, custodio de más de un secreto sobre candidaturas del peronismo porteño, y, reclamado con fascinación casi pagana, el cura manosanta Ignacio Perié. El hombre nació en Sri Lanka, pero se acriolló en Rosario, donde despliega sus mancias curatorias que algunos creyeron esa noche vaticana que podría resolver enigmas, particularmente de candidaturas.

En el medio, conciliábulos interminables en sillones apartados, entre De Mendiguren y Viviani (el taxista debe hoy adelantar el regreso al país para participar de las reuniones por el pacto social a las que convocó Cristina para esta semana). Se va a terminar la guerra, deslizaba el gremialista, sobre salarios, repartos de dinero, ganancias, fondos de obras sociales. El «Vasco» se ufanaba de que su ascensión en la UIA fue lo que disparó la convocatoria: el empresario es un fogonero de los acuerdos, los llevó a Olivos en tiempos de Néstor Kirchner, arrastró a las cúpulas de CGT y UIA a Madrid para tomar clases de «Pacto de La Moncloa», pero siempre encontró en el Ministerio de Carlos Tomada un freno a esa fantasía de la comunidad organizada que ha gastado más tinta que sangre y que no ha pasado nunca del voluntarismo. Ahora ve que Cristina toma esa consigna y con sólo eso estaría cumplido su regreso a la UIA que, relató, le costó más de un esfuerzo. «Tuve que arrancar de abajo para llegar de nuevo a la conducción», dijo para emocionar a la audiencia, a la que entretuvo junto a Viviani y Pampuro con anécdotas de la crisis de 2001, fango que sigue abonando la justificación de las conductas de muchos hoy, pero también para despegar de aquella crisis como si hubiera ocurrido en otro país.

Timerman, que tiene agenda global, aportó una perspectiva distinta cuando escuchó a De Mendiguren y a Viviani relatar cómo el FMI había presionado al país hasta la caída de Fernando de la Rúa y el rol de martillo de herejes que había protagonizado el indio Anoop Singh, responsable del área regional que llegó a convertirse en un vecino más de ese cataclismo. Se rieron del latiguillo de aquel funcionario que en las reuniones repetía: «Sí, sí, todo está bien, pero no se olviden de derogar la ley de subversión económica», aquella norma que justificó el vuelo en un avión santacruceño para que llegase al Congreso un correntino clave para frustrar la anulación de la ley que creaba responsabilidades sobre los banqueros. El canciller, ducho en otros ámbitos, contó que esa imagen de Singh como visitador real que les daba órdenes a los funcionarios argentinos era muy distinta a la que él conoció en Washington, en donde el indio era un número más en el FMI. Una vez coincidí, relató Timerman, en el ingreso al organismo; yo pude entrar sin problemas, pero a Singh lo paró un custodio, le pidió se identificase, el indio chapeó, pero lo rechazaron. Que muestre el carné, le dijeron; revisó atribulado el maletín hasta que pudo sacar un «badge» que le permitió ingresar. No lo conocía nadie, se rieron todos, cuando en la Argentina parecía un demonio.

Extrañaron algunos la ausencia del cardenal Jorge Bergoglio, pero el primado prefirió estar ayer en la parroquia de Cristo Obrero en Villa Soldati para inaugurar, junto a un grupo de sindicalistas, una imagen de Jesucristo tallada en durmientes del ferrocarril en un taller de esa actividad. Sólo fue al Vaticano monseñor Estanislao Karlic, quien se perdió los cócteles porque debió participar de una ceremonia de vísperas antes de la beatificación.

