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Caminar tranquilas: un derecho adquirido que hay que defender y enseñar

Por Milagros Senders. En short, con tacos, divertidas o apuradas, radiantes o devastadas; ya nadie puede meterse con nosotras.

¿Caminás segura y tranquila por las calles de Buenos Aires?




Hay cambios que llevan su tiempo, pero hay otros que debemos acelerarlos, imponerlos y defenderlos. Sabemos que hace unos años transitar por las calles porteñas siendo mujer consistía en una carrera de obstáculos. ¿Cómo vestir? ¿Por dónde cruzar? ¿Con quién llegar a la parada del colectivo? ¿Qué cara poner ante una mirada lasciva? ¿Responder o no a un comentario desubicado?

Años de normalizar situaciones de acoso, de poner el foco en la mujer (su cuerpo, su atuendo, sus formas), de justificar gritos y susurros obscenos. Obviamente no podemos pretender que las mentes acotadas de quienes avalan estas situaciones se aggiornen rápidamente a los nuevos tiempos, pero sí podemos exigir que cumplan con la ley.

Hoy podemos caminar un poco mejor por nuestras veredas. Sí, seguimos tolerando miradas y sabemos que los comentarios se hacen presentes a nuestras espaldas; pero ya no pueden expresarse de manera impune y a todo trapo. Ya no.

Hoy no debiéramos cruzar de vereda al ver un grupo de hombres trabajando en la vía pública o apostados contra una pared tomando cerveza. Hoy no debiéramos preocuparnos por llevar un escote pronunciado o un delineado muy fuerte. Hoy no debiéramos callarnos o mirar hacia otro lado si se nos acercan o nos dicen alguna frase soez en formato de piropo. Hoy no debiéramos pedirle a un familiar o amigo que nos acompañe hasta la esquina.

Sin embargo, todavía lo tenemos que hacer. Todavía llevamos el celular a mano, aceleramos el paso, nos incomodamos o tomamos el camino más largo.

Conozcamos la ley que nos ampara: LEY N° 5.742

“La presente Ley tiene por objeto prevenir y sancionar el acoso sexual en espacios públicos o de acceso público, verbal o físico, que hostiguen, maltraten o intimiden y que afecten en general la dignidad, la libertad, el libre tránsito y el derecho a la integridad física o moral de personas, basados en su condición de género, identidad y/o orientación sexual.”

“ Se entiende por Acoso Sexual en espacios públicos o de acceso público a las conductas físicas o verbales de naturaleza o connotación sexual, basadas en el género, identidad y/u orientación sexual, realizadas por una o más personas en contra de otra u otras, quienes no desean o rechazan estas conductas en tanto afectan su dignidad, sus derechos fundamentales como la libertad, integridad y libre tránsito, creando en ellas intimidación, hostilidad, degradación, humillación o un ambiente ofensivo en los espacios públicos y en los espacios privados de acceso público.”

“El acoso sexual en espacios públicos o de acceso público puede manifestarse en las siguientes conductas: comentarios sexuales, directos o indirectos al cuerpo; fotografías y grabaciones no consentidas; contacto físico indebido u no consentido; persecución o arrinconamiento; masturbación o exhibicionismo, gestos obscenos u otras expresiones.”

La ley existe y quien la transgreda deberá asumir las consecuencias. Exigir que se cumpla es nuestra responsabilidad. Nos falta mucho para lograr la sociedad que queremos: tolerante, respetuosa y empática; pero usemos las herramientas que tenemos para seguir construyéndola.

Quizás logremos que el nefasto piropo callejero quede como una nota de poco color en algún libro de historia, como una falta de respeto a la mujer, dando una opinión no pedida sobre su cuerpo o su ser. Una invasión que se hacía de manera pública y contaba con las risas y miradas cómplices de quienes lo festejaban sintiéndose así un poco más viriles.

Ojalá en poco tiempo, las adolescentes no puedan creer que eso pasaba realmente, y sientan que por suerte la sociedad que las rodea a ellas es un poco mejor, un poco más agradable y menos estúpida.

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