Estas charlas se prolongaron durante la tarde de ayer, pasados los actos de la beatificación, con una ronda de mate que sirvió Cafiero a unos pocos. Ya preparaba las maletas Viviani para volver, Olmos se aprestaba para seguir su paseo -que comenzó en los Estados Unidos- por Italia en lo que resta de la semana. Lorenzetti y Maqueda se despedían porque partieron a China, invitados por la Corte Suprema de ese país. ¿Hay justicia allí?, se rió alguno repitiendo la vieja frase de que es como el Ministerio de Marina de Bolivia. Ese compromiso despertó la memoria setentista de alguno, que contó que en 1974, siendo Isabel Perón presidente, la Corte de entonces también fue invitada a una visita a China por el Gobierno de Mao-Tse tung. Cuando regresó, el grupo que presidía Miguel Ángel Bercaitz visitó a la entonces presidenta, que había asumido durante el viaje por la muerte de Juan Perón. Cuando se sentaron con ella en el despacho, Isabel, sonriendo, les dijo: «He estado en la China -había viajado junto a José López Rega-; además yo sé mucho porque leo todo lo que hay sobre ese país». Héctor Masnatta, que era miembro de la Corte, le retrucó preguntándole qué leía sobre la China: «Leo siempre el Libro Gordo de Petete, ustedes deberían hacer lo mismo. No saben las cosas que se aprenden leyendo ese libro».

Timerman, setentista a rabiar, pareció no escuchar porque ya agitaba papeles con algo de misterio; igual no impidió, con tanto lenguaraz que había en esa residencia vaticana, que se conociese un detalle de su agenda secreta para este viaje: hoy por la mañana se entrevistará con el canciller italiano, Franco Frattini, en el Palazzo della Farnesina para cerrar detalles del viaje que hará Cristina de Kirchner a ese país entre el 1 y el 3 de junio próximo. Este dato hizo levantar alguna mirada de los burócratas que otean todo: una tradición protocolar indica que cuando un funcionario visita el Vaticano, no debe hacer gestiones ante el Gobierno italiano, que es otro estado. Igual Timerman -que elude algunas fruslerías de la diplomacia- hablará de la agenda de las charlas de la Presidente con Berlusconi y de otros circuitos del viaje, entre ellos, ir a Venecia para firmar el comodato que le permitirá a la Argentina tener un pabellón permanente en la Bienal de Arte de esa ciudad que el bailarín de tango Virulazo caracterizó con una porteñísima pincelada: «Estuve en Venecia, linda... parece la Chacarita inundada».

Se escribió mucho sobre el acto de Moyano, pero nada sobre la previa que hizo con colegas de la cúpula cegetista y buena parte del gabinete en el salón cercano al palco en la calle Lima al 200 que tiene la Asociación de Concesionarios de Automotor (ACARA), un sello que tiene buenas relaciones con los oficialismos porque es uno de los entes cooperantes del Ministerio de Justicia -un jugoso negocio que auxilia las arcas de esa cartera-, y mejores con este Gobierno, por los antecedentes de Guillermo Moreno como asesor de la entidad. Moyano abrió el comedor para una picada memorable con patas de ternera, jamones y otros ingredientes como sólo se agasajan los sindicalistas. La idea era concentrar allí a la columna que iría al palco, y juntó a medio gabinete con Daniel Scioli y un seleccionado, entre quienes estaban José Lingieri y Andrés Rodríguez, Omar Plaini, Héctor Recalde, quienes se entregaron a un round de cruces de frases enigmáticas con Amado Boudou, Carlos Zannini y Oscar Parrilli. Se extrañaron de alguna ausencia, como las de Aníbal Fernández y Julio Alak (llegaron más tarde directamente al palco) y la de Julián Domínguez, quien nunca llegó.

¿Habrá condicionado su asistencia a que fuera Cristina de Kirchner, quien, dijo, para enojar a todos, decidirá quién será el candidato a vicegobernador de Daniel Scioli? Para lanzar un mensaje indicativo, el gobernador ingresó al condumio previo al acto junto con su jefe de Gabinete, Alberto Pérez, y Cristina Álvarez Rodríguez -señalada como una de las favoritas del mandatario para ese cargo-. La señal la registraron todos, y eso derivó la charla a algunos entuertos bonaerenses. Nadie negó que Domínguez se excedió en su campaña para el cargo que hoy tiene Alberto Balestrini. Todos trataron de apagar la otra inquina de la semana entre el ministro sciolista «Cacho» Álvarez y el apoderado del PJ nacional y provincial Jorge Landau, a quien el primero le pidió la renuncia por participar de acuerdos sin consultar al partido. Los que estaban fuera de la historia remitieron todo a una reunión en el Congreso en la que estuvieron Landau, Martín Sabbatella y Mariano West, quien no tuvo la mejor idea que ir a contársela a Scioli con el pretexto de pedir instrucciones.

Moyano, atento al cuento, dijo que ya había hablado con Landau, quien le confirmó que él responde a las autoridades del partido que son el sindicalista en el orden provincial y Scioli en el nacional. «Ya pasó, no hay más pelea, Landau sigue», sancionó Moyano ante la mirada de Scioli, que tampoco quiso escalar en esa briga.

En el entorno moyanista había alguna sombra de preocupación; saben que mañana, ante una fiscalía de Necochea, declarará el candidato radical a la intendencia que cuando era secretario de Gobierno de la comuna, lo habría ido a ver Pablo Moyano para pedirle a favor de la empresa de recolección de basura con la que se vincula aquí y en Suiza al jefe de los camioneros. Negarán todo atribuyéndolo a un acto de campaña, pero igual los pone nerviosos.

Boudou también pidió instrucciones. Desde el Gobierno le habían ordenado a Sabbatella que si quería agua fuera a sacarse fotos con los tres precandidatos del kirchnerismo a jefe porteño. Lo hizo con Tomada, Filmus y Boudou, quien puso un reparo: sacarse una foto con Scioli para desmarcarse del hombre de Morón. La propuso, pero le dijeron que las fotos de Scioli las decide él y que no estaba en sus proyectos entrar en juegos de imágenes. Le propuso estar juntos los dos esta tarde en un acto en la Capital Federal para exhibir proyectos conjuntos para el área metropolitana. No tiene previsto hacer eso Scioli con los otros candidatos, por ahora. Sí tiene pensado lanzar otro mensaje para que escuchen los interesados en el casting del vice: 1) como Cristina, ha gobernado sin vice casi todo su mandato. ¿Para qué tanta bulla con ese cargo?; 2) No hablará de eso en público por respeto a Alberto Balestrini; 3) quienes quieran postularse al cargo deben empezar por adherir a su proyecto, es decir a hablar bien de él, algo que está faltando. El gobernador ha pisado ese debate y escucha alternativas; la más simpática, elegir a algún emblema del peronismo que por edad o por falta de banda propia no haga conspiraciones ni atraiga a quienes quieran armárselas al gobernador apenas se inicie, si ganan las elecciones, claro, el nuevo mandato.

Le han contado que es un expediente frecuente en otras provincias eso de designar veteranos emblemáticos en las vicegobernaciones. Eso lo hizo Eduardo Duhalde para otro cargo con Oscar Alende, quien encabezó antes de morir las listas de diputados en dos elecciones. Eso ha levantado las expectativas sobre Antonio Cafiero, exgobernador y hombre a quien nadie puede negarle peronismo ni títulos para ese cargo. Cafiero por ahora sigue concentrado en la redacción de sus memorias «Militancia sin tiempo» y debatiendo con el auxilio de su asesor Guillermo Piuma con la editorial Planeta la letra final de su libro. Recibió de paso un homenaje el jueves en la Embajada de Chile, en donde su amigo Adolfo Zaldívar Larraín le hizo un reconocimiento a la trayectoria que festejaron más de una veintena de familiares -los Cafiero no son una familia, son una etnia-, sus amigos Ginés González García -quien ayer se mostró con modelos y costureros en un desfile de moda argentina en Santiago de Chile: «Hay que atender todos los quioscos, se justifica-, Eduardo Amadeo, Marcela Bordenave -viuda de Germán Abdala- y otros amigos. No estaba el senador kirchnerista de Santa Cruz a quien se le atribuye buena parte de la idea de un Cafiero vicegobernador.

El gobernador, atento a lo que llama «tunnel vision» -el método mental de atender a los proyectos mirando sólo la luz al final del túnel y despejando detalles molestos-, dedicó el fin de semana a lo que sabe le da más rédito que enredarse en conversaciones inocuas. El viernes lo atendió al cancionista latino Ricardo Montaner y el sábado recibió a un grupo de tareas poco conocido que corre bajo el sello de Soluciones Ya. Es un equipo de funcionarios responsables de atender minicrisis que estallan en un momento y que necesitan... solución ya. Los reconoció poniéndoles los cortos y haciéndolos jugar con estrellas de antaño como David Marino ([a] Mariano) Dalla Libera (ex River) y el «Pipa» Lionel Gancedo (ex Argentinos). Ayer hizo lo que nadie hace: rendir homenaje a las mujeres jugando con un equipo de damas del balompié, un agasajo público a la condición femenina, bien lejos de la privacidad con la que cubrió la celebración del cumpleaños de su esposa Karina Rabolini el martes 27, reservada al ámbito recoleto de la familia.

No fue éste el único cumpleaños de la semana. El sábado reunió a amigos y políticos -pocos- el embajador en la ONU Jorge Argüello (55), en un salón de la calle Niceto Vega, en Palermo. Era un seleccionado transversal porque estaban Raúl Garré (hermano y cerebro de la ministra de Seguridad); el presidente del Banco Provincia, Guillermo Francos; el ex funcionario porteño Eduardo Valdés (hoy en el boudouismo); Miguel Pesce, radical K que es vicepresidente del Banco Central; el jefe de la Oficina Anticorrupción, Julio Vitobello, con su mujer, la camarista laboral Victoria Pérez Tognola. Argüello vino al país a presentar una beca Kirchner para formar dirigentes -buena iniciativa ante tanta improvisación en todos los partidos- y dar una conferencia en la Feria del Libro sobre un enigma que nadie puede esclarecer: para qué sirven las Naciones Unidas.

En los brindis confesó uno de los tres deseos, que la Argentina cierre el acuerdo con México, Colombia y China para una reforma del Consejo de Seguridad que lo amplíe, pero con sillas rotativas, frente al proyecto de la India, Alemania, Brasil y Japón, que quieren esa ampliación con asientos fijos -es la diferencia diplomática más seria que tiene la Argentina con Brasil, que quiere una silla permanente en representación de la región-. Ese debate es el motivo del viaje por unas horas que hará Héctor Timerman a Italia el 16 de mayo, porque ese país está cerca de sumarse a la posición del país.

El otro cumpleaños fue un festival de la melancolía; el de Julio Cobos en sus oficinas del Senado, adelantando la fecha, que era el sábado 30, porque se iba a Mendoza. Pensado originalmente como un encuentro político, terminó siendo una reunión de amigos del vice, entre colaboradores del Senado y gente de su espacio político que todavía saborea con amargura su decisión de bajarse. Se comentaron como consuelo las encuestas que lo colocan en Mendoza como una figura importante si se quiere mejorar la performance del radicalismo. Cobos mide mejor que cualquiera de los dos postulantes hasta ahora a la gobernación: Alfredo Cornejo y Roberto Iglesias. Todos lo quieren en la boleta, es una fija que si encabeza la grilla de candidatos a diputado la intención de voto a la lista radical sube entre 8 y 10 puntos, dicen los mendocinos. Aunque entre dientes se rumorea que dados esos números, Cobos podría terminar siendo candidato a gobernador, algo que a él mismo no lo seduce pensando en tener que convivir con su ex compañera de fórmula instalada por otro período en la Casa Rosada.

Estaban, entre otros, la senadora Laura Montero (única integrante del bloque radical presente), los secretarios Marcelino Iglesias, Juan Montilla y Juan Antequera; el histórico secretario parlamentario del Senado Juan Estrada; el director de Cultura del Senado, Pedro Marabini; asesores del vicepresidente en distintas áreas, y dirigentes radicales de su espacio como Fernando Blanco Muiño, Daniel Bravo, Claudia Guebel, Héctor Grinspun, José Natali, Omar Avendaño y Diego Barovero. Regalos hubo poquitos, alguna corbata, un chaleco de aspecto rural, pero el final fue lo más deprimente. Estaba la cantante que compuso el jingle para la campaña presidencial que nunca ocurrirá. Le pusieron la pista musical, repartieron la letra para que la gente la cantara. Casi nadie lo hizo, algo que chocó con el entusiasmo que le puso el vicepresidente en entonar ese canto casi funeral leyendo la letra mientras sostenía los lentes.

No fueron los únicos cumpleaños. Le tocó el jueves a Sergio Massa -es del 72; cumplió 39-, a quien, desde la Casa Rosada, le mandaron un regalo por televisión: Florencio Randazzo le avisó que no figura entre los planes de Cristina de Kirchner darle una colectora de gobernador en la provincia. Al otro día, en el piso 14 de Economía, volvieron en malón del acto de la CGT en la 9 de Julio y comieron un asado casi en horario de merienda para festejar los 44 años de Juan Zabaleta, en el ambiente identificable como «Juanchi» a secas, sin más señas, operador de Amado Boudou, que en la división de bienes entre éste de Economía y el exjefe de Gabinete, quedó del lado del ministro.

Pasaron a saludar, y a apagar la hambruna posacto, Juan Manuel Abal Medina, escoltado por Lucas Nejamkis; Roberto Feletti, Hernán Lorenzino; el subsecretario general de la Presidente, el radical K Gustavo López; el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde; Artemio López, Edgardo Depetri; el secretario de Cultura, Jorge Coscia; el viceministro de Planificación, Abel Fatala; el socialista Oscar González y, entre otros, la humanista Lía Méndez. Expresiones de la progresía K que se alinearon detrás de la postulación porteña del dueño de casa, por supuesto también presente y entretenido con anécdotas y novedades, a dúo, con Abal Medina sobre Néstor Kirchner y lo que ocurrirá en las semanas que vienen. Pasaron, también, el ubicuo Julio Piumato, armadores juveniles como Fernando Gril y Lucas Olazagasti, y Miguel Cuberos, jefe de Gabinete de Boudou en Economía y esposo de Cristina Álvarez Rodríguez (en este tramo de la historia, anotada para secundar a Scioli en la provincia). «En el cumpleaños de Juanchi hay más peso político que en el acto de Filmus en el Luna Park», gritó uno para la carcajada general. Ninguna pista, al menos ahí, entre tanta gente, sobre la decisión de la Presidente para la Capital. ¿La cercanía de Boudou a Cristina no le permite testear cuál será su juego? Es probable que el ministro sepa lo que viene, pero lo mantenga encriptado. Entre comentarios y brindis, se citaron dos charlas referidas a Massa y su infructuoso deseo de encabezar una colectora bonaerense. «Si quiere, que vaya a la interna contra Scioli. Pero colectora no», se contó ahí, para pocos, que dijo la Presidente.

La semana registró un desembarco en quinchos de otra etnia, la de los Urtubey, que ha puesto gobernador por segunda vez en Salta. El propio Juan Manuel animó en la sede del PJ una charla ante el grupo Gestar que manejan el sanjuanino José Luis Gioja y el director de la ANSES, Diego Bossio. Fue el jueves, y explicó allí los términos y límites de sus diferencias con Olivos. En la charla informal expuso también por qué había recibido a Mario Vargas Llosa, tan criticado por el kirchnerismo formal. Contó lo que se dijo en estos quinchos, que supo por amigos que quería conocer su provincia y a él le pareció que sería un desaire no agasajar a un Premio Nobel. Además, juzgó, era mejor tenerlo en su residencia que dejarlo por ahí en Salta teniendo de voceros a opositores. Se confesó lector del novelista y agregó que le sorprendió el humor y la gracia de la conversación. También que chocó en discusión sobre política, pero no quiso dar más detalles.

Además de Rodolfo Urtubey, exjuez, animador del cumpleaños de Argüello -también estuvo en Buenos Aires José Urtubey, gerente de Celulosa Argentina y ahora integrante de la mesa chica de la UIA-. Lo invitó Antonio Cafiero a la peña de Gendarmería de los jueves, para que un grupo entre quienes estaban Teresa González Fernández, Guillermo Piuma, Mario Burcún, Ana Kessler, Osvaldo Papaleo, el exembajador Héctor Flores, entre otros, escuchase lo que piensa de los directores del Estado en empresas en las que tiene acciones. No está mal si no viola la ley de sociedades, porque es obvio que el accionista debe cumplir su función en una asamblea. La «Colorada» González Fernández quiso llevarlo en el debate que se dio durante el almuerzo a la puja Urtubey-Cristina, y él se desmarcó: «No soy el exégeta de Juan Manuel, pero el que fue agresivo fue Moyano, que insultó y descalificó».

No negó que el sindicalista hubiera frustrado un encuentro de su hermano con Cristina y cargó también contra el Peronismo Federal, que dijo había apoyado a su adversario Olmedo. «En Salta -señaló-, el público dejó claro que el sindicalista debe ser sindicalista, el empresario empresario y el político político». Saltó Papaleo y trató de refutarlo: «Por favor, tampoco empecemos con eso de que Moyano es malo y los empresarios buenos». Respondió Piuma: «Pero Moyano es un empresario». Papaleo, airado como pocas veces: «No sé, pero no hay que sobreactuar, especialmente los jóvenes, porque después ya se sabe qué pasa». Urtubey le retrucó: «No sé quién sobreactúa más. Pero aquí el que sobreactuó más fue Moyano. Vamos a ver al final quién fue el que sobreactuó». Lindo comienzo para esta peña cafierista que anima todos los jueves la agenda.

Cóctel en la Embajada de Estados Unidos, con motivo de la firma de un acuerdo por el que una empresa de TV satelital dará contenidos educativos -provistos por ese país- en colegios primarios argentinos. La anfitriona, la embajadora Vilma Socorro Martínez, explicó las bondades de esta iniciativa desde el micrófono y después recorrió los corrillos que se formaron. Desde ya, el tema era la relación bilateral, que obviamente no atraviesa por su mejor momento. La diplomática negó que así fuera (qué otra cosa podría decir), pero cuando se le preguntó si estaba prevista la visita de algún funcionario de su Gobierno a Buenos Aires en el futuro cercano, sólo pudo responder con un nombre casi desconocido para sus interlocutores: Elena Kagan. Se trata de la más nueva de los integrantes de la Corte Suprema de Justicia, nombrada en octubre del año pasado a propuesta de Barack Hussein Obama. La jueza participará en junio de un simposio en Buenos Aires del que formará parte su par argentino Ricardo Lorenzetti.

Y dado que había diplomáticos y periodistas, allí se comentó (entre bocaditos de todo tipo, buenos sándwiches de lomo caliente y bebidas sin alcohol: era por la mañana) que el Gobierno había designado a Aníbal Fernández como orador para que lo represente en el acto de esta noche en el teatro Coliseo, en el que se conmemorará el Día del Holocausto, al que -como casi todos los años- seguramente asistirá Martínez. El año pasado había ido justamente Lorenzetti, pero este año el Gobierno parece haberle querido dar un cariz más político que simplemente de acompañamiento a su presencia en este acto. El estrado también será ocupado por el embajador de Israel, Daniel Gazit; el titular de la DAIA, Aldo Donzis; un representante de los movimientos juveniles judíos, y un sobreviviente de la Shoá. Será, además, una buena ocasión para que los dirigentes comunitarios traten de dejar de lado la dura interna en la que están inmersos de cara a la elección del nuevo presidente de la AMIA, en la que -tras ganar las elecciones indirectas- los religiosos están a punto de quedarse afuera de la conducción de la mutual por una alianza entre las listas (laicas ambas) que ocuparon el segundo y tercer lugar. El designado, se dijo esa mañana en la embajada, no sería otro que Alberto Crupnicoff, un viejo militante de Avodá (laborismo), empresario del sector turístico y que presidía la AMIA el 18 de julio de 1994, o sea el día del atentado que destruyó la sede de Pasteur 633.

Quincho artístico para terminar, en lugar inusual: el barrio de Flores y sobre la calle Yerbal, en la Escuela Museo de Bellas Artes General Urquiza, que es dueña de un museo de arte. Y la escuela es lo inusual: se diferencia por los excelentes murales de los pequeños alumnos pintados en la fachada y por estar prácticamente tapizada de centenares de cuadros. El presidente honorario del museo es el consagrado artista Guillermo Roux, que recibió unos 30 invitados y les contó que su antecesor fue Soldi, quien a su vez asumió el cargo cuando murió Quinquela Martín. Artista generoso, Quinquela, donó a la institución las mejores pinturas de una colección que imprime color y alegría en todos los salones y las aulas.

Al igual que los mejores museos del mundo, el de la calle Yerbal cuenta también con patrocinantes que socializan en las comidas mensuales. Allí estaban Nino Salonia, Socorrito y Guillermo Hang (Techint), el viceministro de Educación del Gobierno porteño, Mario Terzano, la artista Nora Iniesta, los profesores Cayetano Sciarrillo y Roberto Barrani, y las «fuerzas vivas de Flores», desde los amigos del Rotary hasta los del Club de Leones. La conversación abundó en el rico anecdotario de Quinquela, un bebé abandonado en la puerta de un orfanato que llegó a ser un artista mimado por el presidente Torcuato de Alvear y a tener admiradores como Mussolini, que le compraba sus cuadros. En suma: Quinquela encarna un estimulante ejemplo de la movilidad social argentina.

La escuela es una isla en la Ciudad, que de inmediato retrotrae a un pasado de la Argentina donde reinaba el orden o, al menos, se preservaba el acceso a la cultura de la infancia como un tesoro. Terzano recordó que fundada a fines de la primera década del siglo XX, la escuela se cerró en los tiempos de Rosas, mientras Roux seducía a todos con el relato de su última obra, el mural de la Legislatura de la provincia de Santa Fe que posee el encanto de la escena inicial de «Novecento» de Bertolucci y de la pintura romántica. Franca, su mujer, es un modelo que muchos artistas envidian, porque dedicó sus energías a la carrera de Roux, que de este modo sólo tiene que pensar en los problemas del arte y en los 200 alumnos que tiene en su taller, todos aspirando a la gloria. Con admiración se comentó el bajo perfil de Techint para realizar sus patrocinios y también se dijo que quienes llegan a la casa del CEO Paolo Rocca se sorprenden. ¿Dónde está el palacio? ¿Dónde están los custodios?, se preguntan frente a una casa común y corriente.

Franca es un personaje mundano y habló sobre su amistad con la mujer de Cortázar, a quien conocieron en la Universidad de Mendoza. Así Salonia contó que fue alumno del autor de «Rayuela». El menú, fue contundente, comenzó con unas empanadas criollas, siguió con los coloridos tallarines «a la Quinquela», con crema blanca, tuco rojo y pesto verde con mucho ajo. Pronto llegó el postre, pero los elogios a Quinquela continuaban. Contaron la paradoja de que una vez asistieron a una protesta frente a su taller, protagonizada por sus pares, los artistas que él ayudaba cuando estaban en la mala regalándoles algunos pesos. El caso es que los manifestantes se quejaban, consideraban que el dinero era poco y querían un aumento.

Vamos a terminar con un chiste fuerte, como los que nos piden nuestros lectores. Un señor entra a un restorán de barrio y pide el menú. La moza le informa:

-El plato del día es hamburguesas caseras con puré mixto, y de postre, café con rosquitas dulces.

El hombre acepta la sugerencia, y la chica parte con el pedido. Al rato regresa con el plato; dos hamburguesas y una bocha de puré mezcla de papa y zapallo. Empieza a comer, y al primer bocado siente algo raro en su boca. Se mete los dedos y entre los pedazos de carne molida saca un pelo, y otro más. Llama a la moza y le dice, de mala manera:

-¿Se puede saber por qué me recomendaste este plato? ¡La hamburguesa está llena de pelos! ¡Ya mismo me llevás a la cocina, porque quiero ver en qué condiciones se hace la comida!

La chica obedece, entran a la cocina y -para horror del comensal- ve que el cocinero (un gordo sudoroso, ataviado sólo con un delantal roñoso) toma un puñado de carne picada y la aplasta en su axila para formar la hamburguesa. El comensal no puede reprimir la náusea y grita:

-¡Pero esto es repugnante!

Y la moza le responde:

-¿Le parece? Espere a ver cómo hace las rosquitas...